
El Actor´s Studio por dentro LOS HACEDORES DE FANTASIAS
Con 50 años de gloriosa historia para ofrecer, está formando una nueva generación que heredará la tradición de los mejores actores de nuestro siglo
1 minuto de lectura'
NUEVA YORK.- "Películas... es gracioso. La gente compra una entrada. Ese es el pasaporte a la fantasía que uno crea para ellos. Fantasilandia, eso es todo, y uno hace que sus fantasías vivan. Fantasías de amor o de lo que sea. La gente quiere verlas una y otra vez." No puedo dejar de pensar en esta reflexión que Marlon Brando le confió en 1976 al periodista de Rolling Stone Chris Hodenfield, mientras un adorable abuelo irlandés me conduce por la 5a Avenida. Nueva York se está despertando. Esta ciudad donde mucha gente paga 150 dólares por una entrada de teatro sin inmutarse, donde es difícil encontrar una función nocturna de cine que no esté llena (sin que importe el día de la semana), y donde no es inusual que el mozo que nos sirve el desayuno esté nervioso porque dentro de unas horas asistirá a su casting número 17, sabiendo que si puede hacerlo acá, podrá hacerlo en cualquier lado. Quizá por eso, para un actor en cierne, cualquier esfuerzo está justificado. Incluso si el objetivo es ser aceptado en el Máster de Arte Dramático que desde hace cinco años dictan conjuntamente el Actor´s Studio y la New School University.
Brilla... y es oro
No cabe duda de que una de las instituciones más ilustres de la ciudad es el mítico Actor´s Studio, donde se perfeccionaron Anne Bancroft, Arthur Penn, Martin Landau, Joan Woodward, Robert Duvall, Al Pacino y un largo etcétera. Su codiciado máster reúne a casi un centenar de jóvenes que llegan desde todas partes del mundo.
Laura Reynor, estudiante de segundo año, dice: "En Los Angeles, siempre que hacía un casting me decían que viniese a Nueva York, me consiguiera un agente y luego volviese". En la Gran Manzana todos están esperando que los descubran. Algunos tientan a la diosa fortuna mostrándose en obras callejeras, otros en el off-off-off Broadway mientras el resto sigue trabajando duro en los múltiples estudios que funcionan en el Village, el Soho, Tribecca y el Upper West Side. Porque, como dice un aviso gráfico de la New York University: "sólo en la ciudad que inventó la ambición tiene sentido que la escuela nunca pase de moda".
Una marca registrada
El programa de máster al que asiste Laura es un brillante reflejo del Actor´s Studio original. Desde que James Dean y Marlon Brando se hicieron famosos -y el Studio con ellos-, pasaron por allí tantos actores brillantes que esta institución no sólo se convirtió en una marca registrada, sino también en un lugar rodeado de un halo de misterio debido a que sus puertas permanecen cerradas, sin excepción, a todo tipo de público, sea quien sea y venga de donde venga.
Fundado en 1947 por tres de los integrantes del Group Theater (Robert Lewis, Cheryl Crawford y Elia Kazan), el Studio hizo realidad el sueño de un reducido y exigente número de actores: tener un lugar donde experimentar y perfeccionarse protegidos de las miradas coartantes del mundo comercial.
Para garantizar la calidad del trabajo en las antiguas instalaciones de la iglesia ortodoxa griega de la calle 44 de Manhattan (que ocupan hasta hoy), los fundadores decidieron que sólo aceptarían aquellos artistas que demostrasen tener cualidades sobresalientes ya sea en el terreno de la actuación, la dirección o la escritura.
Finalistas vs. vitalicios
Aprobando una audición preliminar, el aspirante se convertía en un finalista y sólo si superaba todos los restantes escollos era aceptado como miembro vitalicio. Como premio consuelo, a los finalistas se les permitía observar el trabajo de los vitalicios desde los balcones de la iglesia, sin derecho a intervención alguna. En cambio los vitalicios, un cuerpo verdaderamete de elite, tenían el privilegio de asistir al Studio cuando quisieran, pedir turno para interpretar escenas frente a sus pares y, posteriormente, discutir sus análisis críticos.
