Argentina Pop
En la década del 60, el pop llegó a nuestro país para quedarse. Crónica de cómo esa revolución del gusto sacudió el mundo del arte e insufló nuevos aires a una sociedad ávida de modernidad, mientras adoptaba formas, lenguaje y estilo propios
lanacionar"¿Por qué son tan geniales"? rezaba el enorme cartel publicitario, ubicado en la más que porteña esquina de Florida y Viamonte. Acompañando la pregunta, tres jóvenes sonreían hasta la carcajada. Pocos transeúntes lo sabían, pero las tres genialidades allí anunciadas eran los artistas Dalila Puzzovio, Carlos Squirru y Edgardo Giménez. Por esos mismos días de fines de los años 60, Pablo Mesejean y Delia Cancela, también artistas plásticos, afirmaban: "Nosotros amamos los días de sol, las plantas, los Rolling Stones, las medias blancas, rosadas y plateadas. Las pieles, Saint Laurent y el young savage look, las canciones de moda, el campo, el celeste y el rosa. Ringo y Antoine, las nubes, el negro, las ropas brillantes, las baby-girl; las girl-girl, los boy-girl, las girl-boy y los boy-boy".
¿Qué estaba ocurriendo? Simplemente, el arte pop daba sus primeros pasos en la Argentina. Como lo notara muy tempranamente el crítico de arte Jorge Romero Brest, el acta de nacimiento habría que ubicarla entre los años 1961 y 1962, cuando Rubén Santantonín presentó una serie de objetos al público y Marta Minujín expuso "cuadro-objetos" con planos en relieve que avanzaban hacia el espectador. Al poco tiempo, la artista exhibió unos coloridos colchones que hicieron trastabillar las convenciones del mundillo del arte local. "Has abierto, querida, las entrañas de la bestia, y aquí están las vísceras de la República para quien se atreva a verse –escribió, por aquel tiempo, Rafael Squirru–. No hay más revolución que la tuya, sé lo que digo, Marta, y mientras otros se entretendrán inútilmente en el afán de ubicarte dentro o fuera del surrealismo, fuera o dentro de la pintura, yo cantaré tu coraje de hembra primordial."
Sin Internet, ni fax ni la densa trama de cobertura mediática a la que estamos acostumbrados hoy en día, en nuestro país se gestaba una revolución estética muy similar a la que se vivía en Londres y Nueva York. Justamente, una exposición internacional realizada en una galería neoyorquina en octubre de 1962 incluyó temas como "objetos cotidianos" y "medios de comunicación de masas". Poco tiempo antes, el artista británico Richard Hamilton clamaba por un arte que fuera "popular, pasajero, prescindible, barato, producido en masa, joven, ingenioso, provocativo, con truco, elegante y un gran negocio". Una de las primeras definiciones del pop había sido pronunciada.
Eran tiempos de bonanza económica y de una nueva generación que se declaraba harta de la seriedad, el elitismo y la angustia del arte de posguerra. Los pop hicieron de la cultura popular y masiva su material creativo favorito. Historietas, productos de consumo, publicidad, símbolos y procedimientos creativos relacionados con los medios de comunicación masiva: todos aquellos elementos alguna vez despreciados por pertenecer a la "cultura baja" ahora ingresaban en las galerías de arte y otros espacios legitimados. Más que irreverente, la mirada pop era de una ironía casi militante. Tanto las famosas serigrafías de Marilyn Monroe hechas por Andy Warhol como los óleos de tiras de cómic de Lichtenstein se basaban en un gesto: el comentario sarcástico sobre un modo de producción y funcionamiento social.
Irónicos y propensos a jugar con los sentidos, entonces. Mas no combativos. Eso diferenciaba a los artistas pop de las vanguardias clásicas: lejos de despreciar a los sectores burgueses, aceptaban a la clase media y participaban de buen grado en los rituales del circuito del arte.
Si hubo un sector desconcertado ante esta nueva estética, ése fue el de la crítica. "Mascadores de chicle", los acusaron. "Nuevos vulgares", fue otra de las airadas conclusiones. Hasta "delincuentes" se llegó a oír. Pero también hubo quienes saludaron esta nueva forma de rebeldía, surgida en sintonía con otros movimientos jóvenes, como el nouveau roman (nueva novela) francés o los nuevos cines europeos. "El pop anticipó el modo en que el dinero iba a regular el ámbito de diversas disciplinas, conductas y hábitos en este mundo globalizado en el que vivimos actualmente –comenta Laura Batkis, licenciada en historia del arte–. El contenido del pop manifestó muy tempranamente los hábitos de consumo y la unión tan extrema entre arte y dinero que existe hoy. Se habla de la venta de una muestra como si fuera un criterio de éxito. El éxito comercial no tiene nada que ver con la calidad de la obra. Hoy el mercado del arte regula las tendencias del arte. Esto lo empezó a manifestar Warhol en la década del 60, con sus pinturas del dólar como símbolo del poder económico."
