
El cuarto poder es cosa de mujeres
Diarios y revistas se han poblado de redactoras. Muchas de ellas se transformaron en editoras de noticias bien calientes, algo impensado hace apenas una década. Las que reunimos para esta mesa redonda deciden todos los días qué leerán y cómo millones de argentinos
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El ingreso masivo de las mujeres en el periodismo, tal como se puede comprobar con sólo echar un vistazo a cualquier redacción, es un fenómeno de estos últimos tiempos que, aunque no es ajeno a la incorporación masiva de la mujer en el mercado laboral, no deja de sorprender. Descartando carreras más seguras y tradicionales (Derecho, Psicología) y decididas a enfrentar el inestable riesgo de la actualidad, las mujeres no sólo son hoy una holgada mayoría en las universidades y escuelas de periodismo, sino que han comenzado a hacer trizas aquel prejuicio que las limitaba a los medios destinados a sus congéneres y hoy cubren los más diversos, y desafiantes, aspectos de la realidad.
Si bien las redactoras femeninas ya no llaman la atención, aunque ha aumentado es todavía escaso el número de aquellas que acceden al puesto de editoras, o sea, las que tienen poder de decisión sobre lo que se publica o no, sobre todo en secciones como Política y Economía. Mucho menos las que se animan a fundar un medio de interés general, como hicieron Claudia Acuña y Gabriela Cerruti con la revista Trespuntos.
Pioneras en un cargo que hasta no hace mucho era patrimonio exclusivo de los hombres, las editoras, desafiando aquello de que detrás de toda mujer que ocupa un cargo de responsabilidad hay un padrino amable que no resistió la minifalda, suelen ser mujeres formadas, con años de experiencia en el oficio y, sobre todo, conscientes de que deben cumplir con un horario de entrada, pero que jamás sabrán a qué hora terminan.
Vestidas en sobrios grises y negros que disimulan mejor las desprolijidades que sobre la ropa provoca el constante roce con el papel, las editoras -todas al filo de los 40 años- Gabriela Cociffi, de Gente; Silvia Pisani, de La Nacion; Silvia Naishtat, de Clarín, y Sylvia do Pico, de Cosmopolitan, aceptaron reunirse para hablar de los gajes de su oficio, desmentir los runrunes que las imputan manejar a los hombres en su propio beneficio, explicar cuál es el aporte de la mirada femenina a la hora de seleccionar el material, opinar sobre la actualidad y contar cómo se las arreglan para además llevar adelante hijos y casa.
Delgada y con aspecto de adolescente, Gabriela Cociffi, cuatro hijos varones de entre 19 y 3 años, es directora adjunta de la revista Gente. Cuesta imaginar a esta mujer, que alguna vez se licenció en Historia del Arte, de modales suaves y de la que se presiente que prefiere pasar inadvertida, lidiando a diario con alguna de las tareas que le corresponden, entre otras el inclemente cierre de 32 páginas diarias de la revista.
Licenciada en Ciencias de la Comunicación y profesora de historia, Silvia Pisani, inteligente y segura de sí misma, ejerció durante cuatro años el cargo de editora de Economía en La Nacion y actualmente hace lo mismo en Información General, donde tiene 18 personas a cargo, "con las que me divierto muchísimo todos los días".
Ubicada en el rubro de las suavecitas capaces de extraerle al entrevistado los datos más impensados, la ingeniera agrónoma Silvia Naishtat, dos hijos -uno de 22 y otra de 8-, que actualmente cursa un master en Historia de la Economía en la Universidad de Buenos Aires, es parte del cuerpo de editores de Economía del diario Clarín y única responsable de la edición de su sección de los lunes.
Directora del mensuario Cosmopolitan, Sylvia do Pico, dos hijos, femenina y alegre tipo hada campanilla, como ex editora de Playboy está acostumbrada a lidiar con el mundo de los hombres. Licenciada en periodismo, también fue editora de Claudia (cuando hace unos años la relanzó al mercado Editorial Abril de Brasil), revistó en la redacción de Para Ti y pasó por la Segunda Sección de Clarín hasta que Alfredo Vercelli le ofreció Cosmopolitan.
"Me llamó y me dijo que yo daba el mix para hacer la revista porque era la única mujer editora que había hecho Para Ti y Playboy, algo perfecto para una revista que iba a incluir el sexo, toda una novedad con un tema que hasta entonces había sido tabú en una editorial como Atlántida".
En cuanto a la manera en que lograron hacerse un lugar en el medio, sus relatos quizá sirvan como consuelo para todas aquellas aspirantes que aún no han logrado hacer pie en ninguna redacción.
