Adelanto de libro. El viaje al fin de los Redonditos de Ricota
El libro La última noche de Patricio Rey aborda la entrevista que, en 2001, los periodistas Martín Correa, Humphrey Inzillo y Pablo Marchetti le hizo al trío mandante de una banda que horas después dejaría de existir
Los Redondos, estaba claro, eran uno de los pilares estéticos de La García. Eran, también, la banda más convocante del país. E integraban, además, la columna vertebral de la banda sonora de la vida de (casi) toda la redacción. Entrevistarlos era, al mismo tiempo, un objetivo, un sueño, una utopía. Visto a la distancia, puede parecer una estrategia. No podríamos asegurarlo, pero tampoco desmentirlo. De algún modo, lo que hicimos fue rodearlos. A los tres meses de estar en la calle, entrevistamos a Rocambole. Una extensa entrevista que compartió la portada de la revista con las entrevistas a Bersuit Vergarabat durante una gira en Madrid y a Man Ray después de un ensayo en Palermo Viejo.
Nos volvimos parroquianos de El Imaginario, en la esquina de Bulnes y Guardia Vieja, en el barrio porteño del Abasto. Allí estaba el bar de Lecu. Lecu es Javier Lecumberry, tecladista de La Doblada, que a partir de 2002 (¡alerta, spoiler!) pasaría a integrar la banda de Skay solista. Íbamos ahí porque las hamburguesas eran terribles para el bajón post concierto, porque nos flasheaban esos ventiladores que hacían circular el aire de un modo estrafalario, porque en el sótano había buenos conciertos y, detalle para nada menor, porque era el bar favorito de Poli y Skay. Nos cruzábamos y siempre nos trataban con afecto.
(...) Hasta que los Redondos anunciaron que a mediados de abril tocaban por primera vez (sería la única) en la cancha de River. Y llegó un llamado de La Negra Poli. Y una cita en su casa de Palermo Viejo.
Así lo contábamos en “Por fin”, el editorial del número 27, en marzo de 2000:
La espera excedía con creces los nueve meses que La García lleva en la calle y se extendía a límites que variaban entre adolescencias tempranas y tardías, de acuerdo a cada caso particular. La espera excedía también a los tres privilegiados que fueron (fuimos, ejem) a la nota más esperada de todas. Lo único que en algún momento –muy breve, por cierto– nos hacía dudar sobre si en realidad nos gustaría mantener una larga charla con el Indio, Skay y Poli era algo que en algún momento el Indio deslizó en la entrevista: nos preguntábamos si, en definitiva, no es bueno mantener una distancia personal con la gente a la cual uno admira por su obra; si no sería demasiado fuerte eso de encontrarse con los responsables de buena parte de la banda de sonido de nuestra existencia. Las dudas duraron poco: lo que tardamos en admitir que nos moríamos de ganas de hablar con ellos de todo. A medida que se acercaba el momento de la nota pasábamos sin escalas de la euforia al pánico. Dato curioso: todas esas alteraciones desaparecieron de nuestras mentes exactamente un minuto y veintitrés segundos después de haber comenzado la charla con el Indio. ¿Por qué? Fácil: porque “la estampita” en que dice el Indio que se ha convertido para muchos, había desaparecido detrás de un tipo que habla sin parar (no habla nunca, pero cuando habla…); que busca (y encuentra) las imágenes más elegantes para explicar todo en esta vida; que se fastidia con quienes lo malinterpretan; y que… bueno, un montón de cosas. Lean y disfruten. Aquí está Skay Beilinson, aquí está La Negra Poli y aquí está el Indio Solari. Aquí está Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. En La García. Por fin.
Una de las características de la revista era contar la trastienda de las entrevistas. En la sección “Es lo que hay” de ese mismo número, escribíamos:
Todos los recaudos estaban tomados. Salimos de la redacción (Bernardo de Irigoyen 972, San Telmo) una hora antes. Sabíamos que el tránsito a las siete de la tarde suele complicarse, y la realidad de la avenida Córdoba nos dio la razón. A paso de hombre, casi siempre alternando primera y segunda, nos fuimos acercando a destino. La ubicación en el vehículo era la acostumbrada para los partidos en los que se juega fuerte: Martín reventando los cambios, Pablito de copiloto y Humphrey custodiando el asiento de atrás. Ocho en punto, pero ocho en punto en serio, tocamos el timbre de la casa de Poli y Skay, y enseguida percibimos la voz de La Negra que exclamaba: “¡Qué puntuales! Merendaron y vinieron corriendo”.
