
En el flamante Blond, Frank Ocean esquiva las fórmulas: menos beats y más texturas en su sofisticada combinación de soul, pop, jazz y R&B.
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Por Alejandro Ligenti
Después de cuatro años, Frank Ocean lanza un nuevo disco. La espera se hizo larga, porque el precioso Channel Orange –comentado oportunamente en estas mismas páginas– despertó muchísima expectativa en torno de la obra de este talentoso músico de New Orleans que empezó como ghostwriter de John Legend y Justin Bieber, fue parte del colectivo Odd Future y, después de lograr atención de la prensa gracias a un dato de su vida personal (reveló su homosexualidad, algo exótico en el ambiente del hip-hop), demostró que había que seguirlo de cerca por otras razones, de orden puramente artístico.
Y fueron muchos los que se fanatizaron con Ocean y empezaron a reclamar más de él, alimentando una bola de nieve que obviamente benefició el lanzamiento de Blond, esperadísimo trabajo que lanzó sin previo aviso, una estrategia que parece un mandato en el universo de la música negra.
A mediados de agosto, Ocean avisó vía Tumblr que su nuevo álbum ya estaba disponible en Apple Music, plataforma que tuvo la exclusiva del lanzamiento durante dos semanas.
El anuncio explotó en las redes sociales y, a medida que pasaron los días, se pudo comprobar que el tiempo que se tomó Ocean rindió sus frutos: Blond es un disco excepcional, que esquiva decididamente la fórmula. Un paso adelante respecto de su predecesor que denota un trabajo de refinada depuración sonora para combinar R&B, soul, jazz, electrónica y pop sofisticado en un repertorio que, lejos de las concesiones, plantea a su público un nivel de exigencia que la prensa especializada ha considerado similar al que en su momento representó Kid A para los fans de Radiohead. Tarda mucho más en atrapar que Channel Orange, eso sí. Es un disco con menos beat (más de la mitad de los temas no tienen batería) y más texturas, sin hits categóricos, de ritmos mayormente narcóticos, voz pasada por Autotune y hasta un tema de nueve minutos. Parece una jugada destinada a bajar la temperatura creada por los ansiosos de una época marcada por la hipérbole: al fin y al cabo hablamos de un músico que no llegó a los 30 años y hasta hoy apenas editó un mixtape y dos discos.
De todos modos, Ocean aprovechó el hype que lo rodea para promocionar una serie de colaboraciones de lo más heterogénea. Entre Blond, su efímera revista Boys Don’t Cry y Endless, “álbum visual” exclusivo para clientes de Apple Music en el que aparecen Jonny Greenwood (Radiohead), James Blake y el artista conceptual alemán Wolfgang Tillmans, la lista realmente impresiona. Brian Eno, Beyoncé, Battles, Kanye West, David Bowie, Yung Lean, Gang of Four, Jamie XX, Rick Rubin, Bon Iver, André 3000 de Outkast... Un seleccionado a la altura de las ambiciones de un músico inteligente para moverse publicitariamente.
Líricamente, el tono de Blond es menos confesional que el de su predecesor. Tiene letras más elípticas y fragmentarias, con cierta inclinación por las referencias a la etapa adolescente y las trampas del consumismo, alguna reflexión trabajosa sobre la identidad y alusiones livianas al erotismo. Despegado conscientemente de su influencia más agitada (el Stevie Wonder de los 70), Ocean ha orientado su viaje musical hacia horizontes más subterráneos: la psicodelia lo-fi de Connan Mockasin y el rap melancólico del sueco Yung Lean son dos modelos visibles.






