
Carla o la moderación
Su protagónico en Lalola, la telenovela que se convirtió en un fenómeno y logró 16 nominaciones a los premios Martín Fierro, la ubicó en los primeros planos. Sin embargo, Carla Peterson toma todo con naturalidad, no se sube a ninguna ola y dice que simplemente se preparó para ser una buena actriz
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Uno percibe que esta chica de 34 años, con una voz casi infantil, es firme y claramente madura en sus respuestas, aunque se puede sospechar que toda su solidez, su savoir faire, se concentra en el trabajo como actriz. Carla Peterson hace fácil lo difícil. Tiene un teléfono que ella misma atiende. Cuando promete llamar, llama. Llega puntual a las citas. Tanto a la charla en el Museo Metropolitano como al estudio de fotografía para la producción que ilustrará esta nota. Y hace que el clima de trabajo resulte impecable.
Si entendemos como posmoderna la era del fin de los grandes relatos, pues ella es una representante típica: tanto cuando cuenta que su padre es aviador militar como cuando habla de su lugar como protagonista de Lalola, el gran éxito televisivo, realiza su relato quitándole toda intensidad. A todo lo que cuenta le quita peso específico. Todo es relativo. Es lo ecléctico en estado puro. Mantiene cierto relax, cierta distancia desde donde mira todo. Carla es la cara más visible de Lalola, esta novela televisiva ideada por Sebastián Ortega y producida por Dori Media que se convirtió en un fenómeno internacional. Hasta el Diario The Guardian, de Londres, la rescata como gran actriz y dice que sólo Eva Longoria (una de las protagonistas de Amas de casa desesperadas) podría lograr un trabajo semejante al de la protagonista argentina. Responde con tanto cuidado a cada pregunta que la tarea parece requerirle un esfuerzo extremo.
–Empecemos por el principio: estudió y trabajó con Miguel Guerberof; luego, en el Brodway Dance Center, de Nueva York, en el Washington School for the Visual and Performing Arts... ¿Se preparó para la excelencia?
–Sí, aunque no lo pensé de ese modo. Pero sí, me preparé para ser buena y para ser legítima en lo que hago, en mi decisión de ser actriz, en tratar de llegar a lo más profundo de lo que significa ser un actor.
–¿Esta rigurosidad era un mandato familiar?
–No un mandato familiar, pero siempre me enseñaron que las cosas las tenía que hacer en serio, no ir a lo superficial o a lo meramente divertido.
–¿A qué colegio fue?
–Al Santa Unión, en Esmeralda y Córdoba. Es un colegio católico, un clásico colegio católico de Buenos Aires en esa época. Concurrí durante doce años. Era un colegio humanista, con muy pocas alumnas. Estudiaba latín.
–¿Qué hacen sus padres?
–(Responde mecánicamente, como quien llena un formulario) Mi mamá es abogada, mi papá es aviador militar.
–¿Y qué querían para usted?
–No querían que fuera actriz. Querían que estudiara una carrera.
–¿Cómo es tener un padre aviador militar?
–Es un padre que se despedía muchas veces a la semana. Cada vez que se iba era una despedida.
–¿Es un señor con uniforme?
–¡No! El uniforme se lo ponía para algunas ocasiones.
–¿Cómo fue y cómo es tener un padre militar en este país?
–No sé cómo será. Yo puedo hablar de mi papá.
–¿Estuvo en Malvinas?
–Sí (hace una pausa). Estuvo en Malvinas. Pero él no es piloto de aviones de caza, sino que hizo el puente aéreo de Malvinas a Río Gallegos, trayendo y llevando a gente. Yo tenía ocho o nueve años.
–No es frecuente un padre que haya participado en una guerra.
–Te vas dando cuenta con el tiempo. Todos nos fuimos dando cuenta de qué éramos nosotros: hijos de quiénes éramos. Y también ubicar quién era mi papá, en un país donde los militares son… (queda así). Durante mucho tiempo nadie hablaba de nada. Y mucho menos yo, siendo actriz.
–En general, ¿usted la pasa bien o mal?
–La paso bien. Voy aprendiendo. Me estoy dando cuenta de que los momentos de dolor o de tristeza, por ahora, los puedo sobrellevar. Siempre uno tiene la pregunta: ¿y cuando pase tal cosa?