Casi todas coincidieron en que llegaron a fuerza de coraje e insistencia. Gabriela Cociffi tenía 18 años y, aunque provenía de una familia de matemáticos, a los 11 y para alegría de su científica parentela ya había decidido ser periodista. Para colmo de dificultades, había vivido cuatro años en Irán y cuando llegó al país no sabía quién era nadie, por lo que se vio obligada a "hacer un curso veloz de personajes argentinos".
Una vez memorizados los famosos de entonces, se dedicó a hacer lobby en el hall de Gente, que "en ese momento era la revista que más vendía", y donde nadie le hizo caso durante un largo tiempo.
"Me senté durante un mes en la puerta hasta que me atendieron -recuerda-. Era una redacción pesada. Uno se asomaba allí y te daba no sé qué hasta atender el teléfono. Estaban Héctor D´Amico, Chiche Gelblung, Alfredo Serra, Renée Sallas, toda gente que tenía una gran pasión por lo que estaba haciendo. No estoy segura de que hoy se viva de esa manera en las redacciones." Una vez adentro, recorrió el espinel rigurosamente: fue cronista, hizo guardias, policiales, anduvo cubriendo la noche, fue secretaria de Redacción y prosecretaria. A los 29 años la nombraron subdirectora y desde hace dos es directora adjunta, al tiempo que acaba de festejar sus primeros veinte años en la revista.
El primer trabajo parecido a hacer periodismo que consiguió Silvia Pisani fue como encargada de "tomar el número de sorteo de las quinielas", en la desaparecida agencia Saporiti. Más tarde, y condenada por su sexo, también pasó por Para Ti. Resuelta a entrar en La Nacion, se armó de coraje: "Llegué golpeando puertas y diciendo aquí estoy". Y se quedó hasta hoy.
Silvia Naishtat comenzó tenuemente haciendo colaboraciones para el suplemento rural de La Nacion y después en el fenecido Tiempo Argentino, pero la primera oportunidad de integrar una redacción la tuvo en La Razón en épocas de Jacobo Timerman.
"Mi especialidad eran los temas relacionados con el campo y con temas rurales, aunque ahora hago más economía que entonces. Creo que tuve la gran suerte de poder empezar en un momento político tan particular como era el despertar de la democracia y donde ninguno de los que trabajábamos allí habíamos sido contaminados por la dictadura. Había debates y confrontación de ideas y las discusiones seguían afuera de la redacción; a diferencia de ser free lance, estar dentro en ese momento fue una experiencia muy importante".
Distinta de la experiencia de Sylvia do Pico, que por causa de sus hijos prefirió siempre trabajar como free lance y de golpe se convirtió en editora de Playboy, una revista para hombres donde las relaciones con sus compañeros del sexo opuesto no le resultaron fáciles.
"Además de ser la única editora mujer y de verme obligada a meterme en la cabeza de los hombres para saber qué querían, qué les gustaba, se me hizo muy difícil la relación con el resto de la redacción. Nunca me había pasado algo así, es decir, tener hombres que dependieran de mí y que se resintieran negativamente por ese hecho. En algún momento llegaron a decir que era lesbiana. Aguanté siete meses y renuncié".
-¿Hay alguna relación entre el ascenso de las mujeres en el periodismo y la visión del mundo que tiene la mujer?
Pisani: -Hay un cambio social, y de un tiempo a esta parte el desempeño de la mujer es de mucha mayor participación. Esto se da en todos los órdenes y también en el periodismo. Y si hay otra forma de hacer periodismo, hay otra forma de ver la vida. Las mujeres vemos las cosas de una manera diferente.
Do Pico: -Más allá del feminismo, hay una revalorización social de la intuición y la inteligencia intuitiva y emocional, que no tiene nada que ver con lo racional y lógico de la mente masculina. Creo que en el periodismo, especialmente cuando sos editora, trabajás mucho con el olfato periodístico, y las mujeres tenemos eso bastante más aceitado que muchos hombres.
Cociffi: -Yo creo que las mujeres nos permitimos una diversidad que no es frecuente que los hombres se la permitan. A nosotros nos puede interesar tanto Susana Giménez como Susan Sontag, como temas de Economía, la colección de Para Ti, el Mundial o el vestido de casamiento de Valeria Mazza, y ese permanente contacto con todo me parece que hace que podamos tener una visión distinta, sin prejuicios ni complejos, sin temer a que nos acusen de frívolas. Creo que esto es lo que nos diferencia y lo que nos pone finalmente en el lugar de la edición.
