Desirée De Ridder: "Cuando estaba varada en Italia pensé que era el fin"
Su voz llega lejana, con un delay que parece que recorriera mares y océanos. Pero está a solo 300 kilómetros de Buenos Aires, en medio del campo donde creció y en el que se instaló "después de lo de Italia". De pronto, esa casa familiar de su infancia fue el refugio que la artista y ceramista Desirée De Ridder necesitó luego de que quedara varada más de dos meses en soledad en un castillo en la Toscana, en el peor momento de la pandemia en Europa. Había viajado para hacer una beca artística y con la ilusión de vender algunas obras y empezar a hacerse conocida en un mercado mucho más grande y receptivo que el argentino. Pero, en cambio, atravesó noches de soledad y angustia, con la incertidumbre de no saber cuándo regresaría para abrazar a sus hijos en un momento de tristeza profunda: su ex y padre de los dos mayores, Carlos Regazzoni, murió mientras ella estaba todavía en Italia, sin poder volver. Por eso no bien aterrizó en Argentina, hizo las dos semanas de cuarentena y recorrió los 300 kilómetros hacia el campo con sus tres hijos. Ahí permanecen desde entonces.
–A veces hacen falta sacudones para tomar decisiones. ¿Cuánto influyó lo de Italia para instalarte en el campo?
–Diría que influyó mucho. Yo vine acá a curarme porque la pasé muy mal. La naturaleza sana. Estoy feliz. Yo me crié en esta casa. Hace 12 años falleció mi mamá y heredé la parcela de campo que venía con la casa. Fue por sorteo entre mis siete hermanos. Y me tocó a mí, fue algo mágico. A partir de ahí, de a poquito la fui arreglando. Es una casa muy bella, la hizo Jorge Bustillo, el hijo del arquitecto Alejandro Bustillo. Pero Jorge no fue tan prolífico como su padre, no llegó a hacer muchas cosas porque murió joven. Él era un arquitecto artista. Esta es una casa de una belleza poética.
–¿Es cierto que estás construyendo ahí tu estudio con adobe?
–Sí, hace un año empecé y lo estoy por terminar. Me volví fanática del adobe hace unos 10 años, cuando fui mucho al Norte argentino. Y me quedé maravillada con la ruta del adobe en Catamarca. El barro es un material mágico, aísla el calor y el frío. Y además es energético porque viene de la tierra. Yo pensaba que ya no se hacían construcciones con adobe hasta que fui a Corrientes a dar una charla de arte y ecología y ahí mismo, en ese evento de biodiversidad, estaba Ricardo Tamalet. Él formó la cooperativa Tribu de la Tierra y contó lo que estaba haciendo en Mar del Plata con el adobe y quedé alucinada. Ahí le propuse que venga y me ayude a hacer el estudio y vino y empezamos a pisar barro. Es una maravilla que no genera escombros y además es gratis. Hice unos 4000 ladrillos de adobe. Además participaron todos, grandes y chicos.
–Cuando quedaste varada en Italia en medio de la pandemia, ¿qué se te pasó por la cabeza?
–Tuve miedo, fue muy loco. Esa residencia la tenía pautada hacía un año. Era un viaje soñado. Llegué el 15 de febrero y a los 15 días empezó toda la historia. Pensé que era el fin. La gente se moría como moscas, no se sabía nada del virus. En ese momento la mortandad era enorme. Y recuerdo que pensé ‘el destino quiso que yo me muriera acá’. Se habían ido todos los residentes y quedé ahí sola porque el gobierno no me permitía volver. Estuve dos meses y medio. Era el tiempo que iba a estar, pero no con todo ese horror. Tenía una sensación de desamparo total. Fue durísimo. Además el padre de mis hijos se estaba muriendo.
–En ese contexto, ¿pudiste trabajar, terminar tu proyecto?
–Sí, hice el proyecto, pero nadie lo vio. Mi idea era ir a Suiza, donde tenía una muestra pautada que me iba a generar alguna venta. No solo no volví con euros sino con deudas... Algunos decían ‘¿de qué se queja si está en un castillo?’
