¿Hay alguna alternativa al refrigerio envasado que nos dan las aerolíneas o la comida rápida que se sirven en las terminales aéreas? Contanos cuál fue el aeropuerto donde mejor comiste
Qué pasa
Lo que pasa, con demasiada frecuencia, es que si usted es un sufrido pasajero aéreo de clase turista de cualquier línea aérea, sea para vuelos locales, regionales o internacionales (¿por qué el vuelo regional no es considerado internacional?) sabe que si aborda el avión con el estómago medio vacío, la sombra del hambre lo perseguirá hasta que desembarque y pueda encontrar un lugar en su destino donde saciar el hambre acumulado.
Porque ahora la onda es arreglarnos con la cajita con el alfajor tamaño medallón pequeño. Algo así como el tamaño de un vidrio de anteojo. Esa cajita infeliz, además suele contener un par de galletitas de agua, y si se porta bien, viene una golosina para que usted se ilusione con un postre.
Si el vuelo es regional ya se hace acreedor a un sándwich. Servido directamente sobre la mesita del respaldo delantero, apoyado en coqueta servilleta. Mucha miga, nada de manteca o mayonesa, un par de láminas de queso y luego un algo indefinido que puede ser algo con pollo, o jamón, o…¡mejor no preguntar!
El capítulo final es la bebida. Los vasos se han achicado dramáticamente. Hay que rogar que no le pongan hielo, porque sino ya el contenido del vaso de su bebida favorita, no llega al 20%. Claro, juntando todos estos temas, mi amigo Pablo me dijo: "qué tema para la nota de los viernes…".
Hay honrosas excepciones, pero son muy, muy escasas. Y no crea que si usted toma coraje y se juega a viajar en business la cosa mejora demasiado. Viene alguna copa de vidrio más, algún vinito, hasta algún platito caliente, que cuando intenta quitarle el papel de aluminio, seguramente sentirá el rigor de una ligera quemadura, donde descubrirá unos fideos compactados, que cuando pincha uno, se produce la magia de que se mueven todos en conjunto como si fueran un trozo de tortilla.
Los aeropuertos
La solución que van encontrando los viajeros frecuentes, es comer en el aeropuerto, aprovechando que tienen un margen de un par de horas antes de embarcar en su vuelo, y eso siempre y cuando el clima acompañe. Recordemos que en el 2013 las compañías aéreas tuvieron que atender un mercado de 3.100 millones de pasajeros, que la gastronomía no puede dejar de observarlo con atención.
Pero no todos los aeropuertos tienen una propuesta gastronómica mínimamente interesante, sino que más bien es todo lo contrario. Especialmente esto sucede en nuestros aeropuertos. Aquí impera el criterio de que atienden a un cliente de paso, que muy seguramente no volverán a ver, y por esto, le cobran lo que quieren, a la vez que la calidad de lo que ofrecen deja todo que desear.
Hubo un tiempo en que había un restaurante digno en el aeropuerto de Ezeiza. Hace muchos años atrás. Era habitual que una miríada de familiares y amigos acompañaran al o los viajeros. Y el paso por el restaurante era un clásico casi ineludible.
Esto me recuerda que en mis años mozos, solía ir a comer con mis jóvenes amigos uruguayos al aeropuerto de Carrasco, Montevideo. Se subía al primer piso, y había un restaurante de categoría. Se iba aunque no viajara nadie. Valía la pena el lugar, con vista a la pista. E incluso eran años en que, como en Ezeiza y el Aeroparque, se accedía a terrazas que daban a la pista, lo que posibilitaba ver al viajero cuando llegaba y estaba por entrar al edificio de la aduana, el que era saludado por una muchachada dicharachera, colgada de las barandas, con la algarabía propia del reencuentro y con ese gritar entusiasmado al que algunos suelen ser tan afectos.
