
Confieso que he mirado
Una muestra que exhibe lo mejor de la fotografía de Robert Doisneau y su aguido registro del siglo XX
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Ternura y complicidad en la expresión; iluminación suave, y proximidad a los sujetos fotografiados en la técnica: así describe la curadora Agnès de Gouvion Saint-Cyr las bases de la fotografía de Robert Doisneau, muchas de cuyas obras pueden verse en estos días en el Centro Cultural Recoleta.
"A su manera humana y perspicaz, fue el testigo privilegiado de una época que asistió al avance de París sobre los mismos suburbios, devorando la campiña y transformando al campesino, a pesar suyo, en ciudadano", escribe de Agnès de Gouvion Saint-Cyr en el catálogo de la exposición. Contemporáneo tanto de los fotógrafos que de la mano de agencias como Magnum llevaron a su máxima expresión el fotorreportaje como de quienes, influidos por el surrealismo, discutían la capacidad de la fotografía para traducir la realidad, Doisneau se destacó por su trabajo con el detalle y una tenaz empatía con el universo humano que elegía retratar. Testimonios de un mundo ya desaparecido, en sus imágenes la fragilidad es belleza. Y la belleza, una sutil forma de la piedad.
MAS DATOS
Hasta el 26 de junio, en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.