–¿Al volver retomaste tu vida de artista?
–Apenas volví hice la cuarentena y me vine para al campo con mis tres hijos. Fue emocionante volver a encontrarnos después de esta situación traumática. Mi objetivo desde que volví es terminar de construir mi taller acá y apenas lo haga arrancar a producir más obra.
–¿Cómo te estás llevando con la vida de campo? ¿De qué te ocupás?
–Me encanta. Tengo animales, caballos árabes que eran de mi madre, gallinas sueltas... También me ocupo de la huerta. Acá siempre hay mucho, mucho para hacer. No parás un minuto. Pero la maravilla de vivir acá es que la naturaleza se impone. Yo pretendía ser una gran artista y en el campo te olvidás de ese ego. Esa que soñaba ser quedó en un sector pequeño de la cabeza.
–¿Tus hijos se adaptaron?
–Sí y es maravilloso sacar a los chicos de la ciudad. Lorenzo, de 17, se ocupa de la leña para las chimeneas porque acá no hay sistemas de calefacción. Maneja la motosierra y acopia leña. Valentina me ayuda con los caballos y la obra. Y Antonio, el más chico, tiene sus clases por Zoom.
–Te fuiste muy joven a la ciudad a cumplir tu sueño y ahora estás volviendo al campo. ¿Qué te provoca eso?
–Fue como cerrar un círculo. A muchos todo esto nos ha hecho reflexionar. Se tenía que terminar eso de centralizar la vida en Buenos Aires. Hay otra vida más allá y son vidas bellísimas, magníficas. A medida que mis hermanos y yo crecíamos mi mamá nos mandaba a Buenos Aires para progresar, una palabra que para mí es dudosa. ¿Progresar en qué? Nos fuimos con la ilusión de progreso, entre comillas, y nos desarraigamos de acá. De siete hermanos somos dos los que volvimos al campo. Por suerte pude ir a Europa, vivir en París, que era otro de mis sueños...
–¿Es duro ser artista en Argentina?
–Acá hay excelentes artistas, pero no hay mercado, es muy pequeño el grupo de coleccionistas y no nos puede dar de comer a todos. Hay algunos que sobreviven por la docencia y otros por los encargos, como yo. Durante los últimos 15 años sobreviví gracias a eso. Pero en general o sos docente o te morís de hambre. Las ventas espontáneas son esporádicas.
–¿La docencia no te interesa?
–No, no tengo la vocación. Prefiero comer polenta e intentar que algún día mi arte se cotice un poco más. Antes de esto estaba por exponer en la Fundación Fortabat. Era la primera vez que iba a exponer en ese lugar, pero con esto quedó todo stand by. Ahora hay una luz de esperanza, hay galerías que están reabriendo con reservas de turnos y creo que finalmente se va a hacer. Montar una muestra y que solo se pueda ver vía streaming no tiene sentido, es mucho trabajo para que solo se vea por video.
–¿Cuál es tu objetivo de máxima?
–Me gustaría que alguna galería de Europa o Estados Unidos me invite a exponer, salir de la Argentina. Soy una gran trabajadora, no paro, es mi único mérito. Voy a cumplir 30 años trabajando en arte, pero no he podido hacerme conocida afuera. Cuando viví en París era demasiado joven, no tenía desarrollado mi trabajo. Y estaba a la sombra de Carlos. Hoy tengo un currículum extenso, que nada tiene que ver con esa etapa. A veces pienso que hubiera convenido quedarme en Europa porque allá hay más mercado, los artistas viven de su trabajo. No son docentes.
Temas
Otras noticias de Mesa para dos
- 1
Ni oliva ni girasol: el aceite que está lleno de vitaminas y ayuda a la salud del corazón
- 2
El telescopio James Webb encontró una galaxia gemela de la Vía Láctea
- 3
Día del Padrino y la Madrina: por qué se celebra hoy y frases para enviar
- 4
Cuál es la fruta que es capaz de bajar la presión arterial y ayuda contra el insomnio