Pero los aeropuertos brindan otra solución, que es la de comprar comida para llevarse a bordo. Incluso, hay pasajeros que he visto que suelen entrar con botellas de agua vacías - los líquidos no hay forma de pasarlos por el control de seguridad- que luego llenan ya sea en bebederos que suelen encontrarse en algunas partes, o bien directamente en la canilla de los baños.
También se puede traer comida de la casa y llevar como equipaje de mano, algo que pocos pasajeros saben. Siempre teniendo en cuenta la restricción a los líquidos. Y allí el ingenio y la practicidad queda librada a quien viaje. Personalmente elegiría llevar todo lo que se pueda comer con la mano, donde los bocadillos de acelga o arroz, un trozo de tarta o unas empanadas que se puedan comer frías, serían buenas opciones.
Por el mundo
Perú tiene un restaurante en su aeropuerto Jorge Chávez, un lugar que ha recibió un premio en la especialidad por la calidad de la comida que ofrece, que también acondicionan para llevar a bordo. Es el 365 Deli, y fue distinguido con el Moodie Airport FAB Award 2012. Tuve oportunidad de volver a pasar hace un par de semanas y comprobé que la buena propuesta permanece inalterada.
En el aeropuerto de Alicante, el afamado chef Quique Dacosta puso su Aire Tapasbar,. Ahora bien, si está en el aeropuerto de El Prat en Barcelona, llegue un buen rato antes y pase por el Porta Gaig, donde el chef Carles Gaig le pone la firma a unos platos deliciosos, servidos en un ambiente muy agradable.
En mi último paso por Toronto conocí el Twist de Roger Mooking que ofrece una cocina casera norteamericana que casi vale la pena viajar para probarla. Si de sándwiches gourmets se trata, mi mejor experiencia fue en el ink.sack de los Angeles, donde Michael Voltaggio muestra sus mejores artes en los contenidos de sus deliciosas baguettes.
Heston Blumenthal, zar de la cocina molecular, se jugó e instaló un horno a leña en su Perfectionist’s Café en la Terminal 2 de Heathrow. El buen ejemplo fue seguido por su colega Gordon Ramsay, que también en el aeropuerto de Heathrow en Londres puso el Plane Food, claro que en la Terminal 5. Siempre en el mismo aeropuerto, está The Gorgeus Kitchen, de la chef Sophie Mitchell. Una suerte de doña Petrona.
Me detuve en Londres, porque es un lugar en que muchos amigos conocedores de la buena comida, coinciden en que tiene una oferta particularmente interesante comparando con los aeropuertos de otras grandes ciudades del mundo. También he recibido comentarios muy elogiosos del aeropuerto de Ámsterdam, Schiphol, pero en las oportunidades en que he estado en esa ciudad, mi llegada fue por carretera, así que es una experiencia gastronómica que me debo.
Conclusión
No espere que nada cambie en la calidad de la comida en el aire. La mayoría de las compañías aéreas a la hora de ajustar gastos, agregan hileras de asientos en la clase turista, y ajustan al máximo lo que se les va a ofrecer a los pasajeros en la cabina. Ahora recuerdo haber viajado en una empresa low cost en los Estados Unidos, que al subir al vuelo, en la manga, había una bandeja con bananas. Usted tomaba la suya si le apetecía, y cuando le daban una bebida a bordo, aprovechaban para retirarle la cáscara. Sospecho que las compañías con costo normal, van encaminadas hacia acciones de este tipo. Pobre de nosotros.
Lo interesante es que los que vieron los aeropuertos como una oportunidad de negocio gastronómico, tuvieron que adaptarse a la prohibición de usar fuegos, o hacer pasar a sus proveedores por una pesadilla de controles antes de entregar sus productos. Pero, por ejemplo, para Gordon Ramsay, los 2000 cubiertos mensuales que factura, justifican el esfuerzo.