Nadie puede negar que con este democrático sistema de selección no corre el hazte fama y échate a dormir. No importa cuán impresionantes sean los antecedentes del aspirante, todos tienen que pasar por el mismo proceso. Además, quien es rechazado debe empezar todo de nuevo.
Y, a veces, pasan años antes de que se consiga una nueva oportunidad.
Dustin Hoffman necesitó seis audiciones para que lo aceptasen, Jack Nicholson cinco, Harvey Keitel... ¡once!, y Paul Newman ni siquiera logró pasar su audición. (No fue hasta que el protagonista de El audaz acompañó a otro aspirante que necesitaba un compañero para hacer su escena, que los miembros del Studio lo invitaron a unírseles. Como en Fama, quien le pidió el favor se disolvió en el olvido.) La lista actual de miembros vitalicios incluye a Robert De Niro, Norman Mailer, Faye Dunaway, Sally Field, Holly Hunter... es larguísima. En total, sólo entre Oscar, Tony y Emmy, los escritores, directores y actores del Studio han recibido hasta la fecha la friolera de... ¡150 premios!
Del Studio a la escuela
El máster que funciona en la New School University está íntimamente ligado al Actor´s Studio, aunque ambas instituciones son independientes.
"Para bien o para mal, la idea de crear un máster fue mía confiesa el hierático, sobrio y alabado James Lipton, director de la Facultad de Arte Dramático de la New School y miembro vitalicio del Actor´s Studio.
A pesar de sus 47 años de antigüedad y prestigio, el Studio jamás había abierto sus puertas para ofrecer un programa de estudios con valor académico. "Me pareció importante canalizar todas esas invalorables experiencias y entrenar a una nueva generación. Porque el Studio no es una escuela -aclara-, pero este nuevo emprendimiento sí."
Durante un año y medio, representantes de la New School se reunieron con un grupo de miembros vitalicios, entre los que se encontraban Arthur Penn, Paul Newman, Norman Mailer y Ellen Burstyn, y se puso a punto el programa de enseñanza.
Así fue como, en 1994, James Lipton invitó por primera vez a enviar las solicitudes de inscripción desde un folleto coronado por la máxima una vida en las artes no es una profesión sino una vocación, una llamada. Con tacto, Lipton aclaraba que no todos poseen la fuerza, el coraje y el fuego necesarios para responder a este llamado, pero que si el lector sentía que poseía estas cualidades, él estaba deseoso de darle la bienvenida a ese mundo tan excitante y especial, a través del cual sería guiado nada menos que por los destacados miembros vitalicios del exclusivo Actor´s Studio.
La rueda de la fortuna
Como es fácil imaginar, la voz se corrió como un reguero de pólvora y hoy reciben un promedio de 3500 solicitudes de admisión anuales de todo el mundo, y van en aumento. El aluvión de aspirantes no cesa, a pesar de que cada uno de ellos debe viajar desde donde se encuentre residiendo para dar una audición de solamente... ¡cuatro minutos!
Luego, con el cerebro transformado en un signo de interrogación, los estoicos aspirantes deben retornar a casa y esperar la respuesta.
Sólo serán 85 los privilegiados que regresarán a Nueva York donde se encontrarán cotidianamente con Lipton en los pasillos de la New School a lo largo de tres intensos, decisivos e inolvidables años.
"Yo audicioné en muchas escuelas y ésta es la última en la que pensé que sería aceptado -admite Bruno Dayrell, un brasileño de 29 años que hace suspirar a más de una neoyorquina-. Siempre pensé que quería ser actor, pero durante mucho tiempo eludí la decisión. Es una profesión muy arriesgada y tenés que lidiar con el mundo material y con tu corazón, porque éste también es un negocio, igual que la música y el resto de las artes. Pero finalmente me di cuenta que no puedo hacer otra cosa que no sea actuar."
Para Luke Pierucci, en cambio, que descubrió la actuación mientras era un estudiante de filosofía, el máster del Actor´s Studio es una cuestión de piel: "Una vez que probé el escenario fui dejando la escritura de lado y enfocándome cada vez más en la actuación y, aunque hay otras escuelas, ninguna es tan especializada como ésta. Además, no confiaría en otra institución".