Naishtat: -Creo que hay dos maneras de ingresar en la nota y que los diarios están incorporando, como se dijo acá, una mirada de mujer. Por ejemplo, en una entrevista a Georges Soros en la que participan un redactor hombre y una mujer, la mujer va a poner que Soros tiene lentes de Armani, que no tiene secretaria, etcétera. En cambio, el hombre va a escribir sobre la definición de Soros sobre el mercado de capitales. A mí me parece que los diarios están buscando una mirada mucho más humana, sobre todo en noticias como las económicas donde la cantidad de lectores puede ser menor, pero la información es muy importante. Lo que están buscando es que la nota sea seductora para que el lector ingrese y quede atrapado en el material.
-¿Las mujeres ejercen el poder de una manera diferente?
Cociffi: -Haber hecho toda la carrera me sirvió muchísimo porque cuando pido algo en la revista el que recibe la orden sabe que yo sé de qué estoy hablando. Desde el escritorio yo puedo imaginarme cualquier cosa, pero si estuve en la calle, y tengo muchos años de calle, tengo toda la autoridad para pedir. Yo también hice guardias. Las guardias son el estilo periodístico de Gente. De diez horas, como cuando vino Sinatra y nos dijeron que era imposible. Para conseguir la foto distinta en el momento distinto tenés que estar donde está el personaje; el teléfono a nosotros no nos sirve, las entrevistas por teléfono no me gustan mucho.
Do Pico: -En general he notado que en las redacciones donde hay una mujer a la cabeza, hay una negociación más horizontal de los problemas. No te importa tanto si esa persona llegó una hora más tarde de lo que debía porque podés negociar que se quede hasta más tarde. Hay una mayor flexibilidad, y esto no significa que eso sea un ¡viva la Pepa! Hay hombres que tienen una dirección de este tipo y y hay mujeres que tienen una más masculina, más jerárquica, más para abajo. Pero en general las mujeres creamos otro clima en las redacciones y en las entrevistas.
Pisani: -Yo reconozco que a la hora de cierre me convierto en un verdadero sargento, pero hasta determinado momento trato de tener (no siempre sale) paciencia. Escucho ángulos, me gusta mucho escuchar, pero a la hora de cierre se terminó la democracia... Si algo se quebró, mañana recomponemos vínculos, y ése es un trabajo que en el equipo es muy importante también.
-¿Hay una manera femenina de entrevistar?
Naishtat: -Yo coincido con que es fundamental ir a ver al entrevistado, porque la información que uno obtiene cara a cara no tiene nada que ver con la que obtenés por teléfono. Nada más que entrando en el despacho del entrevistado y viendo qué carpetas tiene sobre su escritorio se obtiene mucha más información que por teléfono. En Economía también se hacen guardias, pero quizá se trabaje de una manera distinta que en otras áreas, porque aquí es indispensable el tema de la claridad, el rigor en la información o el chequeo de las fuentes.
Do Pico: -Creo que las mujeres creamos un clima en la entrevista diferente del varón, pero no por el cliché de la cuestión femenina, sino porque es más fácil sacar a un político o a un economista del cassette si entrás por otro lado y empezás preguntándole cuántos chicos tiene. Esto parece inocente y no lo es, y tiene un efecto sobre el resultado final, y es que esa persona baja la guardia y te da información que no le daría a otro hombre o a otra mujer que no tenga esa actitud. No creo que esto pase por ser mujer u hombre en particular, sino por una determinada dirección, tiene más que ver con esta cosa de virtudes o rasgos femeninos que puede tener un hombre también sin dejar de ser varón, y viceversa.
Naishtat: -Los hombres van a las entrevistas mucho más armados, más desde el saber. Las mujeres vamos desde la pregunta idiota. Yo no tengo ningún empacho en hacer la pregunta del idiota porque doy por descontado que no lo sé. El hombre va desde una posición diferente: ¿cómo no voy a saber que los flujos de capital se movieron de acá para allá? En cambio, las mujeres vamos y preguntamos. No entiendo, repítame... y me parece que esto también ayuda.
-¿En qué consiste la manera femenina de editar?
Do Pico: -Creo que hay un prejuicio en contra de lo que es el periodismo femenino, tanto que las chicas que entran a estudiar periodismo no quieren acabar trabajando para una revista femenina. Sin embargo, el 80 por ciento de todo lo que hacemos, decidimos y mueve el mundo es emocional y esto le da otro rango no solamente a la mujer, sino a las cuestiones de la mujer. En el trabajo nosotras tenemos tendencia a lidiar con lo emocional, algo que el varón no escucha ni ve. Yo estoy muy feliz de trabajar en una revista femenina como Cosmopolitan y creo que se nota la diferencia en el producto cuando el director es varón. Si es muy machista, tiende a subestimar a la lectora y no se puede hacer un medio no entendiendo al lector. Nosotras somos capaces de tratar un tema emocional y darle entidad de una nota importante sin caer en lo científico. No es lo mismo hablar de sexo que de sexualidad, cuando tomamos un café con una amiga no hablamos de sexualidad, hablamos de sexo.