Pasamos tímidamente, y la anfitriona nos guio hasta el living, donde esperaba sentado en un sillón individual el Indio Solari. Se paró y nos dio la mano cálidamente, sin quitarse esos anteojos oscuros. Poli aconsejó ubicarnos y ofreció bebidas. “Yo estoy mal del estómago… traé cerveza”, madrugó el Indio, y todos estuvimos de acuerdo. Todavía no habíamos caído, y ya escuchábamos a “la estampita” desde cerca, más cerca que nunca. Al rato llegaría la música, o Skay, feliz por los pormenores del reciente ensayo pre River. Y tranquilo, como siempre, le pidió a Humphrey que le devolviera su sillón. “Es por la espalda”, se justificó. Había pasado una hora de charla y Poli pensó en unas empanaditas. Eran compradas, y el chiste fue el mismo que en casa: “¡Estuviste amasando toda la tarde, no te hubieras molestado…!”, dijo el Indio. Saciado ya el apetito, la charla tomó un color más íntimo. No, no tuvimos nuestra foto cholula. Pero eso no importa, la foto está guardada acá adentro… la foto del abrazo de despedida. Y es verdad: las despedidas son esos dolores dulces.”
Fueron cuatro horas de charla que ocuparon veintisiete páginas y que publicamos en dos partes, en las ediciones 27 y 28 de la revista, que recorrieron un abanico de temas que luego el Indio Solari definiría como “del universo al bife”. Recuerdos de los años de bohemia en La Plata, de la infancia, las expectativas por el show en River, las escapadas a Nueva York, Walter Bulacio, los procesos creativos, los piratas, recuerdos de Luca Prodan y Federico Moura.
De estos polvos futuros lodos. De aquella entrevista, este diálogo:
LA GARCÍA: ¿Han tenido momentos de crisis entre ustedes?
INDIO: A mí esa es una cosa que no me termina de gustar. ¡Porque no ha pasado! (risas). Es una cosa rara, hay momentos de puntos de vista diferentes, pero no somos tan necios… Creo que las discusiones grandes se dan por una pulseada de poder. En general, cuando las bandas discuten, llega un momento en que ya no es importante por qué arrancó la discusión. Y si simplemente es una pulseada por el poder, resulta ser que escribe letras el que no tendría que escribirlas, que toca la guitarra el que no tendría que tocarla y va a negociar el que no tiene que negociar. ¿Para qué? Para estar en todos los lugares. Es una pugna por el poder, por la política de la banda. Creo que cuando uno empezó la cultura rock era muy diferente. Entonces aprendimos a llevarnos bien por cosas más profundas que esas. En general, no recuerdo… hemos tenido diferencias, pero no recuerdo algún tipo de crisis, qué se yo, de decir “se va todo a la concha de la lora”. No sé. Al menos no me lo dijeron (risas).
POLI: Yo tampoco me enteré.
INDIO: Pero es raro, también. Eso es una cosa medio rocker, pero no ayuda porque provoca planes más efímeros. Hubo bandas que se han llevado para la mierda y han producido cosas muy buenas. Sin ir más lejos, los Stones. Yo no sé qué cosa es mediática y qué cosa no, pero de cualquier manera, en un momento Keith Richards dijo que los Rolling Stones eran más importantes que cada uno de ellos. A veces es nada más que una manera de decir: cuando uno tiene los huevos llenos no significa nada. Pero, en realidad, también puede servir para hacerte acordar de que formás parte de algo y que un capricho que puede durar un mes no debería tirar todo por la borda. Esas son cosas que la madurez tolera más que la juventud. Quizá cuando éramos jóvenes no había tanto premio para los Redondos y por eso no nos peleábamos. Bueno… ya nos vamos a pelear (risas).
(...) Unas semanas después de la salida del disco Momo Sampler, otra vez en el living de la casa de Poli y Skay, nos encontramos cara a cara con el Indio. Esta vez, al tridente habitual se sumó Ingrid Beck. Al inicio de la entrevista, Solari se mostró agradecido por las casi treinta páginas que les habíamos dedicado a nuestra primera entrevista. “Más allá del elogio del reportaje de ustedes la vez pasada, supongo que el espacio que tiene la revista permite que la fotografía salga un poquito menos deforme que cuando te sacan en un diario”. El Indio había quedado enojado con una entrevista publicada en el Sí!, de Clarín (firmada por Fernando García, Ernesto Martelli y Pablo Schanton), donde había dejado, entre otros textuales, este: “Yo no estoy a favor de matar a nadie. Debe ser una frontera extraña matar a alguien. Pero tampoco me entrego mansamente a la humillación... En mi casa, yo vivo con siete perros y tengo una 12.70. (...) Del ligustro para acá que no me venga nadie a romperme los huevos. Yo soy un opinólogo de cualquier cosa, lo que sea, pero cuando está en juego mi mujer, la gente que quiero, no sé que soy capaz de hacer. ¿Acaso no están de moda los secuestros express? Ya no se llevan a un industrial por medio millón de dólares sino que se cargan a cualquier perejil por diez lucas. Por más que tengas leones en tu casa, si te la quieren dar, te la dan. Tampoco soy el único de mi barrio que tiene matraca… (...) La vida que llevó uno no fue solo tocar la guitarrita. Yo tengo cincuenta y dos años y he visto muchas cosas, en distintas épocas, lo que pasa es que tantos años de ecología y Animal Planet cambian la mentalidad. Yo todavía llevo grabada la mirada del primer animal al que maté de un disparo. El uso de armas era algo común. Si tu viejo y tu hermano iban de caza, vos también estabas ahí a los tiros. Uno aprendía a usar un arma como ahora los chicos manejan el joystick”.
