Tito Puente: el rey del timbal en Buenos Aires

Todavía sigue pensando que el absoluto "Rey del Mambo" es Pérez Prado. Aunque Tito Puente, el indiscutido "Rey del timbal", se haya convertido -desde su irrupción en el panorama latino- en un embajador de la rumba, el mambo, el cha-cha-cha, el guaguancó y el latin-jazz.

Se mueve con gracia y habla con una melodía caribeña. Cuando se ríe cierra los ojos y los abre de golpe, como si le causara sorpresa su propia reacción. Dice que todo lo que cuente, ya fue escrito alguna vez. Y advierte: "No me preguntes cuando nací, donde nací y por qué nací".

Cansado de su viaje, y a pesar del comentario, el timbalero luce de buen humor, como los contagiosos estilos que fue condensando en su larga historia, donde se acumulan 5 Grammys, 116 discos y una simpática participación en la película "Los reyes del mambo". Se congracia y comenta que le gusta bailar tango. "Como la música latina, el tango está de moda en todo el mundo -concede el percusionista-. Yo viajo mucho. En Japón, me sorprendí con toda las orquestas de tango y las versiones en español que se hacían de temas como ÔCaminito´. Me gustó como lo cantaba una japonesa...", y la empieza a imitar. Autodidacta, Tito Puente, dice que su magistral toque no lo aprendió en ninguna academia. "El estilo que toco no se puede aprender en los libros. La música que hago se aprende en las calles, y en los escenarios. Esa es la diferencia con algún músico europeo o americano. No se trata sólo de como agito mis palillos, sino del tumbao del contrabajo y del son de la orquesta. Eso forma un todo. Esa es la clave, y nosotros la tenemos".

El neoyorquino, de padres portorriqueños, que tiene todo el acento latino es ritmo puro. Hace 50 años que le viene sacando lustre a esos timbales. Pero confiesa: "El único familiar que hacía música era un tío que tocaba un violín desafinado. Yo empecé tocando la batería hasta los 12 años. Después me enteré que una orquesta de mi barrio necesitaba un timbalero y me presenté. La síncopa era muy diferente, pero aprendí tocando.Y acá me ves".

Es blanco como su pelo, pero dice que tiene el corazón negro. "Los mejores músicos son de color. Por eso cuando empecé me miraban con recelo, porque pensaban que un blanco no podía tener ritmo. Pero cuando tocaba les tenía que decir que se apartaran porque no podían frenar mi música, chico".

El percusionista y arreglador, que llevó estos sonidos alrededor del mundo, y fue diez veces a Japón aclara: "Puede ser que no tengamos el mismo idioma con otra gente y que no tengamos nada en común con ellos, pero la música es universal. Por ahí, estamos frente a frente y no nos entendemos una palabra, pero cuando empiezo a tocar todos empiezan a brincar".

Hoy, a partir de las 20, tocará en el "Festival de la Salsa", en el estadio Obras, junto a Celia Cruz y José Alberto "El Canario". En su cuarta visita, un Puente sincero dice:"No me gusta el nombre de la salsa. Ese es un invento para vender mejor esta música. Lo que nosotros hacemos son ritmos de nuestras raíces, que no tienen nada que ver con ese nombre, que suena a ingrediente de pastas" y arruga su cara, con desprecio, por la etiqueta.

Para él, las noches calientes del legendario Palladium han terminado. La música latina, sostiene, está por entrar en otra audiencia. "Hace poco tocamos en un lugar muy prestigioso y me llamaron de una sinfónica para que ponga mis ritmos, y en el futuro tengo pensado llevarla a Celia Cruz para que cante. Ahora me gusta que la gente ponga atención a mi orquesta y no sólo que estén con sus tragos y se pongan a bailar sin saber qué escuchan. Ese sería otro salto para la música latina".

Los próximos pasos son China y Rusia. Pero el único escenario que le falta recorrer queda a unos cuantos kilómetros, muy lejos del planeta tierra. "Para el 2000, quiero tocar con mi orquesta en la Luna. No pienses que estoy loco, es en serio. Y lo voy a hacer. Después de eso cuelgo los palillos", y se ríe con el mismo ritmo sostenido y contagioso de sus timbales.