Planteo que pierde interés
"New York", de Daniel Dalmaroni. Con Jorge Suárez, María José Gabin, Juan Palomino y María Figueras. Escenografía e iluminación: Tito Egurza. Vestuario: Daniela Taiana. Dirección: Villanueva Cosse. Teatro Payró (San Martín 766).
Nuestra opinión: regular
Alguien no escucha. Más que eso, parece decidido a no escuchar. No importa que su propio hermano le confiese que violó a su única hija cuando era una adolescente. El decide no escuchar y llena toda posible discusión con charlas banales, sin sentido. Su esposa tiene siempre a mano el latiguillo de que hay que sacarlo todo afuera, que a las cosas hay que hablarlas. Sin embargo, cada uno a su manera opta por la sordera casi como una decisión de vida, una decisión política sin reflexión previa.
La actitud de estos dos personajes sirve para trazar paralelismos con la clase media de nuestro país, o con la misma Argentina que repite incansablemente determinados gestos sin escuchar a su propia historia. De algún modo, a eso apunta la obra del platense Daniel Dalmaroni, que, hay que reconocer, cuenta con disparatados diálogos de un efectivo humor.
Conflicto estancado
Sin embargo, a medida que avanza la acción de "New York" la pieza comienza a reiterarse sin poder superar el planteo inicial. El autor no propone acciones que sostengan la trama, que la potencien, que le abran su juego. Ni la reiteración en sí misma se convierte en un recurso dramático. Por eso puede ocurrir que la atención del espectador se vaya diluyendo poco a poco.
Dalmaroni ubica a estos personajes en medio de un jardín con una pileta Pelopincho llena de agua. De allí entran y salen como si se tratara de una comedia de living con puertas que se abren y cierran. El vestuario de cada una de las cuatro criaturas tiene mucho de cómic, de una historieta con personajes planos, sin psicologismo alguno.
Los actores (Jorge Suárez, María José Gabin, Juan Palomino y María Figueras) se mueven con convicción y con entrega. Los que tienen más protagonismo en escena (Gabin, como la esposa, y Suárez, como el marido) apelan a buena parte de sus recursos interpretativos. Es más, la chiquitita de "Gambas al ajillo" se nota que intentó crearle un mundo propio a esa madre con incontinencia verbal, pero no alcanza.
Podría acotarse que a la puesta de Villanueva Cosse le falta locura, le falta crear situaciones más disparatadas que sostengan el efectivo juego inicial. Quizás esa carencia, o la falta mayor de síntesis en la obra misma, es la que hace que este espectáculo que se presenta en el teatro Payró se apague poco a poco.
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