Dos amigas que trabajaban en la misma empresa se dieron cuenta de que ya no eran felices, ¿qué podían hacer para cambiarlo?
Para finales del 2020 algunos empleados volvieron a las oficinas de manera escalonada. Pero Vanesa Armanini (37) y María José García (36) tuvieron que volver de un día para el otro en el mismo horario que hacían siempre antes de la pandemia, como si nada hubiera pasado.
Pero pasó mucho, y ellas ya no eran las mismas. El estar tanto tiempo en casa y enfrentar las dificultades de otra manera había producido en ellas un cambio interior. Y no fue lo único, las trabas a nivel país, que les impedía trabajar con normalidad, fue lo que las hizo sentirse incómodas y tomar la decisión de cambiar de rumbo.
El mandato de la eterna empleada y una amistad que cambió todo
María José estudió Marketing y Administración en la UADE. En su último año empezó a trabajar en el laboratorio donde años después conoció a Vanesa. “Fue mi primer trabajo y estuve 15 años ahí. Arranqué como pasante, analista, jefe de producto, gerencia de digital y comunicación”, cuenta y agrega que tanto ella como su familia son de una filosofía de “estudio, trabajo de lo que estudié y me quedo ahí, y ojo con moverse de ahí, es nuestra zona de confort”. Es que además, tanto María José como Vanesa tenían trabajos que les permitían viajar a los 20 años por Europa con todos los viáticos pagos y los gastos del auto cubiertos.
Vanesa hizo un máster en Marketing, pasó por varias empresas siempre ascendiendo de puesto y dentro de su profesión. Llegó al laboratorio donde estaba Majo y se hicieron amigas. Para ella renunciar y emprender no era una opción, había que quedarse en el mismo trabajo escalando puestos.
Volver a la oficina en pandemia
“El último tiempo que estuvimos trabajando juntas, después de volver de la pandemia, la presencialidad nos mató, eran muchas horas ahí adentro y la empresa no tenía una continuidad porque había problemas de importación de la mercadería y entonces el trabajo era más tranquilo, no le encontrábamos mucha lógica ni estrategia. Eso hizo que nos sentemos a pensar en otra salida, ¿qué podemos hacer que rompa un poco lo que venimos haciendo hace 15 años?, se preguntaba María José.
Es que cuando se empezaron a reanudar de a poco los trabajos ellas tuvieron que volver al laboratorio al 100% de presencialidad, con un control de horarios y llamadas si llegaban tarde, “no es cosa de criticar a nuestro empleador anterior, ellos tienen una filosofía que a ellos les funciona y a la que nosotras no logramos volver a adaptarnos. Además, tampoco le encontrábamos lógica ni mucha estrategia a lo que hacíamos, sentíamos que perdíamos el tiempo, que había horas muertas”, explica María José. Es que las chicas aman lo que hacen, son jóvenes y querían hacer algo que las motivara. “Veíamos que perdíamos nosotras, porque nos podíamos haber quedado de manera infinita, estábamos re cómodas pero cubrir un horario de 9 a 18hs para pasar lista, si no había más para hacer por la escases de producto, nos ahogaba a las dos”, agrega Vanesa.
Al no tener el producto por la importación no podían hacer mucho, entonces a fin de año María José empezó a insistir en hacer algo juntas, “mi cabeza decía No Vanesa, vos estás bien donde estás, tenés que llegar más lejos”, se sincera.
“Conté hasta tres y renuncié”
El segundo año de pandemia no fue fácil para Vanesa, a raíz de un problema personal no podía salir mucho por el covid, “me dí cuenta de que la vida no va por este lado, va por un lado en la que puedas disfrutarla más. Le dije a Majo, vuelvo a la oficina y renuncio”. María José creyó que era una forma de decir, pero no, a los diez días Vanesa juntó fuerzas, contó hasta tres, entró a la oficina del gerente y renunció. ¿Qué iba a hacer? No tenía ni idea, pero sabía que estaba dispuesta a salir de su zona de confort para encontrar aquello que le devolviera la motivación y la hiciera feliz.
“Era como el empujón que me faltaba a mí, yo tenía las ganas pero me faltaban las fuerzas”, asegura María José.
Las dos sabían que si iban a armar un emprendimiento juntas lo querían hacer bien y no a medio tiempo, para eso era necesario renunciar para empezar. Vanesa renunció en marzo y estuvo todo abril haciendo el traspaso. María José se casó en abril y se pusieron de acuerdo para que ella renunciara después, “éramos pares, era como sacarle mucha estructura de repente a la empresa. Cada una hizo el pasaje con su gente y yo terminé renunciando en junio”, explica María José.
“Cuando estás en una empresa te venden eso de pertenecer, que está bueno pero también está buenísimo tener una vida por fuera de la corporación, teníamos posiciones en las que nos teníamos que quedar a la madrugada haciendo presentaciones, y uno después empieza a evaluar ¿eso es lo que yo quiero para mi vida o prefiero estar más tranquila haciendo lo que me gusta?”, analiza Vanesa.
El emprendimiento
Siendo las dos desempleadas llegó el momento de armar el emprendimiento. Sabían que no querían nada que se relacionara con la gastronomía, tampoco querían empezar con empleados, el plan era un emprendimiento que lo pudieran manejar solo ellas. Buscaron franquicias, pensaron en alquiler de inflables, de muebles para eventos, de juegos para cumpleaños. Hasta que un día María José le mandó un mensaje a Vanesa: “¿Y si vendemos productos de limpieza en los barrios cerrados?”.
Las chicas empezaron a notar que la gente que vive en barrios cerrados suelen ser familias grandes y todo lo que es producto de limpieza lo compran en cantidad. “La necesidad y la oportunidad estaba ahí latente”, cuenta María José. Entonces decidieron poner todos sus conocimientos en práctica: crear un buen sitio web, tener buenas redes sociales, hacer publicidad, hacerlo prolijo desde la base.
Pero decidieron buscarle un diferencial: además de productos de limpieza en envases grandes de primera y segunda marca, venden productos de decoración relacionados con la limpieza: “Lo que queremos lograr es que vos comprando limpieza tengas esa misma sensación y placer de cuando compras un producto deco”, explica María José sobre el emprendimiento al que decidieron llamar Neto, “con el sentido de contable, que está limpio, que está neto”, agrega.
Las chicas están en un aprendizaje continuo, alquilar un depósito, manejar la logística, las tarjetas de crédito, cómo avisar al consumidor que existen si no tienen un local, “es muy difícil emprender en Argentina porque cambia todo en muy poco tiempo pero estoy feliz y me siento cómoda. No entiendo cómo me bloqueaba por hacer algo sola, tenía tanto miedo por ese mandato tan grande de seguir en la misma empresa que no me animaba a hacer algo sola”, admite Vanesa.
“La gran pregunta fue ¿por qué no lo hicimos antes? ¿qué estábamos esperando?”, concluye María José como reflejo de la felicidad de terminar el año arriesgando por lo que les gusta.
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