Reseña: Notre-Dame-des-Fleurs, de Jean Genet
Después de que Jean-Paul Sartre publicó su monumental Saint Genet, comediante y mártir (1952), el ensayo que catapultó a la fama a Jean Genet (1910-1986), el escritor, inesperado objeto del libro, afirmó que había sentido un ultraje, “la sensación de que me había desnudado alguien diferente de mí mismo”.
Se entiende por qué. Hasta ese entonces, Genet era un escritor radical, pero más o menos secreto. A partir de entonces, fue un escritor célebre, perseguido por el escándalo, con el peso de aquel libro ajeno sobre sus espaldas.
Notre-Dame-des-Fleurs (1943) fue su primera novela. La empezó a escribir en la cárcel, adonde había ido a dar por sus actividades delictivas. Ya en la primera página está el formidable fraseo de Genet, con su canto lírico a los asesinos que va a contramano de todo, en tema y en estilo. El del francés es el universo de los marginales, de los ladrones, de la noche homosexual de Montmartre, y en ese mundo se mueve Divine, un travesti alguna vez llamado Louis Culafroy, su macró Mignon, el africano Seck y también un joven asesino adolescente, el del título, de una belleza brutal.
No hace falta subrayar el extremismo de una narración así en tiempos tan lejanos –y en plena Segunda Guerra–, pero más notable es que esa apuesta perdure hasta hoy con toda su potencia. Genet, que también escribió poesía y obras de teatros decisivas (Las criadas), era un autodidacta por completo despreocupado de las convenciones, y su prosa le da credenciales a los bajos fondos, el crimen y los descastados del mundo como nadie lo había hecho hasta entonces, y pocos lograron hacerlo después.
Notre-Dame-des-Fleurs
Por Jean Genet
El Cuenco de Plata. Trad.: S. Mattoni
284 páginas, $ 8500