Reseña: Bakkhai, de Anne Carson
Tal vez por su puesto en los programas universitarios humanísticos, el imaginario clásico tiene todavía en la literatura angloamericana una naturalidad que en otras lenguas aparece erosionada. La última Premio Nobel, la estadounidense Louise Glück, acude a él en sus poemas. La canadiense Anne Carson (Toronto, 1950) enseña “griego antiguo para vivir” (como repiten siempre las solapas de sus libros), pero además infiltra su proteica obra de ese mundo distante al que su erudición asociativa vuelve de pronto próximo y necesario. Lo prueban su famoso ensayo Eros, el dulce-amargo -donde, entre otros, tiene un lugar clave Safo-, pero también sus “traducciones”.
Bakkhai (2015) –Las bacantes– es una de esas versiones. Carson anota que es la obra más subversiva de un autor, Eurípides, que rompió a tal punto las reglas del teatro clásico griego que recuerda los reality shows. La pieza, tardía en el corpus del dramaturgo, todavía hoy es objeto de las más diversas interpretaciones, con la presencia activa y permanente de un dios mistérico (Dionisio, “dios de la intoxicación”) y del tebano Penteo (“que no puede admitir que preferiría vivir en la piel de una mujer”, Carson dixit). También aparecen Cadmo y el ambiguo adivino Tiresias. En un poema introductorio, se habla de la vida como escenario y “el deseo/antes del deseo,/ el lamido del comienzo para saber que no sabes” y se nombra al pasar a Freud o Stephen Hawking. En la pieza teatral vuelta poema, Cadmo puede preguntarse si pedir un taxi. El acento de Bakkhai no está puesto, sin embargo, en esa vocación contemporánea como en el torbellino al que se dirige que, puntuado por los coros femeninos de las bacantes, es tan antiguo como poderoso y actual. La edición, impecable, es bilingüe.
Bakkhai
Por Anne Carson
La Pollera
Trad.: Bernardita Bolumburu
164 páginas
$ 990