Regreso al espacio: el documental que se esfuerza por mostrar el costado heroico de Elon Musk en su cruzada por “salvar” al mundo
El film, que se encuentra disponible en Netflix, se convierte por momentos en una pieza de autopromoción financiada por el magnate detrás del proyecto SpaceX
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Regreso al espacio (Return to Space, EEUU, 2022). Directores: Jimmy Chin, Elizabeth Chai Vasarhelyi. Fotografía: Shana Hagan. Montaje: Dan Duran, Daniel Koehler, Philip Schoper. Con: Elon Musk, Bob Behnken, Megan McArthur. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
Una sentencia pronunciada por Elon Musk recorre este documental acerca de la reactivación (y privatización) del programa espacial norteamericano: “La humanidad debe convertirse en una especie multiplanetaria para sobrevivir”. Cada vez que Musk repite este aforismo dramático y altisonante, todos los que lo rodean responden con un grave asentimiento sincronizado, como si hubieran sido repentinamente iluminados por una verdad dolorosa e inevitable sobre sus vidas. Esos momentos hacen pensar en las fotos de propaganda del líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong Un, en las que se lo ve cercado por acólitos munidos de libretitas para tomar nota de lo que dice. Musk no es el dictador de un estado totalitario, pero es lo que más se le parece dentro una democracia liberal capitalista: es el hombre más rico del mundo y, como tal, probablemente nunca se cruce con mucha gente que se atreva a decirle que no.
Así, cualquiera de sus ideas abonadas en narcisismo y obsecuencia (como el “hyperloop” -la excavación de túneles bajo las ciudades para evitar los congestionamientos de tránsito-, el “neuralink” -la conexión del cerebro con una computadora que terminó con al menos quince monos muertos- o la que se insinúa en este documental: “ocupar Marte”) son presentadas por su propia prensa y sus fans como los proyectos visionarios de un genio impermeable a la trivialidad de lo circunstancial y que solo mira al futuro. Cuando Musk monologa, como lo hace en este film, sobre la necesidad de preservar la “chispa de la conciencia” del género humano, no piensa en amenazas urgentes como el cambio climático o una nueva pandemia sino en eventos de extinción masiva como el impacto de un cometa o la transformación del sol en una estrella gigante roja (algo que sucederá, minutos más o menos, en cinco mil millones de años). Paradójicamente, “ocupar Marte” no nos protege contra nada de eso sino que, por el contrario, alienta la noción falsa, si el objetivo es la supervivencia humana, de que cuando acabemos de arruinar este planeta podremos mudarnos a otro.
A pesar de su pretendida singularidad, Musk encarna a un personaje estereotipado, el del magnate excéntrico, un tropo de la ficción probablemente inspirado por Howard Hughes, el ingeniero autodidacta, director de cine, aviador y millonario obsesionado por construir el avión más grande el mundo, que luego de años de trabajo y una inversión descontrolada (en buena parte estatal), solo pudo volar 27 segundos. Aunque algunos de sus proyectos fueran lunáticos, es indudable que la monomanía de Hughes produjo avances importantes en la aeronavegación. Del mismo modo, con sus ideas rimbombantes y enfocadas en la autopromoción, Musk lideró equipos que alcanzaron algunos logros notables, en particular, el descripto en este documental: su compañía SpaceX hizo realidad una imagen de la ciencia ficción, tras varios intentos fallidos pudo aterrizar por control remoto la fase de propulsión de una capsula espacial, hasta ahora descartada y destruida tras superar la gravedad terrestre. Este avance permite reutilizarla y abaratar exponencialmente los lanzamientos, algo que podría reactivar el programa espacial norteamericano.
