La estrella de Spacey se apaga sin remedio
Cuando en febrero de 2013 Netflix estrenó los primeros trece episodios de House of Cards , el sistema de streaming rompió con las tradiciones que la TV fue construyendo desde los tiempos en que se emitía en blanco y negro. La decisión de que su primera serie original estuviera disponible para ser consumida de una sola sentada -aunque ahora parezca natural- en ese momento era una apuesta que muchos en Hollywood suponían saldría mal. La idea de prescindir de la espera entre un episodio y otro parecía demasiado arriesgada, aun cuando muchos espectadores elegían ver las temporadas completas en DVD, la primera víctima de la revolución del streaming. Un cambio de paradigma que esta semana clausuró su primera era.
El cierre fue traumático y por motivos ajenos a la calidad artística de House of Cards. Sin embargo, no deja de ser un indicador de que después de algo más de cuatro años y cinco temporadas, el programa insignia de Netflix ya no pueda continuar. La razón urgente del final son las acusaciones de acoso sexual contra Kevin Spacey . Desenmascarado como un supuesto abusador y manipulador -o al menos percibido como tal-, la caída en desgracia del actor, cinco veces nominado a los Emmy por su interpretación del maquiavélico político, reveló que aun en el sistema de contenidos del futuro se aplican los códigos de conducta de aquella TV hecha en opaco blanco y negro.
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