–¿Cuál sería esa “cosa”?
–(Hace el listado sin cambiar de tono) Una pérdida, una muerte, una separación.
–Le cuesta hablar de usted, no de su trabajo.
–Sí. Porque trato de hacerlo desde un lugar moderado.
–¡Relájese, Peterson! Es una entrevista a una protagonista.
–Sentía que había aprendido mucho en todo este camino y que no lo había podido poner en algún lugar. Cuando empecé a trabajar en Pol-ka ocurrió algo bueno: me di cuenta de que había un sistema de trabajo nuevo en la televisión: una puesta del estilo del cine, con directores de arte. No era entrar, sentarse y pararse. Y, además, el estilo de personajes que me daban me permitía trabajar cierta zona leve de lo actoral, a pesar de lo dramática que podía ser una escena determinada.
–Tenía más que ver con la comedia, con lo paródico.
–Claro, o con algo más irónico. Me refiero a sacarle al oficio de actor todo lo que tiene de melancolía. Los personajes que me daban en estas comedias televisivas me permitieron jugar y no estar pensando de dónde viene o adónde va el personaje, en una línea un poco más antigua en cuanto a la escuela. Y, además, tenía muchas ganas de actuar.
–Sus padres bancaron su carrera.
–No. Empecé a trabajar apenas terminé el colegio. La decisión de ser actriz no era aprobada. Viví en mi casa hasta los veintidós o veintitrés años, y siempre trabajé. A los dieciséis años ya había empezado con algunos trabajos. Mis clases las pagaba siempre yo, porque era algo que a mí me gustaba; y, además, tampoco sabía que iba a ser actriz realmente, y que iba a vivir de esto. Cuando tenés dieciocho años no sabés qué va a pasar después.
–Qué raro que no haya empezado una carrera universitaria.
–Empecé varias (se ríe). Estudié dirección de arte en la Escuela de Creativos Publicitarios, pero, aunque me gustaba, no me recibí porque era publicidad, y no era lo que más me llamaba la atención. Después estudié turismo, sólo por obedecer a mis padres. Después entré en derecho, de la UBA, ya como última tentativa. Porque, por momentos, me exigían esas cosas en casa.
–¿De qué origen es tu apellido?
–La familia de mi papá es argentina, de origen sueco. Mi mamá nació en el sur de Italia y vino acá a los doce años. María Rosa Russo. Mi mamá, sí, es un gran ejemplo para mí, porque vino al país a los doce años. Era una chica a la que pusieron en un colegio con compañeritas argentinas, y aprendió el idioma acá, viniendo ella de un lugar de campo.
–Cuando trabaja, cuando se viste, cuando circula, ¿el juicio, la mirada, de quién le importa?
–(Lo piensa mucho.) Me gusta mi juicio. También, el de mis amigos, el de mi familia.
–Nómbreme a alguien.
–Puede ser el de mi madre o el de mi padre, y hasta el de mi hermana. Me gusta escucharlos, pero sin dejarme llevar por la opinión de ellos: para nada. Lo tomo como una opinión.
–Ahora, hay más opiniones circulando sobre su persona.
–Sí, eso es verdad. Una vez, un productor me dijo (imita una voz que denota desprecio): “Vos sos un personaje que pasa, como en un cuento de García Márquez”. Me da risa. Es verdad que hubo un momento en que empecé a ser notada. Pero también venía haciendo teatro independiente, y venían setenta personas. Ahora bien, yo también comencé a hacer cosas como para que eso se notara.
–¿Por ejemplo?
–Aprovechar mi presencia en televisión, producir algún espectáculo con alguna amiga, etcétera. Empecé a armarme un grupo de actores, en el sentido de buscar gente que a mí me ayudara, y me diera también una identidad dentro del grupo de los actores. Uno se empieza a juntar, porque se contagia actuando.
–¿Por dónde rondaba la sensación de éxito? ¿Por ser llamada para otras cosas? ¿Por la renegociación del contrato?