Regreso al espacio muestra el plan de negocios de Musk para convertirse en el principal contratista privado de la NASA como la saga personal de un billonario altruista obsesionado por conducir a la humanidad hacia una utopía científica salvadora. Se reconstruye el derrotero de SpaceX del modo en que lo haría un aviso institucional: la película está enteramente purgada de críticas o controversias y todo se muestra en su mejor versión. Aunque hay decenas de entrevistados, se escucha una sola voz porque todos los que hablan, además de Musk, son empleados o asociados del magnate. Esta es la historia oficial de la corporación, aprobada por su propio dueño y narrada de tal modo que ni siquiera insinúa otro relato en las grietas de éste: salvo en algunos intercambios aislados en los que se vislumbran excesos de ego o de complacencia, el documental aplica el modelo transitado del héroe solitario en una lucha desigual contra las fuerzas del destino o la adversidad que amenazan con clausurar su visión. “Solo cuatro entidades en la historia lograron llevar humanos a la órbita terrestre: Estados Unidos, China, Rusia y Elon Musk”, afirma una locución y tal enunciado dice tanto sobre Musk como sobre el documental: es claramente lo que Musk desea escuchar sobre sí mismo y una distorsión de la verdad.
Basta leer apenas un par de investigaciones periodísticas para enterarse de que la promocionada llegada de Musk y la iniciativa privada a la órbita terrestre se hizo posible, en parte, gracias a tecnología y financiamiento aportados por el gobierno estadounidense. También que sus ideas grandilocuentes sobre la pacificación y democratización del espacio no conjugan bien con un reciente juicio que inició a la Fuerza Aérea norteamericana para lograr que su empresa quede habilitada para realizar lanzamientos militares y sea incluida en los contratos de defensa nacional que reportan miles de millones de dólares a sus beneficiarios. Según el Washington Post, SpaceX puso en órbita este mismo año al menos un satélite espía en su cohete Falcon 9. Nada de esto es siquiera sugerido en el documental que, como todos, consiste en inevitables recortes de la realidad, solo que, en este caso, todos los recortes van en la misma dirección.
Los directores Elizabeth Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin (ganadores de un Oscar por Free Solo, otro registro de un combate personal por lo que parece otra obsesión inútil: la escalada sin arneses de protección del gigantesco monolito granítico conocido como El Capitán) ignoran deliberadamente toda la historia de su sujeto, incluso la más reciente y que los toca de cerca. Su documental previo, The rescue (2021) cuenta el rescate, sucedido en 2018, del grupo de escolares atrapados en las cuevas inundadas de Tham Luang, en Tailandia. Insólitamente, Musk tuvo una participación secundaria muy poco feliz en este evento. El empresario viajó al lugar y concentró sobre sí la atención de la prensa cuando quiso aportar al salvataje otra de sus ideas “innovadoras”: rescatar a los niños con un minisubmarino diseñado especialmente por los ingenieros de SpaceX. La propuesta fue ridiculizada por uno de los buzos que concretaron el rescate por un detalle obvio: un objeto rígido no tenía posibilidad de atravesar los meandros de la caverna. Musk respondió con un berrinche y amenazó con enviar el minisubmarino de todos modos, al tiempo que, sin fundamento alguno, acusaba al buzo de ser un pedófilo a través de su cuenta de Twitter. (A propósito, ahora es literalmente “su” cuenta de Twitter, ya que hace pocos días se volvió al mayor accionista de la compañía e intenta comprarla en su totalidad para “garantizar la libertad de expresión” y rehabilitar la cuenta de Donald Trump). Los realizadores dejaron, piadosamente, toda esta lamentable intervención fuera del documental y quizás así hayan asegurado los fondos para llevarlo a cabo.
La película encuentra sus mejores momentos cuando se aleja de la insistente autopromoción del millonario para concentrarse en la saga de los ingenieros que intentan hacer algo que nunca se había hecho antes y en los astronautas que ponen en riesgo su vida para materializar la visión de su jefe. El retrato saneado de Musk deja pasar la oportunidad de una película mejor, que se pregunte si son los superricos quienes deben imaginar y ser los artífices de nuestro futuro, o que muestre las contradicciones del megalómano que desafió a Putin a una pelea a trompadas por Ucrania, que vendió lanzallamas en Twitter por 500 dólares, que declaró que preocuparse por el covid era “de idiotas” porque el virus desaparecería en pocas semanas, que inspiró la personalidad de Tony Stark en la película Ironman, que llamó a su último hijo “X AE A-12″ pero también que logró reiniciar en solitario el programa espacial de su país y volverse el hombre más rico del mundo en el proceso.
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