¿Qué formas adoptaron estas experiencias en nuestro país? "En la Argentina se hizo un pop con más incidencia en los objetos que en la pintura –explica Laura , directora del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba)–. Otro de los rasgos que caracterizaron al pop local fue el uso de la parodia."
El gran impulsor de las vanguardias plásticas en general y del arte pop en particular fue el Instituto Di Tella, que en 1963 abrió las puertas de sus centros de arte contemporáneo. Estaban instalados sobre la calle Florida, próximos a la Galería del Este. La intensa actividad y la circulación de artistas y público ávido por conocer lo más nuevo de la creación contemporánea hicieron que pronto la zona fuera conocida como "la manzana loca".
Eran tiempos optimistas, más allá de la crisis política que atravesaba el país. Por eso, en las primeras memorias de la institución podía leerse: "En la actual etapa del desarrollo argentino y latinoamericano, es urgente la necesidad de impulsar la ciencia y el arte, la investigación y la creación".
Los centros de arte contemporáneo se basaban en tres áreas: Artes Visuales, dedicada a la plástica y dirigida por Jorge Romero Brest, Experimentación Audiovisual, más próxima al teatro y dirigida por Roberto Villanueva, y el Centro de Altos Estudios Musicales, dirigido por Alberto Ginastera. La atmósfera de efervescencia cultural, la existencia de un nutrido número de artistas jóvenes y la fluida comunicación entre los tres centros de arte se potenciaron mutuamente. Las actividades del Di Tella incluían unos 50 o 60 eventos artísticos por año. La programación incluía exposiciones, conciertos, happenings (propuestas que se basaban en acciones espontáneas, sin organización previa), muestras con televisión empleando circuito cerrado. Pese a que el golpe de Estado de 1966 hirió seriamente este fecundo centro de expresión, las actividades continuaron por un tiempo. Se hicieron dos muestras, Experiencias visuales 1967 y Experiencias 1968, en las que se presentaron obras ligadas al pop y al arte político. Pero la censura y el hostigamiento cultural pudieron más, y los centros de arte se cerraron entre 1970 y 1971. De todos modos, aquello que el ensayista Oscar Masotta definió como "una ruda y valedera revolución estética" había dejado huellas difíciles de borrar. La estética pop impregnó el diseño textil, la gráfica, el diseño de interiores y la moda. Formó parte de una inmensa transformación cultural que modernizó rotundamente las pautas del comportamiento social.
El retorno a la estabilidad democrática en 1983 permitió retomar muchas de estas búsquedas. "Entre fines de los 80 y principios de los 90 aparece una actitud neopop, que puede pensarse como heredera de esa mirada paródica que se había planteado en los 60", comenta Laura Buccellato.
¿Y en la actualidad? Laura Batkis señala como buenos ejemplos la serie que el fotógrafo Marcos López realizó la década pasada, llamada Pop latino. Y señala algunos puntos de contacto con el pop art en la obra actual de Cynthia Cohen. Por su parte, afirma: "Hoy no se puede hablar de una tendencia única. El pop constituye un lenguaje que invadió todo, se introdujo como un modo de ver. Está incorporado a la expresión, del mismo modo en que el arte conceptual se incorporó a los modos de pensar".
Agenda
Algunas actividades y exposiciones vinculadas con la estética pop y el arte de la década del 60
- Edgardo Giménez y Marta Minujín: desde el 2 de mayo hasta el 7 de junio, galería Lila Mitre, Guido 1568.
- Presentación del libro El arte como provocación, 11 de mayo. Instalación de gigantografías hechas con imágenes de este texto, hasta el 18 de junio. En el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473.
- Diego Bianchi, Imperialismo-Minimalismo: hasta el 26 de mayo, Galería Alberto Sendrós, pasaje Tres Sargentos 359.
- Cynthia Cohen, Entrañablemente, Cynthia: hasta el 13 de mayo. Galería Maman, Av. Libertador 2475.
- Gabriel Daujotas, Pop urbano: hasta el 7 de mayo, Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
- Colecciones de artistas: obras pertenecientes a las colecciones de León Ferrari, Roberto Jacoby y Marta Minujín, entre otros. Hasta fines de mayo, Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929.
- Obras de la década del 60: hasta el 17 de mayo, Galería Arcimboldo, Reconquista 761, PA, 14.
- Homenaje a Marta Minujín, Antonio Seguí, Rogelio Polesello y Luis Benedit: arteBA, entre el 19 y el 24 de mayo, La Rural, Av. Cerviño 4476, Av. Sarmiento 2704.
- Megamuestra sobre arte pop: noviembre (fecha a confirmar), en el Centro Cultural Borges, Viamonte, esq. San Martín.
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