–Me gusta verme en las revistas. Es parte de un trabajo que tuvo que ver con estos últimos nueve meses, pero también con lo que tengo atrás, sin duda. Porque todos empezaron a mostrarme, a contar quién era; en parte por una necesidad de información. ¿Quién es esta chica que ahora está haciendo un protagónico y le va bien? En mi caso, todo esto es parte de un éxito que te acompaña, que va bien, simplemente.
–¿Le parece que aún necesita justificarse?
–No es eso; es que podría no tener resto para hacer un protagónico. Yo me lo preguntaba: treinta y cinco escenas por día, haciendo un personaje que, si bien no me gusta referirme a él como si estuviera haciendo Ofelia en el Old Vic, es complicado para televisión.
–Su trabajo fue impecable. Además, este tema de la confusión sexual es muy interesante. Es muy jugado. Porque uno pone la confusión sexual que uno tiene también.
–Sí, o que uno tuvo, o que podría tener. Hay algo que a mí me parece muy importante, y se relaciona con lo que me preguntabas antes sobre la mirada del otro. Yo miré mucho a los otros.
–¿A quién miraba?
–De muy pequeña, yo miraba televisión. Miraba las telenovelas de Andrea del Boca; nunca pensé que yo fuera a hacer una novela, y de hecho Lalola es una novela. Veía películas de Disney.
–El personaje de Lalola lo iba a hacer Nancy Dupláa. ¿Qué le rondó por la cabeza?
–Es que además yo vi lo que había hecho Nancy, y estaba bárbaro. Era el capítulo uno. Ya era un desafío hacer un protagónico, ya era un desafío hacer un personaje así, y yo también me preguntaba: el primer capítulo está perfecto. Ese hombre que se convierte en mujer, se pone los tacos altos... ¿Y después qué? ¿Cuántos más chistes puedo hacer del tipo venir caminando y caerme por culpa del zapato y que no me gusta usar corpiño?
–Un tema aparte es que esta idea buenísima no tenía canal donde emitirse. Era un producto para cualquier canal más allá de América.
–Sí, pero a mí me gusta. Me preguntaba si en otro canal quizás hubiera tenido más rating. Pero está bien: nosotros pudimos trabajar muy bien de esta manera.
–¿Había noches en que no dormía pensando en cómo armar el personaje?
–Yo duermo siempre. Despierta sí: me ponía monotemática. Pero, a estas alturas, cuando ya hiciste muchos programas de televisión, hay algo que sabés: que las cosas se comprueban estando ahí. Yo sabía que podía estar todo lo que quisiera dando vueltas y preguntándome cosas, pero lo que tuviera que pasar iba a pasar en el set. El primer día de grabación algo iba a pasar.
–Su personaje es una mujer poderosa, directora de una revista. ¿Le gustan las mujeres con poder?
–Ni las mujeres ni los hombres con mucho poder me gustan. No me atraen.
–Tenemos una mujer presidenta. ¿Cómo es su reacción frente a una mujer con poder? ¿Le parece que somos más agresivas, más intensas?
–Puede ser que a las mujeres se nos vea así. Pero (hace una pausa) si está bien o está mal no lo podría decir.
–¿Le interesa la política?
–No (aliviada de poder decirlo). No me interesa ni me gusta. Pero trato de no estar al margen. Me gusta saber algo porque no es bueno no saber nada. Pero a veces me angustia un poco.
–¿Qué pensó frente a todos los episodios con el tema del campo?
–Sobre eso, por ejemplo, no te podría decir de qué se trata. ¿Qué es? No sé si vamos a ver una Argentina mucho mejor. No lo sé.
–Bien, pasemos a otro tema. ¿Es una chica que tiene el corazón ocupado?
–Sí, estoy de novia. En chiste digo que es un filósofo francés, porque es francés y estudió filosofía y literatura. Trabaja en publicidad. Vive en la Argentina y habla español.
–¿Viven juntos?
–Prácticamente, sí: estamos juntos todo el tiempo.
–Con tanto trabajo, ¿cuándo tiene espacio para los afectos?
–Cuando llego a mi casa. Trato de cuidar los afectos de todos los que me quieren. Y ellos también entienden el momento por el que estoy pasando. Pero necesito que sea transitorio.
–Estaba mirando su historia de vida, y falta cine...
