Una enorme idea musical convertida en palabras
Sinfonía n°2 Resurrección, de gustav Mahler / Orquesta y coro estable del Teatro Argentino de la Plata / Director: Carlos Vieu / Director de coro: Hernán Sánchez Arteaga / Solistas: Daniela Tabernig (soprano) y Florencia Machado (mezzosoprano) / En el Teatro Argentino de La Plata / Nuestra opinión: Excelente.
La ejecución de la segunda sinfonía coral Resurrección, de Gustav Mahler, es un monumental desafío que hace inevitable admirar el ocaso del romanticismo. Sus movimientos -que aislados pueden ser tomados como excesos- son parte de un todo que conjuga un arco narrativo de enorme exigencia para intérpretes y directores. Desde una visión complementaria representa también una oportunidad para destacarse de forma categórica, que es exactamente lo que hicieron la orquesta y el coro del Teatro Argentino junto a sus directores y las solistas. Lo que se oyó fue una minuciosa y soberbia Resurrección, que dejó entrever una construcción arquitectónica de gran precisión sobre los contrastes.
Desde el principio del primer movimiento, las líneas de violonchelos y contrabajos se plantearon como cimientos y motores de este gran monumento temporal, y expusieron el primer tema con cuidada consideración sobre su significado de duda acerca de la vida después de la muerte. Esta entidad (retomada insistentemente en un impetuoso desarrollo) vuelve a afirmarse en la reexposición, que algunos incautos casi truncan con aplausos en pleno silencio, impugnados por la implacable mirada del Vieu. Quitando el fastidio, esos aplausos son buenos augurios de un fervoroso público no familiarizado aún con los hábitos de concierto. Y ni siquiera ese momento externo a la decisión artística pudo romper con la coherencia de un movimiento con accelerandos y entradas de enorme precisión.
El segundo movimiento, con su aire pastoral, insinúa que en las postrimerías de la vida los buenos recuerdos son inevitables. Se desarrolla a partir de dos secciones que se suceden y recurren repletas de melodías fluidas y cantabiles a cargo de las cuerdas y los vientos. Es para destacar la efectividad del pasaje de pizzicatti, que recuerda que lo sublime también puede estar entre el piano y el pianissimo. En este punto, el timbal rompe con el ensueño y da pie a que los vientos introduzcan un vals que, con una marcha casi frenética por momentos, vuelve a poner en eje la realidad durante todo el tercer movimiento.
Florencia Machado se pone de pie para darle voz a la promesa de vida eterna en "Luz primigenia", y el teatro se prepara para deleitarse. Ella no decepciona: entrega una performance de una calidad vocal apabullante, una dicción y proyección que hace al texto perfectamente inteligible y emotivo.
El último movimiento fue impecable, al igual que la musicalidad de la soprano Daniela Tabernig. La intervención del coro estableció con su pianissimo inicial un ambiente de una carga espiritual solo comparable con el sentido narrativo del gran triunfo sobre la muerte. Con claridad recurrió el material temático de movimientos anteriores, y la coda final deslumbró con la intensidad y contundencia del trabajo vocal y su singular instrumentación.
Emocionados y exhaustos, los artistas saludaron y los asistentes se sacaron las ganas contenidas de aplaudir. Para cerrar, las sentidas palabras de Vieu al público en relación con la cultura ameritan un eco: "Defiéndannos con su presencia". Podría agregarse: tal como defendieron los intérpretes y directores la magnífica elaboración de la Segunda.
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