El discurso del Método
El directo "¡Hola, soy una periodista de Buenos Aires, ¿tenés un rato para hablar de la escuela?", basta para recoger algunas opiniones fuera de programa en relación al legendario Método, así con mayúscula, creado, a principios de siglo, por el visionario hijo de una familia que tenía una fábrica dedicada a la manufactura de hilos de oro y plata. ¿El nombre del innovador?: Constantin Stanislavsky. El ambicionaba que los actores bajo su dirección construyeran personajes con vidas internas del tipo que tiene la gente real, donde lo importante no es simular, sino sentir.
Luke afirma con seguridad: "Hay muchos estereotipos erróneos con respecto a los actores formados en la técnica del Método como nosotros". "Sí -agrega Laura-, como, por ejemplo, que necesitamos tiempo para ponernos en contacto con nuestro yo interior. Pero es mentira. Cuando llega el momento estamos capacitados para hacer lo que sea necesario para lograr que el trabajo se cumpla."
El revolucionario Método Stanislavsky -introducido en Estados Unidos por Stella Adler y Lee Strasberg -principal motor del Actor´s Studio durante muchos años- se estructura sobre la base de ejercicios que buscan desarrollar la habilidad necesaria para llegar hasta la realidad emocional del personaje más allá de las palabras.
(Julieta Ortega, que estudió en Los Angeles en una escuela en la que también trabajan con el Método Strasberg, afirma: "En el Método los actores trabajan con lo que se llama memoria emotiva. De esta forma, cuando actúan no simulan que les pasa algo, sino que les ocurre realmente, gracias al recuerdo de un hecho de sus vidas. Por eso los ejercicios son sumamente intimistas: te acordás del lugar en el que viviste una situación, del olor del lugar, de los ruidos, el ambiente, el tacto, todo esto ayuda a que tengas el recuerdo físico de ese sentimiento. Pero si bien el Método te da muchas herramientas, creo que hay momentos en que nada te funciona)".
Los dioses se sinceran
Es lunes por la noche y la New School, en el corazón de Greenwich Village, está atestada de jóvenes de diversas nacionalidades, edades colores y tamaños. Son alumnos de tercer año del máster, ansiosos por escuchar al invitado de hoy: Sean Penn. El vil abogado de Carlito´s Way es otro de los reconocidos que, desde hace cinco años, desfilan por el auditorio de la universidad donde son entrevistados por James Lipton. Pero lo inusual es que estos seminarios, siete durante la temporada de primavera y otros tantos durante la de otoño, son grabados, editados y luego transmitidos por la señal Film&Arts (canal 40), que en la Argentina pueden ver los abonados a Cable visión con el título de Conversations: Inside the Actor´s Studio (el encuentro con Sean Penn se pondrá al aire mañana, a las 20.30).
El medio es el mensaje
James Lipton dixit: "Una vez que la escuela estaba en marcha, me di cuenta de que había algo que nos quedaba por captar, aquellos que nos podían dar sólo un día de sus vidas: Paul Newman, Alec Baldwin, Sally Field, Dennis Hopper, Harvey Keitel, Bobby De Niro, gente maravillosa del Studio. Entonces creamos estos seminarios donde personajes de una calidad artística indiscutible pudieran contar sus experiencias y su manera de ver el oficio del actor a los alumnos".
Lipton intuyó que éste iba a ser un acontecimiento memorable y logró que Bravo-Estados Unidos (que es Film&Arts en la Argentina) se comprometiera a poner el seminario al aire. Y tenía razón. Porque cuando en el primer programa apareció Paul Newman hablando sobre su carrera y el arte de actuar de una manera en que nunca lo había hecho antes, lo que se vio no fue una simple lección para los estudiantes de tercer año del máster, sino que, también, fue inspirador para todo aquel espectador que sintiera al cine y la actuación no como simple entretenimiento, sino como genuinas expresiones artísticas.
"Se ha convertido en el archivo testimonial de nuestro tiempo -se enorgullece Lipton-. En ninguna época hubo un registro de este tipo. Tiene un valor cultural inconmensurable." Tomemos en cuenta que todos los artistas (actores, escritores, directores), muchos de los cuales le tienen alergia a los periodistas, acceden a la entrevista por los alumnos y porque saben que no se les van a hacer preguntas obvias ni van a transitar por los consabidos lugares comunes que tanto detestan.