La pregunta final es: ¿llegaremos a tener ofertas semejantes por aquí? Ahora veo tan lejanos aquellos días en que el vuelo de Austral a Bariloche ofrecía en vuelo a los pasajeros una parrillada (nunca entendí como los Reynal, sus propietarios de entonces, lograban esta suerte de milagro). ¿Llegarán…? El pensador Curtius escribió: surdas aures fatigare, que quiere decir gritar a oídos sordos….
Miscelánea conmemorativa
En el marco de la remozada embajada de Francia, los amigos de Chandon movieron todas sus piezas para rendirle un homenaje a Onofre Arcos, que como Chef de Cave cumplía su cosecha Nº 40 en la bodega. Ahí estaban como oradores-anfitriones Ramiro Otaño, Hervé Birnie-Scott y Gustavo Agostini. Onofre se reconoció heredero de aquellos monstruos de la enología que vinieran durante la férrea gestión del barón Bernard de Ladoucette, el famoso Barón B, como fueron Renaud Poirier –creador del Valmont-, Paul Caraguel, Phillipe Coulon –a quien tuviera la fortuna de entrevistar un par de años atrás en Epernay, donde vive-. Sobre las espaldas de Onofre está el decidir cada assemblage o corte que finalmente se plasman en un gran espumoso. La calma de este maestro, muestra que estos riesgos anuales que debe tomar, no lo inquietan más de lo necesario. Fue una lindísima movida, y dio la oportunidad para que todos los que queremos y respetamos a Onofre le demostráramos nuestro respeto y afecto. De paso, Hervé nos hizo probar unas botellas de espumosos guardados por 10 años, que realmente fueron un absoluto deleite, embotellados en botellas Magnum. La onda de beber el vino espumoso en el año de elaboración, va desapareciendo inexorablemente…. Arcos celebró haciendo lo que sabe: ilustrándonos sobre los efectos de los distintos terroirs sobre una misma variedad de cepas.
Miscelánea restauranteur
Tarquino festeja su puesto 16º en el listado de los 50 mejores restaurantes de América Latina con la presentación de un nuevo menú correspondiente a la primavera. Dante Liporace, su chef, tiene esa virtud de hacer que uno sienta cada vez que se sienta en una mesa del lugar, que las agradables sorpresas están siempre presentes. ¿Vio que hay lugares a los que se va a comer para encontrarse con ese plato que le gusta desde siempre? El Tarquino de Dante es la excepción: cada menú es una propuesta renovada, que da ganas de volver para poder recorrer todos los platos y descubrir qué esconden. A esto se suma la decisión de Gonzalo Robredo, su manager-propietario, de renovar la decoración, pero siempre respetando el vuelo de las gaviotas de Josefina Robirosa que recorren el espacio aéreo del lugar. A Tarquino hay que volver siempre que se pueda, y sobre todo si se anda medio pachucho, porque se sale satisfecho y entusiasmado. Mi recomendación es ir los mediodías para aprovechar la luz natural que filtra el maravilloso techo vidriado, y también apreciar la copa del árbol cuyo tronco está dentro del salón, otra experiencia inolvidable.
Miscelánea cafetera
Martín Cabrales es un hombre que siempre anda viendo como asociar el arte a sus productos. Y ahora convocó a la eterna Marta Minujin, para que creara una serie de envases destinados a ser atesorados como auténticas obras de arte. De esta forma el contenedor pasa a ser digno del contenido, que son los cafés que Cabrales ofrece siguiendo las últimas tendencias en materia de calidad y variedad, en un mercado cada vez más competitivo, en beneficio de los que somos amantes del buen café. ¡Bien ahí Martincito, como le dice la Chiqui Legrand!
Miscelánea postergada
La feria RAÍZ ha postergado su realización por razones climáticas para los días 31/10 y 1º y 2 de noviembre, en el predio adjunto al de Tecnópolis. La razón es que en un altísimo porcentaje muchas de las actividades están programadas al aire libre, con abundancia de fuegos a leña, etc., y una lluvia torrencial arruinaría el buen momento que pueden pasar los más de 300.000 visitantes previstos. Por lo demás, todo sigue como se había programado.
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