En Argentina no había capacidad para realizar un trabajo de semejante envergadura. Esa fue la conclusión a la que llegaron varias empresas de Estados Unidos y Europa cuando recibieron un pedido de cotización para una importante obra dentro del Teatro Argentino de La Plata, en la provincia de Buenos Aires. Pero Jorge Bobienko (63) no estaba de acuerdo con ese argumento y entendió la afirmación como una falta de respeto hacia el profesionalismo local.
Corría 1999 y, esa mañana, Humberto Colatruglio, dueño de la única broncería artística de la Argentina, había golpeado la puerta de su casa. Quería hacerle una consulta por un trabajo que le habían ofrecido. "No entiendo de qué están hablando", le dijo preocupado a Jorge mientras desplegaba sobre la mesa de la cocina los planos civiles del Teatro Argentino de la Plata, que se estaba construyendo, y para el que solicitaban cotizar el diseño y construcción de la araña central de la sala Lírica.
Jorge observó los planos, los estudió al detalle y miró a los ojos a Colatruglio. Estaba dispuesto a aceptar el desafío y, sin perder tiempo, los hombres acordaron una reunión con el dueño de la empresa constructora del teatro. "Hicimos el mismo pedido a varios países de Europa y también a Estados Unidos. Allí todos los consultados aseguran que en Argentina no hay capacidad para hacer esa araña", dijo el responsable.
Desde chico, Jorge Bobienko había soñado con hacer algo maravilloso por su país. Creía en una Argentina distinta en la que él pudiera realizar algo importante. No tenía bien en claro qué podía ser, pero sí tenía en claro que quería dejar una impronta. Curioso e inquieto por naturaleza, empezó a trabajar desde muy pequeño, con tan solo 10 años cuando su pasión por la metalúrgica se despertó. "Mi papá tenía un pequeño taller de mecanizado y cada vez que tenía la oportunidad iba con él a aprender el oficio". A los 14 años ya era medio oficial tornero fresador de una fábrica de termotanques. A los 17 se convirtió en supervisor en Techint y a los 21 fue jefe de planta de Johnson acero. "Cuando llegaba de trabajar me iba a estudiar al industrial de Quilmes y lo mismo hice con la universidad. Con muchísimo esfuerzo cursé la carrera de Ingeniería Mecánica en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), porque más allá las obligaciones, ya había formado mi propia familia y tenía una hija pequeña".
Cuando culminó sus estudios, Jorge decidió montar su propia metalúrgica. Iba todo viento en popa, hasta que en 1991, con la llegada de la importación, la industria nacional se vio afectada y no pudo sostener su taller que con gran esfuerzo había levantado. Los años siguientes fueron complicados, hasta que apareció el proyecto de la araña para el Teatro Argentino de La Plata.
Iluminar el cielo
Bobienko tomó la construcción de la araña como un desafío personal. Fue un trabajo artesanal elaborar las 523 piezas que conforman la araña, para transformarla en la segunda más grande del mundo y la única en su tamaño realizada íntegramente de bronce sin estructura de acero. Un total de 15 personas, entre soldadores, pulidores, plegadores, electricistas y ayudantes trabajaron en el proyecto.
Jorge hizo el diseño, memoria de cálculo, dirección de fabricación y dirección de montaje de esta araña que se encendió por primera vez el día la inauguración del teatro, el 12 de octubre de 1999, en la sala lírica Alberto Ginastera. Diseñada bajo la técnica del famoso arquitecto francés Le Corbusier, tiene un diámetro de 5,5 mts, una altura de 3 mts, pesa 2,5 toneladas, posee 200 lámparas y está montada a 30 mts de altura.
Por la realización de la obra, Bobienko obtuvo varias distinciones. Creía tocar el cielo con las manos después de tremendo trabajo, porque más allá de sus capacidades y de su seguridad, se transformó en un reto demostrar al mundo que en su querida Argentina, sí había y hay gente capacitada para hacer trabajos de ese calibre.
Herramienta de trabajo
Sin embargo, los días de gloria se vieron opacados por un accidente laboral que transformó por completo su vida. Producto de una mala instalación eléctrica, un montacargas enganchó su brazo izquierdo y se lo cortó por tracción. Pero nunca perdió su temple. Ante la miada azorada de sus compañeros y empleados, tendido en el suelo, mientras la sangre corría por el piso, no perdió un segundo y pidió un cinturón para hacerse un torniquete y controlar la hemorragia hasta que llegara la ambulancia.
El accidente casi se cobra la vida de Bobienko, que perdió 6.5 litros de sangre. Entre el dolor y las pocas fuerzas, llegó al hospital en San Martín donde le amputaron el brazo pero le salvaron la vida. "Eran tantas las ganas de vivir, y seguir haciendo, que estuve dos días en terapia intensiva y a la semana siguiente volví a trabajar. Nunca descansé ni bajé los brazos".
El año pasado fue convocado para asesorar sobre la reconstrucción de la Catedral de Notre Dame
Lamentablemente las puertas laborales se fueron cerrando, las amistades se fueron alejando, la gente lo miraba distinto, le hicieron notar que ya no iba a ser el mismo. Afectado, Jorge decidió alejarse de la profesión por un largo tiempo. Comenzó entonces a estudiar geobiología y en 2007 escribió "Geobiología práctica para una mejor calidad de vida", con una edición de 1500 ejemplares, que se vendieron en el país, Estados Unidos, Venezuela, México y España. Y así comenzó a dar charlas y hacer consultoría para particulares.
Jorge había perdido confianza en sí mismo, estaba divorciado y solo y fue en ese contexto que conoció a Verónica. Con ella pudo volver a acercarse a su otro gran amor, la industria y, en 2014, comenzó a trabajar para una empresa como jefe de mantenimiento. Hoy, Jorge está jubilado pero se mantiene en actividad. El año pasado fue convocado para asesorar sobre la reconstrucción de la Catedral de Notre Dame en lo que se refiere a las luminarias artísticas que ésta poseía. Quizás signifique un nuevo comienzo de la mano de su pasión.
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