Aquella noche, entre cervezas, whiskies y pizzas caseras, repasamos la historia por detrás de cada una de las canciones de Momo sampler. Pero también, en una extensa conversación que duró, otra vez, cuatro horas, hubo tiempo para repasar mojones de la (pre)historia de Patricio Rey, las películas experimentales de Guillermo Beilinson de mediados de los setenta. “Yo hace rato que no las veo. Pero lo tengo grabado porque lo filmábamos y lo editábamos nosotros, y es la gira a Salta que era… (risas). Bueno, en esa éramos todos presidiarios, todo el bondi eran presidiarios. Y era todo un delirio de movida, porque justo era una banda como nosotros en un lugar de los más conservadores que había. Todavía debe ser, hace mucho que no voy a Salta, pero en esa época no sabés lo que era. Esa filmación es inenarrable, es maravillosa. Yo dos por tres se la quiero pedir al Negro, porque hemos hecho varias cosas juntos”, decía el Indio.
SKAY: Es más, el origen de los Redondos es haciendo la música para una película que había hecho: Ciclo de cielo sobre viento. Empezamos a hacer la música, y de ahí termina siendo…
INDIO: Muchas cosas han pasado. De pronto, había un plan para conseguir dinero para comprar máquinas. Porque siempre hubo una idea de independencia. La plata fue siempre para la independencia.
SKAY: Sobre todo porque no había otra manera.
LA GARCÍA: ¿Habrá forma de mostrar eso o no les interesa?
INDIO: Mirá, a mí me interesaría, de movida, tenerlo.
SKAY: Mi hermano está en este otro viaje. Le hemos pedido, pero él tiene otros tiempos…
INDIO: Aparte de eso, hay películas donde trabajamos nosotros, trabaja Skay. Aunque sea para verse uno, joven. Decía que en Ciclo de cielo sobre viento yo aparezco con una escopeta… (carcajadas, aplausos). Como un francotirador, por una ventana, con un máuser… (risas).
SKAY: O aparece esa foto que nos habíamos sacado en Santa Fe. ¿Te acordás? Una que estamos todos con las escopetas (risas).
INDIO: A mí me gustaría tener copias, porque también me da miedo. Yo sé que él ya las cambió de formato.
SKAY: Yo le dije a Guillermo, y quedamos en que las iba a hacer…
INDIO: Yo tengo la copia de una, de Celos, en Súper 8. Inclusive, la banda de sonido empieza a estar pegada al celuloide en la mitad.
SKAY: De la gira a Salta pasó lo mismo, de la música ya no quedó nada…
LA GARCÍA: ¿Qué música era?
SKAY: Lo que tocábamos nosotros.
INDIO: Sí, qué se yo, “Maldición”, “Blues de la libertad”...
POLI: “Toma luz de mi estera”...
INDIO: ¿”Toma luz de mi estera”? ¡Ah, sí! Lo hacíamos. Nada más que más rockeado, no tan country.
LA GARCÍA: Ese tema no está en ningún disco.
INDIO: Hay montones de cosas. Lo que pasa es que uno siempre quiere hacer lo último que se le ocurrió. Si vamos a ir a buscar… Somos jovatos, ya. Las cosas que estoy descubriendo ahora, cintas, donde canta Poli, canta [Claudio] Kleiman (risas), yo toco un balde de plástico, y canto. Y hacemos coros y canta Poli. Hay una versión –mirá lo que les voy a decir, total nunca la escucharán–, de “Mejor no hablar de ciertas cosas”, hecha por nosotros tres, que es otra cosa, no tiene nada que ver con la versión que se conoce.
LA GARCÍA: ¿Por qué nunca la vamos a escuchar? (Más que una pregunta es una súplica).
SKAY: Bueno, en algún momento, por ahí…