Conversations Inside the Actor´s Studio ya ganó en Estados Unidos el premio ACE al mejor programa de entrevistas y James Lipton fue consagrado por la prensa como el mejor entrevistador de 1998, por encima de los celebérrimos David Letterman y Larry King. "Cuando estaba trabajando en el formato que tendría le emisión me preocupaba cómo haría para que estuviera por encima del nivel de la jungla de la televisión -dice con su acostumbrado tono reflexivo-. En general, los programas de entrevistas están perfectamente orquestados, hasta las bromas del presentador. Eso es lo que hacen los 22 escritores que trabajan en ellos. En esos programas se tiene una entrevista previa con el asistente de producción y luego se hacen las mismas preguntas y uno responde lo mismo, porque si no nunca más te vuelven a invitar. Pero nosotros no teníamos el dinero para hacer eso y, fundamentalmente, yo no quería hacer eso. Así que decidí que haría mi propia tarea. Me mataría, no viviría por mucho tiempo -todavía creo esto- y nuestro programa no sería una entrevista, sino una conversación. Una conversación que tiene un arco y a través de la cual yo guío al invitado con la ayuda de mis tarjetas azules, que son un bastón para mi memoria." Una vez que el programa se hizo masivamente conocido, Lipton pasó a ser "ese señor que entrevista a los famosos, el que tiene las tarjetas azules". Otra cosa que se hizo famosa es el cuestionario final -tomado, según él mismo reconoce, del que realiza Bernard Pivot en París, en su programa Boullion de culture-, que da por terminada la entrevista antes de pasar a las preguntas de los alumnos: ¿Cuál es tu palabra favorita? ¿Cuál la que menos te gusta? ¿Qué te excita? ¿Qué te desanima? ¿Qué ruido o sonido amás? ¿Cuál odiás? ¿Cuál es tu mala palabra o insulto favorito? ¿Qué hubieses sido si no fueras actor? ¿Qué profesión realmente nunca te gustaría realizar? y, finalmente: Si existe el cielo, ¿qué te gustaría que te dijera Dios a tu llegada?
"Cuando ganamos el premio ACE, en la sala de prensa todos me gritaban: ¿Cuál es tu mala palabra favorita? Pero yo nunca voy a responder a esa pregunta, soy una persona tan común en comparación con mis invitados que ése es mi único pequeño secreto, mi misterio, y lo voy a guardar."
Muchos opinan que Lipton es muy indulgente y que siempre alaba a sus interlocutores. Sin embargo, su estilo logró darle al programa una atmósfera de intimidad donde se hacen revelaciones impensadas: Jack Lemmon admitió, por primera vez en público, que es alcohólico; Danny Glover lloró e hizo llorar a la audiencia hablando de su madre; Sean Penn, sin ningún tipo de estímulo, trajo a colación su paso por la cárcel.
Además, el programa se convirtió en una envidiable e inusual vidriera para los alumnos. "Cuando Bruno (Dayrell) le hizo una pregunta a Lauren Bacall -recuerda Lipton-, ella le dijo: ¿Sabés que sos lindo, realmente lindo? Y la semana última Valery, mi asistente, me llama y me dice: Tuvimos una llamada de Fox, tienen un rol protagónico en una de sus nuevas series y dijeron que quieren al chico del que se enamoró Lauren Bacall... y esta semana tiene la audición. Hay algo particular que ocurre con el seminario Inside the Actor´s Studio. La mayoría de los chicos que se internan en un máster que dura tres años literalmente desaparece del mundo. Pero acá no. Ellos son enormemente visibles." Seguramente, más de uno de estos alumnos serán adorados en el nuevo siglo. En un momento en que Disney amenaza con desechar a los actores reemplazándolos por imágenes generadas por computadoras, los estudiantes de esta escuela son una suerte de caballeros andantes y princesas soñadoras que no se dan por vencidos frente al monstruo digital. Con un espíritu casi romántico difícil de encontrar en este incrédulo fin de milenio, rescatan la tradición de un Studio que mantiene su nivel de excelencia a la espera de que la nueva generación tome por asalto la escena del siglo XXI.
Todos dicen Te quiero
Jim Lipton reconoce que jamás imaginó que Conversaciones dentro del Actor´s Studio iba a tener el éxito que tuvo. Y si bien al comienzo pensó que no iba a lograr que los actores más famosos aceptaran participar, ahora todo tipo de peces gordos del negocio llaman a su oficina para reservar lugar en esta larga procesión de iconos del cine y el teatro de nuestros días.
