La metamorfosis humana
El salvaje / Dramaturgia e intérprete: Pablo Finamore / Vestuario y escenografía: Alejandro Mateo / Música: Luis Reales / Dirección: Román Lamas / Sala: Timbre 4, México 3554 / Funciones: domingos, a las 17.
Nuestra Opinión: muy buena
Resulta difícil imaginar que el ser humano haya sido alguna vez uno de los seres más indefensos de la Tierra, pero la historia de nuestra historia como especie indica que así fue: durante millones de años, los antepasados del hombre no lograban encontrar tranquilidad en el mundo, el ecosistema los expulsaba por ineptos y los otros habitantes del planeta se los comían a mansalva. En algún momento, el hombre se agrupó para protegerse y, a falta de fuerza, comenzó a usar un arma de dominación más potente: la inteligencia. Sobre aquel momento trata El salvaje, un cuento atrapante y no demasiado popular de Horacio Quiroga.
En la transposición que Pablo Finamore lleva a escena, ese texto es respetado casi al pie de la letra, salvo por algunos ajustes que lo vuelven más fluido para la representación y la extensión. Los cambios en el dispositivo, como siempre, traen aparejados otros cambios. En la versión teatral se vuelve más difusa la línea entre quien narra los hechos y el participante activo de los sucesos: ¿quien vemos en escena es un narrador omnisciente o es el protagonista de aquellos cambios? Probablemente un poco y un poco. "Y mientras la canoa descendía por la costa, sintiéndome bajo el capote saturado de humedad, de selva y de diluvio, comprendí que aquel mismo hombre había vivido realmente, hacía millones de años, lo que ahora sólo había sido un sueño", escribe Quiroga en el primer tramo de El salvaje. Inscripto en ese mismo ideario, lo que enuncia el intérprete -con su relato en tercera persona y un trabajo corporal que se apropia de cada acción- es que todos llevamos dentro, en alguna medida, la historia de la humanidad.
La dirección de Román Lamas apuesta a la narración-actuación de Finamore. La puesta -blanca, austera- renuncia a cualquier competencia por el protagonismo con el actor. Finamore se toma con responsabilidad el trabajo de sostener la historia. De su mano es sencillo y placentero imaginar el mundo que habitaba el hombre terciario, palpar el misterio de la lluvia, visualizar ese primer acercamiento con una mujer, sentir su entusiasmo ante el primer encuentro con la carne de un animal transformada en alimento y emocionarse con cada una de las conquistas que transformaron al hombre en el amo de lo posible.
Por Natalia Laube
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