De Irlanda a Buenos Aires. Se enamoró de la Argentina “a primera vista” y abrió un bar en Recoleta que fue un ícono de los 90
Jason Murphy es irlandés y en 1995 abrió The Shamrock Bar que ahora, luego de haber cerrado en pandemia, vuelve a estar en funcionamiento
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Jason Murphy, de 54 años, es oriundo de Dublín (Irlanda) y aunque habla un español fluido no puede disimular el acento sajón que hace que la mayoría de los porteños lo confunda “con un yankee”. Llegó al país cuando tenía 26 años para visitar a su padre, que estaba en Argentina trabajando en un proyecto inmobiliario, con la idea de regresar a Francia, donde vivía desde hacía varios años. Sin embargo, sus planes dieron un giro completo. “Fue amor a primera vista”, sintetiza cuando describe su vínculo con nuestro país.
Aunque no sabía hablar español, su atracción por el lugar y la necesidad de sentirse parte hicieron que aprendiera a un ritmo acelerado. En su tiempo libre, además, incorporó una pasión cien por ciento argentina: el fútbol. “Ahora jugamos torneos entre embajadas. Yo armo mi equipo mezclando argentinos e irlandeses”, dice Jason, que hace tres décadas está radicado en San Telmo. Fue por entonces que fundó The Shamrock, un bar con sello irlandés (shamrock significa trébol en inglés y es uno de los símbolos más famosos de Irlanda) que logró consolidarse como un ícono de los ‘90. De hecho, fue el sitio elegido por artistas como Bono, de U2, y Marilyn Manson, cuando vinieron de gira al país.
Entre 1995 y el 2000 funcionó solo el bar, que fue el primero de América del Sur donde Guinness decidió vender cerveza tirada. “Pero no duró mucho tiempo, con la crisis de 2001 se fueron”, cuenta Murphy. Luego, inauguraron el club en el subsuelo: Basement era, sin dudas, “el” lugar para escuchar y bailar música electrónica.
Tiempo después, sin embargo, el destino le daría a Jason un revés inesperado: por las restricciones de la pandemia, en 2020, se vio obligado a cerrar el bar. “Estaba por el piso”, recuerda. Aun así, el último tiempo le devolvió las ganas y la esperanza y decidió intentarlo otra vez: hace solo unos días, el mítico Shamrock reabrió sus puertas.
–¿Cómo fue tu llegada a la Argentina? ¿Qué fue lo que más te marcó en aquel entonces?
–Llegué en octubre de 1993. Había terminado mis estudios universitarios en University College Dublin, me recibí a los 22 años de licenciado en matemáticas y quería viajar. En 1991 viajé a Francia y estuve dos años trabajando en bares en París, nada que ver con lo que estudié. También estuve en los Alpes trabajando en un Club Med. Después vine a visitar a mi padre que estaba en la Argentina con un proyecto inmobiliario. La idea era quedarme dos o tres meses y después regresar a Francia porque me encantaba. La primera noche que llegué a Buenos Aires fui a Pizza Piola, en Libertad y Santa Fe. Iba todo el mundo, era muy conocido en ese momento. Y enseguida empecé a trabajar ahí, así que me quedé.
–¿Cómo surgió la idea de abrir The Shamrock?
–Después de trabajar un año y medio en la pizzería, pensé que era el momento. Sentí que tenía la experiencia suficiente para abrir mi bar. Salí a buscar locales en la ciudad, estuve un par de meses hasta que encontré este local y me pareció un lugar divino. Antes estaba Hendy, la marca de ropa. Con la ayuda económica de mi padre, que fue el socio capitalista, el 12 de octubre de 1995 abrió The Shamrock Bar. Diseñé todo de cero, los muebles, la barra, el techo pintado de rojo...
–Y fue un éxito.
–Sí, yo creo que aunque todos los bares son distintos y no hay un prototipo, tienen algo en común: son un lugar de encuentro. En Irlanda hay muchos lugares que son bar y discoteca en un mismo espacio y con Shamrock quise recrear eso. La disco está en el subsuelo.

–¿Vos te sentís argentino?
–A mí me encanta la Argentina y me siento uno más, tengo la mitad de mi vida acá. El país es hermoso, el paisaje y la gente. A todos los extranjeros que vienen les encanta porque la gente es muy cálida, abierta.
–Incluso fuiste presidente de mesa en las últimas PASO.
– Sí, me citaron para ser presidente de mesa en la Escuela N° 7 de San Telmo, a dos cuadras de mi casa. Me explicaron lo que tenía que hacer muy rápidamente y por suerte todo salió bien. En Irlanda, hace 100 años, la mayoría de la gente estaba en un nivel de pobreza tremendo, pero con organización, sentido de comunidad y sistemas transparentes pudo bajarlo. Ojalá que acá logremos estabilidad y unión social pronto, porque la Argentina tiene todo para salir adelante.