–Sí. Porque estuve muy tomada por la televisión, pero voy a participar en una película de (Carlos) Sorín.
–Tiene registro de contralto; bien podría hacer una comedia musical.
–Soy contralto, sí. Ahora voy a empezar con mis clases de canto nuevamente.
–Después de más de nueve meses de grabar sin espacios libres, ¿hay una rutina de cuidado personal?
–Sí, ahora necesito muchas cosas: médicos, dermatólogos, etcétera. Las luces te secan mucho la piel; la pintura todos los días también te afecta. Y necesito un poco de deporte, y un poco de orden. No es que uno no pueda armarse todo esto trabajando. Lo que pasó en Lalola es que en el 90% de las escenas estaba yo. No había historias paralelas. Yo estaba trabajando siempre.
–¿Hay alguna obra que tenga pendiente?
–Me gustaría hacer una obra clásica en un nivel un poco más comercial. Quiero decir, una obra clásica como las que he hecho, pero más importante. En una sala grande, y bien hecha. Que la gente vea que es bueno ver un clásico. Me interesa el sentido de ver un clásico hoy. Pero no ahora, porque hacer teatro implicaría tener todas las noches ocupadas. El teatro, sobre todo el comercial, de martes a domingo, es muy absorbente.
–¿Almodóvar le interesa?
–A mí me gustaría trabajar en coproducciones, conocer actores de afuera. No quiero mencionar a alguien. Me gustaría trabajar en algo que implique otro mundo, otra manera de hacer las cosas, otro tipo de producción, otros lenguajes. Y tal vez no es un sueño tan lejano, como cuando quería ser actriz.
–¿Quién quería ser?, ¿Elena Tasisto? ¿Norma Aleandro?
–Ojalá fuera alguna de ellas o, mejor dicho, ojalá fuera yo con las mejores cosas mías. Porque ser un buen actor es también ser una mejor persona.
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Producción: Andrés Pastor. Maquillaje: Sebastián Estrada. Asistente: Cristian Tapia con productos Mac. Ropa: Pablo Ramírez. Peinado: Margarita Porto para Estudio Lamenta. Agradecimiento a Carol Schmoisman
Para saber más: www.carlapeterson.com
Recorrido profesional
- En teatro, intervino en obras dirigidas por Miguel Guerberof, como Comedia (de Samuel Beckett), Alcestes (de Eurípides), El castillo (de Kafka), y piezas de Shakespeare, como Todo está bien si termina bien, Para todos los gustos y El cuento de invierno. También protagonizó Chicas católicas, dirigida por Alicia Zanca.
- En televisión actuó en las tiras Montaña rusa, Naranja y media. Verano del 98, Son amores, Mujeres asesinas, Sos mi vida y Lalola.
Locos por Lalola
Los lectores mostraron su fanatismo por esta novela en un foro on line en el que se les preguntó: ¿por qué cree que el programa Lalola, y especialmente el personaje de Carla Peterson, provocan tanta atracción? A usted, ¿qué le gusta del programa más nominado al Martin Fierro? A continuación, algunas de las respuestas:
1- La tira tenía algo que sin dudas podía convocar el morbo de muchas personas (entre las que me hago un lugarcito). Una historia de amor entre dos hombres “disfrazada” con la “conversión” de uno de ellos. Un tema que es actual, y que solemos mirar de reojo aparece de pronto en una tira avasallando la pasividad del espectador. ¿Y vos de qué lado estás? Creo que Lalola es una de las tiras más bizarras que se han hecho en nuestro medio, a veces con un humor desenfadado y con personajes muy bien explotados. La Peterson... una diosa!!! Fantas.
2- Por la belleza de la Peterson. N. Comala.
3- Me enganchó la tira porque el disparate del argumento era coherente, y a veces dejaba pensando. A veces se tornó muy bizarra, tal vez un poco mucho. El papel interpretado por Carla Peterson, soñado, le iba como anillo al dedo, lo cual generaba un enganche con la tira. Cubrió un hueco que había en la ficcion. Gaviota
4- Excelente el papel de Carla!! La mejor actriz!! Tiene un carisma especial y encarnó el personaje con pasión. ¡Grande Carla! L. Traverso





