La muerte suele ser sinónimo de finitud, un concepto que está atado a lo definitivo. Sin embargo, para Gonzalo Posse y Juan Baez, con apenas 22 años, el fallecimiento de un conocido en común significó otra cosa: ropa usada. "¿Adónde vas si tenés que vender ropa? ¿Dónde se puede comprar ropa usada linda y en buen estado?": estas son algunas de las preguntas que se hacían los dos jóvenes en 2011, antes de advertir que las ferias americanas ofrecían un servicio limitado que podía ser mejorado. Los conceptos de economía circular y recirculación de prendas vinieron después.
Gonzalo, que en ese momento devoraba libros de emprendedurismo mientras estudiaba producción de televisión, no sabía que la industria textil es la segunda más contaminante del mundo. Pero sí entendió que ese mundillo abandonado de compra y venta de ropa usada tenía una necesidad no resuelta, y con Juan no pudieron sacarse esa idea de la cabeza.
Galpón de Ropa, empresa pionera bajo el paradigma de la moda con conciencia, ya lleva compradas y vendidas casi un millón de prendas de marca.
Así fue como en 2012 nació Galpón de Ropa, una pyme que vende prendas que no produce y que son cuatro veces más baratas de lo que saldría comprarlas nuevas. Se trata de poner en circulación la ropa que duerme en los placards y de reubicarla para que no pierda su utilidad. De este modo, apareció el principal concepto de la empresa, basado en el paradigma de la economía circular, con uno de sus grandes pilares, la sustentabilidad: "La idea no es producir la ropa, sino generar un negocio sustentable, que genere dividendos y empleo, pero que a la vez no tenga producción de ningún tipo" .
Sin experiencia, sin conocimientos, sin guita. Pero con la certeza de que el negocio de la ropa usada podía mejorar, el Galpón fue creciendo a pulmón. Dos años tardaron en darle forma al proyecto inicial: durante ese tiempo, Gonzalo trabajó de camarero en un hotel durante la mañana, y Juan en las madrugadas como recepcionista en un hostel. Mientras tanto, en el día, guardaban una hora de su tiempo para juntarse y desarrollar la idea. A Gonzalo esos años le parecieron un salto en paracaídas. Pero fueron asociándose con programadores y desarrollando softwares a medida para analizar las ventas de ropa (qué se vende, qué no). Durante tres años vendieron ropa por internet y en distintos bares de Palermo, hasta que pudieron invertir en un taller abandonado que se convirtió en el primer local y les dio la idea del nombre que ahora lleva la empresa. Poco a poco, de boca en boca y sin grandes publicidades de por medio, el Galpón fue generando un público y un lema: recircular toda la ropa del mundo.
Salir del clóset
El recuerdo de dos pibes porteños sedientos de una idea exitosa mientras trabajaban sirviendo café o en una recepción de hotel se torna cada vez más lejano. Con 31 años y una empresa que cuenta con 55 empleados, Gonzalo y Juan están a la vanguardia de uno de los pocos mercados sustentables que puede servir de ejemplo para todos los que vendrán. Para la encargada del Departamento de Arte y Comunicación, Florencia López, lo que los diferencia es "la propuesta en sí misma, que es tratar de romper un poco con lo que ya está hecho, y estar constantemente pensando en nuevas ideas, para que se perciba la marca desde la conciencia y la importancia de la moda sustentable. Hacer un pequeño aporte para cambiar la situación actual".
Para Gonzalo, un salto cualitativo que los condujo a tener cinco locales inaugurados en ocho años (en Belgrano R, Belgrano C, Cañitas y Almagro; el de Villa Crespo cerró durante el aislamiento y, por el momento, no va a reabrir), con 2000 a 4000 prendas cada uno, fue algo tan sencillo como la selección y clasificación de ropa: lo que al principio comenzó con un almacenamiento en bolsas por nombre del vendedor, sin importar que fuera ropa de invierno o verano, terminó en categorías por temporada. Y, en vez de hacer cola en un local para vender la ropa en el momento, ahora los clientes ahorran tiempo sacando turno a través de la página web. Vender en Galpón de Ropa no solo requiere tener un turno online y procurar que todas las prendas estén perfectamente lavadas y sin roturas. Sino que, además, hay que consultar el listado de lo que los locales están tomando de acuerdo con la temporada y el stock. Porque si algo tienen en claro es que de nada sirve tomar una remera que estará colgada en una percha durante meses. La premisa es recircular. La premisa es tener un negocio rentable.
De la mano de estos pilares, vino la decisión de aceptar exclusivamente ropa de marcas reconocidas o que, por su estética acorde a la moda del momento, estuvieran seguros de que se vendería. Si bien hay personas que cuestionan esta metodología, Gonzalo tiene sus fundamentos: "Hablar peyorativamente de marcas me parece un poco hipócrita, porque el Galpón es un reflejo de lo que la gente consume. Nosotros no imponemos nada, sino que tomamos lo que la gente compra".
Ahora hay una conciencia de lo que significa la industria de la ropa.
En un mundo que produce 150.000 millones de prendas anuales, de las cuales se desecha el 30%, esta pequeña pyme con su modalidad de compra-venta, sumado al concepto de Galpón de Ropa como una marca, con identidad y sentido de comunidad, logró que en ocho años se vendieran y compraran 805.896 prendas de más de 130.000 personas. Gonzalo se muestra entusiasmado porque con el número de prendas recirculadas y la huella hídrica, se puede saber cuál es el impacto ambiental positivo que implica no producir la ropa que se vende. El concepto que permite este cálculo fue acuñado por el holandés Arjen Hoekstra, y muestra cuál es el grado de uso del agua para producir bienes. Se mide entre agua consumida y/o contaminada. Se estima que para fabricar una remera de algodón de 250 gramos, se necesitan hasta 2900 litros de agua fresca, mientras que para unos jeans de 1 kilo, aproximadamente 12.000. La pandemia trajo consigo tanto la necesidad de dinero efectivo, como el tiempo para interiorizarse en qué impacto ambiental tiene lo que se consume. Ambos factores sumados hicieron que Galpón de Ropa pusiera en marcha su protocolo a domicilio para continuar con el reciclado de prendas.
Las cifras están a la vista y les dan la razón a los dos amigos que, al primer intento de generar su propio negocio, lograron ser pioneros en Argentina de un nuevo concepto de moda sustentable. "Me parece muy groso ver la cantidad de gente que compra y vende usado que antes no lo hacía. Ahora hay una conciencia de lo que significa la industria de la ropa y el Galpón contribuye a eso", concluye Gonzalo.
Otras alternativas
A las diferentes propuestas de compra y venta de ropa usada que se fueron sumando en el último tiempo, están Juan Pérez (@ juanperezvintage), cuyo lema es vender prendas "vintage y modernas, de lujo y diseño" a precios accesibles; Búnker (@bunkerbsas), que hace hincapié en la calidad y el buen estado de las prendas, y la tienda online Mishmash, enfocada en un público infantil (@mishmashweb). En cualquier caso, para poder vender prendas, no deben tener signos de uso ni estar pasadas de moda.
Producción: Daniela Levy Hara