"El 24 de febrero de 1995 a la mañana estábamos yendo de Neuquén Capital al campo que teníamos con mi familia. En un momento nos encontramos en la ruta con gente conocida, paramos en la banquina y, de repente, pasó una camioneta, se le levantó el capó, perdió visibilidad, el conductor volanteó y nos pasó por arriba a mi papá, a mi hermano Nicolás y a mí. Tengo un par de flashes de ese momento, no me pude incorporar, había gente ayudándonos, me volví a dormir y me desperté en la ambulancia donde el médico me preguntaba cosas para evitar que me volviera a desmayar. Me desperté recién en el Hospital Regional de Neuquén, en Terapia Intensiva, acompañado por mi mamá y mis otros tres hermanos".
Enrique Plantey tenía 12 años en el momento del accidente. Por más que estaba dormido, en ese mismo instante supo de la magnitud del choque. No hizo falta que le comunicaran que su papá y su hermano habían fallecido. Él ya lo había intuido. En su caso, la camioneta había impactado en su espalda lesionando su médula por lo que quedó parapléjico y desde ese momento comenzó a utilizar la silla de ruedas.
"Estuve un mes acostado mientras permanecía internado, ya sentarme fue un logro, todo se celebraba como algo positivo. Una vez que me mostraron la silla de rueda era como si se trataba de la mejor bicicleta que me hubiera comprado en toda mi vida. Era mi herramienta para poder salir de la cama, mis amigos me la sacaban, me peleaba para ver quien la usaba, aprendí a hacer willy, era como un juguete", recuerda a la distancia.
Rehabilitación y vuelta al colegio
Tras el accidente, Enrique estuvo cuatro meses haciendo la rehabilitación en Cuba, en pleno comienzo de su adolescencia. Hasta ese momento, cuenta, no había pisado un gimnasio en su vida pero en esa institución hacía ocho horas diarias de ejercicios que incluían 2000 abdominales y trabajos en la pileta.
Cuando regresó a Neuquén, su mamá se puso en contacto con un médico cubano que estaba viviendo en su provincia y continuó la rehabilitación con este especialista durante toda la secundaria.
"Cuando volví al colegio sentí una gran contención, siempre celebro que no se haya hecho una diferencia conmigo y eso fue lo mejor que me pudo haber pasado. No tuve que ir rompiendo barreras, era uno más. Hacía gimnasia con un profesor que me hacía hacer lo mismo que hacían mis compañeros, corría la pista con la silla de ruedas, jugaba al vóley, al handball, nunca hubo diferencias, hasta alguna vez fui al arco en fútbol. Mis amigos estaban acostumbrados, compartíamos todo y si me caía al suelo no venían corriendo para levantarme, sino que dejaban que yo pudiera ver cómo me las arreglaba solo, no me sentían ni lástima ni compasión, es parte de lo que yo siempre trato de transmitir".
"La silla de ruedas nunca fue un impedimento"
A los 16 años Enrique se fue a acompañar a sus amigos que iban a esquiar a San Martín de Los Andes. Una tarde se encontraba tomando un café en la confitería de un cerro cuando, de repente, se acercó a hablarle una señora.
- -Se está por venir una clínica de ski adaptado desde Estados Unidos. ¿Querés participar? –le preguntó.
- -Sí, más vale –le contestó Enrique, muy entusiasmado.
Cuando terminó la clínica, su mamá le compró la silla de ski adaptado y a partir de ese momento durante los siguientes inviernos aprovechaba para ir a esquiar con sus amigos o con la familia. Ese fue el comienzo del amor por este deporte. Al poco tiempo, se fue con unos amigos a Aspen (Estados Unidos) donde trabajaba en la montaña y en los momentos de descanso se iba a esquiar.