"Le voy a contar cómo conseguimos a Spielberg. Mi esposa y yo pasamos las vacaciones en East Hampton. Allí, los fines de semana todo el mundo va al Multiplex. Por eso, los viernes y sábados a la noche es como estar en el festival de Cannes, la gala inaugural del de Venecia, Berlín, o la noche de los Oscar. ¡Ese complejo está lleno de gente del showbusiness! Y si hay algo más sagrado que el Multiplex es... el pochoclo. Trate de colarse y es un perfecto candidato para ir a parar al hospital. Así que estaba haciendo pacientemente la cola cuando una voz me dice: ¿Sabés?, después de ver a Holly (Hunter) en tu programa la llamé y le dije que ésa había sido la mejor charla sobre el oficio que había escuchado en televisión. Cuando me doy vuelta, ahí estaba él, ¡Steven Spielberg en persona! Nos pusimos a hablar y en un momento me dice que le encantaría venir. Así que me dio su número privado, ahí, rodeado de gente de la cual probablemente tenía guiones en su escritorio. Lo escribió en un cupón de esos ahorre quince centavos una vez que haya comprado su Coca-Cola número dos mil. El lunes yo llamo y me atiende una voz femenina. Yo, creyendo que había marcado mal, le digo: Perdone, quería hablar con la oficina de Steven Spielberg. ¿Cuál es su respuesta? Esta es la oficina de Steven Spielberg, yo soy su asistente, ¿quién le habla? Así que le digo mi nombre y ella ¿qué dice? ¡Oh, amo ese show! Así que le cuento sobre la cola en el cine y ella me confiesa que Steven realmente debía querer ir al programa porque nunca daba ese número, ése era el número con el que sólo él se comunicaba con ella.
Déjeme contarle otra historia que, cuando me pasó, creí que estaba soñando. Un día encuentro en mi contestador una voz que decía algo así como: Marlon Brando llamando a Jim Lipton. ¡Oh!, supongo que son las ocho de la noche, probablemente estás cenando, ¿eh? Me llegó tu fax, tenés una firma genial, je je je. Bueno, te llamo. Y nada más, ni un número donde ubicarlo, nada. El tiempo pasó y un día llego a mi oficina y Valery, mi asistente, me informa que hay una persona esperando en la línea desde hace quince minutos. ¿Pero, quién es?, le digo intrigado. Valery reconoce nerviosísima que tuvo miedo de preguntarle porque creía que era... ¡Marlon Brando! Así que atiendo y me dice: Creo que malinterpretaste mi mensaje. Me parece que pensaste que yo quería ir a tu programa. Era lógico que yo hubiese creído eso porque en el fax que le había mandado le decía que si estaba interesado en participar (en el programa) me llamara al número de mi oficina... y vos llamaste a ese número -le dije-. Su respuesta fue: No, yo nunca voy a estar en ese programa, porque odio a Lee Strasberg. El siempre estaba tratando de sacar rédito diciendo que me había entrenado y no lo hizo, Stella (Adler) lo hizo, y sigue, sigue y sigue por veinte minutos, y en un punto me pregunta qué sabía yo sobre los indios americanos y, de nuevo, intento convencerlo de que venga al programa y nos enseñe a todos acerca de los indios americanos y de Stella Adler, pero no. Seguimos hablando por otros 45 minutos, y fue maravilloso, estuve hablando con un Dios. El habló mucho, incluso en un momento empezó a hablar en español, yo le dije: Marlon, yo no entiendo español, y él me dijo: No estaba hablando con vos, le estaba hablando a mi ama de llaves.
Hay pocas personas que realmente quiero conseguir que vengan al programa, aunque sé que es algo utópico. Marlon es uno. Woody es otro. Sin embargo con Woody creo que tengo más posibilidades. Jack Rollins, su agente, me llamó para decirme que el nuestro es el único programa de televisión que Woody mira, y que quiere venir, pero que yo ya debía saber cómo es Woody, que quizás un día se levante decidido a hacerlo, pero que por ahora no me podía dar ninguna certeza."






