
Un concierto difícil de olvidar
La banda de El Palomar ofreció una función a beneficio con muchos invitados.
1 minuto de lectura'
Si no se estuvo presente, habría que imaginar muchas cosas: una fría noche de martes; un estadio desbordado como en otros tiempos, más dulces económicamente; una fiesta grande, muy grande, con muchos invitados; un cantante intentando domar una gripe con 40 grados de fiebre; un concierto que no bajó los decibeles ni por un minuto. Habría que imaginar también a una banda que, se podría decir, perdió uno de sus pulmones pero respira con total normalidad. Y más, mucho más.
Anteayer, el séptimo show del ciclo de presentaciones llevadas adelante por Los Piojos, en el estadio Obras Sanitarias, fue el cierre perfecto, redondo -con perdón de la palabra-, para confirmar el pico de popularidad que experimenta el grupo de El Palomar.
Siete conciertos con entradas agotadas, más de 40 mil personas en dos fines de semana y el corolario con una jornada a beneficio, en la que varios de los músicos más representativos de la escena local se les unieron en una de esas noches inolvidables, repletas de imágenes para guardar en el arcón de la memoria.
Como cuando Diego Arnedo se enfrentó bajo a bajo con Micky Rodríguez, mientras Ricardo Mollo fusionaba las guitarras de "Arco" -del segundo disco piojoso- con las de "Mejor no hablar de ciertas cosas" -de Sumo- y su voz retumbaba con los versos de "la flor de la planta más dulce".
O esas desprolijas pero calientes versiones de "Verano del 92" y "El farolito", con Cucho y la sesión de vientos de Los Auténticos Decadentes arengando a un público que, a esa altura, no necesitaba ningún tipo de aditamento extra: estaba en llamas desde el primer acorde. Y ni hablar de la potencia tracción a sangre que derrochó el trío La Renga, recibido por la gente como si jugara otra vez de local en el estadio de Libertador.
Yendo de la cama al show
Andrés Ciro, cantante de Los Piojos, había pasado dos días en cama con mucha fiebre. De todas formas, el show no se suspendió. Por los invitados, pero fundamentalmente por el fin benéfico del concierto: la recaudación de la función -cerca de 25 mil pesos- fue íntegramente donada a la Fundación Angel Roffo, de lucha contra el cáncer.
Entonces, como anfitrión, Ciro debió pararse allí arriba, con su blanca palidez, ronco y por demás débil pero rebosante de alegría. Ofreciéndoles protagonismo a músicos que alguna vez fueron sus ídolos -como en el caso de los ex Sumo- o a aquellos que hoy son sus pares o amigos -La Renga, Viejas Locas, los Decadentes y Peteco Carabajal entre otros-.
Por eso el show fue más rockero que nunca, recordando los primeros años de la banda, sin la dosis candombera -marca registrada del baterista Daniel Buira, pulmón percusivo de Los Piojos que hace apenas unos meses partió luego de una polémica disputa interna- que abordaron desde el disco "Tercer arco" a esta parte y se había hecho carne en sus seguidores.
Rock de guitarras ardientes para canciones urgentes como "Llevátelo", "Cruel", "Pega-pega", "Babilonia" y "Ximenita", todas extraídas de sus dos primeras producciones discográficas.
El rock unido en Obras
Durante la caliente jornada, no hubo tiempo para bajar. Sale Viejas Locas, entra La Renga; sale La Renga, entra Divididos; sale Divididos, entran todos otra vez.
Y por eso producía sana envidia ver a Micky, Tavo Kupinski -que tomó las riendas vocales durante casi toda la noche-, Piti Fernández y Ciro, los cuatro históricos del grupo, desbordantes de merecida emoción, convenciéndose de que un tropezón no será caída y llevándose toda esa energía para derramarla en su próximo álbum, que comenzarán a grabar apenas se recupere el cantante.
El presidente y la vicepresidente de la fundación beneficiada agradecieron al público y a la banda. "No los llamamos sino que ellos se ofrecieron", sentenciaron. Abrazos, aplausos y vítores para todos.
"Salgan de los camarines y vengan a tocar", suplicó ya en el final Piti, consciente de que la espera no era nada buena para Ciro, que a dos horas del comienzo casi ni podía hablar.
Poco a poco fueron apareciendo los músicos, y entonces buena parte del rock local más convocante de la última década se unió arriba del escenario para una extensa versión de "Around and around", de Chuck Berry, luego convertida en "Zapatos de gamuza azul".
No había tiempo para más. Los Piojos culminaron una serie récord en el estadio Obras y ahora enfrentarán su próximo paso discográfico, más fuertes y más confiados.
El saludo final, con todos los músicos, anfitriones e invitados, abrazados ocupando cada centímetro del escenario, registró la última fotografía histórica. Eran muchos, demasiados. Tantos que, si no se estuvo presente, es muy difícil de imaginar.