Definitivamente Enrique le estaba tomando el gustito al ski. Sin embargo, por aquel entonces sus prioridades pasaban por otro lado. Si bien estudiaba Abogacía y trabajaba en el Consejo de la Magistratura dentro de un juzgado penal con la posibilidad de ascender de puesto, tenía 21 años y sentía que era el momento para hacer la llamada vuelta por el mundo. Con su amigo Javier arrancaron por algunos países de Sudamérica, después se fueron a Norteamérica, Europa, el norte de África, India, China, todo el sudeste asiático, Australia y Nueva Zelanda. Durante el año que duró esta experiencia, Enrique y Javier crearon el blog neuquinosporelmundo donde iban relatando y subiendo fotos de cada uno de los lugares que visitaban.
"Será eternamente difícil explicar para nosotros lo que generó cumplir este proyecto. Al intentarlo, siempre revoloteamos en las mismas anécdotas, argumentamos los mismos motivos que nos llevaron a la concreción del mismo, nos reímos con las mismas situaciones vividas y nos agarramos las cabezas con las peripecias sorteadas", compartieron en uno de los posteos.
"Fue una experiencia increíble por donde la mire, viajar y conocer gente de otros lugares te enriquece mucho, nuestro viaje fue planeado siguiendo el sol, nos hospedamos en casas de familia para hacer una vida lo más similar a la de los nativos. La silla de ruedas nunca fue un impedimento. Mi amigo sabía que a mí no me importaba si había 25 escalones para subir a un hotel, yo siempre iba a encontrar la solución, lo ideal sería que el mundo estuviera adaptado para las personas con silla de ruedas, pero la única forma es adaptarse uno al mundo", expresa Enrique.
Apasionado por el ski
Una vez que volvió de su viaje por el mundo en 2011, empezó a pensar en la posibilidad concreta de practicar ski adaptado en forma profesional para poder competir. Buscando en Google le apareció el nombre de Cristian Arias, que había llevado al equipo argentino de ski adaptado a los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010. Una vez que se conocieron personalmente, Cristian comenzó a motivarlo sobre su potencial para que tuviera como objetivo ser parte de la delegación de Sochi (Rusia) en 2014.
Con esa meta a la vista, Enrique empezó a competir en Estados Unidos y durante tres años vivió prácticamente para eso. Viajó mucho a San Martin de Los Andes y también estuvo en Europa para pulir la esquiada. "Pasé de ser un turista a ser un profesional del ski. Fui aprendiendo la técnica, lo que eran las competencias, fui descubriendo un nuevo mundo, iba mejorando carrera a carrera y fui subiendo en el ranking".
Así llegó a cumplir con su sueño y fue parte de la delegación que compitió en Sochi terminando en el puesto 19. A partir de esa primera experiencia olímpica, comenzó una seguidilla de triunfos que incluyeron medallas tanto en la Argentina como en Europa. Y en marzo de este año compitió en los Juegos Olímpicos de Pyeongchang (Corea del sur) finalizando en el puesto 11.
"Es espectacular, yo me traslado en la bicicleta por todos lados"
Hace un tiempo Enrique se compró su primera bicicleta adaptada y al poco tiempo se asoció con un amigo que también es discapacitado para crear 3Pi, un dispositivo que transforma cualquier silla de ruedas en una bicicleta. "Es un suplemento que se le agrega a todas las sillas de ruedas para transformarlas en una bicicleta. Viene una tercera rueda con un manubrio con un pedal o con un volante eléctrico y se pedalea con las manos. Esto existe afuera y lo que hicimos nosotros es hacer una producción nacional".
Enrique cuenta que les costó mucho llegar al producto que buscaban como usuarios, pasaron por varios prototipos y a fin de año saldrá la primera tanda de bicicletas. "Yo me traslado en la bicicleta por todos lados, no utilizo el transporte público, voy a trabajar y a entrenar en la bicicleta, es una parte esencial de mi vida. Si la tengo que dejar haciendo un service, es como si me ataran las manos. Me cambió la vida en la forma de trasladarme, no miro más al piso para ver si hay un adoquín o un pozo. Hay gente discapacitada a la que le pesa la mirada social y con esta bicicleta le puede cambiar la mirada".
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