–¿Te volviste hincha de algún club local?
–No, pero mis hijos son fanáticos de Boca. Vivimos sobre la avenida Caseros, no muy lejos de La Bombonera y, cuando hay partido y Boca mete un gol, nuestro departamento se mueve todo. Por eso, si tuviera que elegir, creo que sería de Boca, aunque también me gusta Racing porque soy muy amigo de Martín Vitali, que jugó con Racing cuando ganaron el campeonato en 2001.
–El bar fue, en los ‘90, un lugar de encuentro al que iban, incluso, artistas internacionales...
–Sí, vinieron Bono y los músicos U2, en 1998, cuando se presentaron en la Argentina. También nos visitaron los integrantes de Iron Maiden y Marilyn Manson, que pidió unos shots flambeados y casi se prende fuego [risas]. Acá se atiende a todo el mundo, no es un lugar VIP.
–Además de ser tu negocio, ¿cuál es la mayor satisfacción que te da el bar?
–Me da mucho orgullo cuando la gente se me acerca y me dice: “Acá conocí a mi marido” o “Aquí nos conocimos con mi señora”, porque en Shamrock se formaron muchas parejas y a veces vuelven para recordar viejos tiempos. El otro día vino una pareja que se conoció en el bar 18 años atrás. Eso me parece muy lindo. Yo mismo, de hecho, también conocí a mi mujer acá.
En familia
Actualmente, Jason reparte sus días entre la Argentina e Irlanda. Allá vive su señora, Oksana, una ucraniana que se dedica a la confección de joyas. Oksana llegó a Buenos Aires desde Kharkiv (Ucrania) en 1998. “Nos conocimos en Shamrock en 2001, pero empezamos a salir en 2003 –dice Jason–. Y en Buenos Aires nacieron nuestros hijos: Fionn (17) y Aran (12)”.
–¿Cómo decidieron estar juntos, pero vivir separados?
–Durante la pandemia estuvimos viviendo en Irlanda, en la casa de mi mamá, en el campo. Irlanda es un país muy rural donde mucha gente tiene parcelas de campo no muy grandes que trabajan ellos mismos. Y nos gustó que nuestros hijos tuvieran el contacto con ese entorno natural, lejos de la ciudad. Fue así que empezamos a compartir nuestro tiempo entre Irlanda y Argentina para estar más cerca de nuestros seres queridos. Creo que a diferencia de las generaciones de inmigrantes anteriores, que cuando se mudaban a la Argentina perdían el contacto con su país natal, nosotros somos parte de una nueva generación de inmigrantes con raíces fuertes en el país, pero que también siguen conectados con su lugar de origen. Tenemos varios amigos en la misma situación, y también muchos argentinos que viven en Irlanda pero siguen conectados con su país, creo que es parte de la globalización, de las dinámicas de ahora.
–¿Cómo se organizan?
–Nos repartimos. La mayor parte del tiempo mi mujer y mis hijos están en Irlanda; estuvieron acá durante el invierno. Yo voy y vengo, ahora me voy para las Fiestas, pero no puedo dejar la Argentina porque tengo la mitad de mi vida acá.
–¿Como hicieron con las restricciones de los vuelos durante la pandemia?
–Cuando empezó la pandemia, mi familia estaba allá y yo logré viajar en marzo de 2020, justo antes de que arrancara la cuarentena. Fue un momento muy triste porque cerramos el bar. Fue un golpe muy fuerte, me acuerdo que pensé: “Bueno, ya está, no va más”. Estaba por el piso. Pero después unos amigos me alentaron y me ayudaron a abrir de nuevo.
–¿Está relacionada la reapertura del bar con el cambio de gobierno en Argentina?
–La verdad es que yo no sé qué esperar, creo que nadie sabe. Deseo que podamos ir para adelante y se arme un sistema más duradero, porque eso falta en la Argentina: un plan que se sostenga y que sea independiente de los gobernantes de turno. Creo que la inflación es el peor de los problemas porque afecta la salud mental, no se puede planificar nada, hay que controlarla. ¿Por qué funciona Irlanda? Porque hay un buen sistema y control. Acá está muy mezclado todo, justicia, política... En otro país las instituciones están más separadas. Milei es realmente una incógnita, pero ojalá que haga las cosas bien. Yo volví a apostar: abró el bar y espero que vuelva a ser un lugar de reunión y de culto de la música electrónica, que es lo que siempre fue.
–¿Cambió algo de la versión original?
–Tradicionalmente el bar abría a las 18, pero en esta nueva etapa estará abierto durante todo el día hasta altas horas de la noche y, en enero, abrirá la clásico disco de música electrónica en el subsuelo. La cerveza es el atractivo principal, pero también ofrecemos tragos clásicos y la especialidad de la casa, el Irish Dream que contiene Baileys, Tía María y helado de moca.
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