Hacía varios días que estaba sin alimentarse. La radiografía de su historia a la vista: su cuerpo delgado estaba a tono en ese paisaje en el barrio Segundo Sombra de Godoy Cruz, en la provincia de Mendoza, donde la precariedad habitacional de las familias es moneda corriente. Los restos de basura, las hojas secas de cebolla y las bolsas plásticas. Eso era lo único que estaba a disposición de Paloma para nutrirse.
Se la veía a lo lejos, en un rincón de la casa, sola. "La situación está muy difícil, estos días no pude bajar (a la ciudad) a buscar desperdicios. Tengo miedo de que me saquen la yegua. El vecino a veces me ayuda y me trae desperdicios en su camioneta, pero esta semana no pude contar con él", explica Kevin, el joven de 21 años, con rostro de niño, y con una infancia marcada por el carro, responsable de Paloma.
Como la mayoría de los equinos que tiran carros, con sus 15 años Paloma había sido considerada desde pequeña una herramienta de trabajo. Kevin la había adquirido con la mayoría de edad, cuando también se independizó laboralmente de su familia. En su pasado, Paloma ya había tirado de otros carros vecinos.
Kevin se dedica desde chico a recolectar materiales reciclables, una tarea que la realiza gran parte de su familia y que es en parte condicionada por las oportunidades que les ofrece el lugar donde viven. Hasta hace unos pocos años, en la zona aledaña al barrio se encontraba "El pozo", el basural más grande del Gran Mendoza donde se concentraba toda la basura del área metropolitana.
Pero la vida de Paloma -y la de Kevin también- estaba por cambiar. En cuanto el municipio anunció el programa de sustitución de los vehículos de tracción animal por vehículos de tracción motora, el joven se alistó para capacitarse y mejorar sus condiciones laborales. Lamentablemente hasta que no cumpliese los 21 años, no podía acceder a la licencia de conducir, por lo cual perseveró, aprovechó el tiempo para estudiar y cuando cumplió la edad reglamentaria, en marzo de este año, rindió su examen de manejo.
Por eso, ese día de invierno, no iba a ser uno cualquiera. Kevin recibía la visita del adoptante seleccionado para su yegua, quien haría el primer contacto con el animal para conocer su realidad ante de tomar la decisión de adoptarla. "Empecé a los 13 años a trabajar en el carro, alzaba escombros, ramas, le traíamos desperdicios a los animales. De vez en cuando, trabajabamos en la construcción, pero más que nada hacíamos fletes con el carro. Paloma tiraba mi carro. Es un animal muy bueno, teníamos una buena relación". Hasta que llegó el momento en que decidió dejar de usarla porque se involucró en el programa de la motocarga.
Mauricio, el adoptante, la miró durante varios minutos, en silencio. "¿Cuándo me la llevo?", preguntó. Estaba claro que la situación de Paloma no podría continúar así por muchas horas más. Inmediatamente el equipo municipal y la Fundación Franz Weber, dieron asistencia alimentaria al animal y comenzó la gestión administrativa para efectivizar la adopción responsable. Pasaron 72 horas hasta el arribo del tráiler que llevaría a Paloma y a Malmirado, otro equino involucrado en la sustitución, hasta su nuevo hogar en la finca de Mauricio.
Paloma ya contaba con sus vacunas reglamentarias, al llegar a su nuevo hogar recibió el tratamiento antiparasitario y comenzó un nuevo régimen alimentario que le permitió ganar peso en poco tiempo. Su vida cambió por completo, ahora vive en una finca en el Departamento de San Martín junto a Corchito y Malmirado, otros dos equinos beneficiado por la política implementada en Godoy Cruz. El municipio al fin pudo prohibirla en todo el departamento. Y continúa trabajando mientras las ONGs animalistas viajan periódicamente a distintos campos mendocinos a visitar a los caballos adoptados para auditar que todo marcha bien para ellos.
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