Cociffi: -Gente es una revista donde hay muchas mujeres y muchos hombres periodistas. La compran mujeres (el 72 por ciento de los compradores de todas las revistas son femeninos) y la leen por igual hombres y mujeres. El fuerte de Gente es trabajar en conjunto y que el editor sea mujer tiene que ver con esa visión. Todos los temas que tocamos los buscamos desde el lado de la gente, por eso nos llamamos Gente, y es ahí donde me parece que las mujeres tenemos la posibilidad de acercarnos más. A nosotras nos caben todas, desde el casamiento de Valeria Mazza hasta el Mundial. No hay tema que yo diga de entrada que no, pero el enfoque y la elección de la foto que dice lo que yo voy a contar en la nota, todo eso tiene que ver con la sensibilidad. Cuando murió Susan Barrantes nosotros estábamos con la tapa fría de ella sentada en su campo y llegó Sarah Ferguson agarrándose la cabeza, entonces cambiamos la tapa a la una de la mañana. En el momento en que todos estaban con el bolso, yo dije: Cambiemos, a esta mujer se le acaba de matar la madre y esto tiene que ver con el dolor de esta mujer viva y ese cambio de tapa tiene que ver con lo que te pasa a vos en ese instante. Es curioso, porque la mayoría de los fotógrafos son hombres, o sea que la estética está en ellos, pero la edición es femenina.
Pisani: -Pero tiene que ver con coraje también, porque tomar esa decisión, frenar una tapa con toda la gente yéndose, hacer un cambio, implica tiempo, decisión, riesgo, y eso también hay que hacerlo. Y se hace, y no tiene que ver con femineidad o no sino, con ganas de trabajar y con una concepción del trabajo. En La Nacion, la decisión de poner en tapa la foto de Sarah abrazándose al capataz de la estancia fue una decisión masculina. Yo tenía mis dudas con eso. Aunque me pareció absolutamente conmovedora, me parecía que era demasiado para la tapa del diario, estaba buscando otro tipo de imagen, algo un poco más sobrio, me parecía que había que respetar un poco más ese dolor. Estamos trabajando permanentemente con las emociones, uno ve la realidad a través de sus emociones. Los hombres quizá no sean tan conscientes de ellas. No lo sé y no me gusta generalizar. Lo que sí sé es que en la redacción el trabajar con hombres y mujeres es muy integrador. Yo agradezco tener en los equipos hombres y mujeres y un equipo integrado es lo mejor, porque es un reflejo de la sociedad misma. Lo que sí noto es que el trabajo femenino tiene una gran paciencia, las mujeres tenemos como un segundo más, una respiración más e incorporamos un elemento más, nos cansamos menos y estamos más dispuestas a resistir. Del trabajo del hombre rescato, y admiro, la practicidad. Son tipos directos, muy llanos, no dan muchas vueltas, se cansan rápidamente y dicen: Terminemos con esto. La mujer, y coincido con Silvia, le tiene menos miedo a la pregunta estúpida.
Naishtat: -Creo que nosotras tenemos una manera de trabajar muy circular. En mi caso, soy la única editora mujer en la sección Economía, donde convivo con cinco hombres, un equipo, y lo que noto es que hay una relación diferente. Yo tiendo a trabajar más en equipo, quizá por mi propia inseguridad, que mis compañeros, que me achacan la obsesividad de hacer la llamada extra o consultar más. Esta necesidad de confrontar opiniones, de dudar más que los hombres, la veo en otras mujeres que también están en cargos de edición.
-¿Se puede hablar de celos y competencias entre las mujeres en el periodismo?
Pisani: -Creo que es un mito eso de atribuirnos a las mujeres una mayor porción de celos que a los hombres. Conozco mujeres que son muy cancheras manejando eso y conozco hombres que pierden los estribos muy fácilmente por un tema así. Lo que sí es posible es que haya celos, y los celos van por todos lados, desde gorduras, flacuras, talento, no talento, lo que sea. Creo que hay que trabajar estos temas y personalmente es lo que trato de hacer y que consiste en nombrarlo. Decir que esto pasó, esto está pasando así, no me gusta lo que hacés, etcétera. Desde el momento en que eso se habla, se terminó todo, y ésa es la forma en que a mí me gusta trabajar.
Cociffi: -No sé si viene de las mujeres. Cuando hay una periodista en un rubro que no es femenino, por ejemplo política, y siempre consigue buena información, son los hombres los que dicen: ¿pero viste el cuerpo que tiene y cómo consiguió la nota? Nosotras no vamos a pensar nunca de un periodista hombre que consiguió una nota porque sabe sonreír. Por eso, esas competencias yo no puedo asegurar que vengan de las mujeres.
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