
El día en que la vida les cambió para siempre
El 15 de marzo de 1995 el helicóptero que piloteaba Carlos Menem Jr. cayó a tierra cerca de Ramallo. El camarógrafo Raúl Maseda fue el primero en llegar al lugar. El 16 de septiembre de 1999, también en Ramallo, Flora Lacave, esposa del gerente del Banco Nación, salvó su vida en el mismo asalto en que su marido era asesinado
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Raúl Maseda
doce años más tarde
Carlos Saúl Menem hijo, o Junior, o Menem Jr., o Carlitos Menem había nacido en Córdoba el 23 de noviembre de 1968. Tres días después, fue llevado a La Rioja y anotado allí, donde transcurrió su infancia y adolescencia.
Junior fue el segundo hijo varón del matrimonio Menem-Yoma: dos años antes de su nacimiento, la familia hubo de llorar la muerte, a poco de nacer, del primogénito, al que habían bautizado Juan Domingo.
Mediodía del miércoles 15 de marzo de 1995. El helicóptero Bell Jet Ranger III que piloteaba Carlos Menem, hijo del entonces presidente de la República, Carlos Saúl Menem, y en el que también viajaba el corredor de autos Silvio Oltra, cayó a tierra cuando cubría el tramo Don Torcuato-Rosario. En Santa Fe, Menem y Oltra iban a participar, como piloto y copiloto, en una competencia de TC 2000.
Villa Ramallo, 2007. Ajeno a la siesta interminable que paraliza hasta los pájaros, Raúl Maseda, de 63 años, sentado en uno de los sillones de cuero que completan el escaso mobiliario de su estudio de video y fotografía, repiquetea sus dedos sobre el estuche que guarda “las imágenes de aquel día”. Pedro Luis, uno de sus hijos, pronto terminará de conectar cables por aquí y por allá y de ajustar el sonido para ver, una vez más, “las imágenes que siguen frescas en mi memoria, como si las hubiese filmado ayer. ¡Y pensar que ya pasaron doce años!”
–¿Hasta qué punto lo que pasó aquel día modificó tu vida?
–Lo que más trastornó mi vida fue la cuestión legal. Ya ni me acuerdo las veces que tuve que ir a declarar. Declaré en comisarías, en los tribunales, en la Prefectura de San Nicolás, en la policía de la provincia de Buenos Aires… Sólo con el juez Villafuerte Ruzo declaré tres veces. Ya perdí la cuenta... Y cuando iba a esos lugares, los periodistas que estaban ahí me preguntaban lo mismo: si recibía amenazas. ¿Amenazas? ¿Por qué? A mí jamás me amenazó nadie. En ese sentido, mi vida no cambió drásticamente. Pero que se modificó, sí, se modificó porque los años van pasando y el tema del accidente siempre está. Siempre hay alguien que me pregunta sobre eso. Lo curioso del caso es que los que yo imaginaba que me iban a preguntar más que nadie, nunca aparecieron.
–¿A quiénes te referís?
–Al gobierno, por supuesto. Jamás me llamó nadie del gobierno para saber más de lo que yo había dicho o visto. Ni siquiera el grupo más íntimo de Menem se comunicó conmigo. Periodistas, sí, muchísimos.
–¿Zulema tampoco?
–Tampoco. Las únicas veces que me cruzaba con Zulema era cuando yo iba a declarar, pero no me dirigía la palabra. Es más, creo que me miraba con fastidio. Pero, en fin, aunque injusto, es comprensible. Después de todo, yo filmé la muerte de su hijo.
–¿El juez te incautó la película?
–Sí, pero después de muchos años. El original de la película me la pidió Villafuerte Ruzo cinco años después de la caída, porque Zulema decía que el video podría estar preparado. Yo me quedé con una copia.
–Sé que tuviste muchas ofertas por ese documento…
–Sí, pero nunca vendí ese material. Un importante productor televisivo, Mario Gavilán, el mismo día del accidente me llamó y me dijo: Maseda, ponga usted el precio que quiera. ¿Sabés por qué no vendí el material? Porque según mi moral, yo no podía lucrar con dos muertes. Especialmente con la de Oltra, que era conocido mío. Jamás cobré un peso. Es más: ni siquiera cobré los casetes que envié a los canales.
–¿Hoy harías lo mismo?
–Por supuesto. Y ojo, que pude haber hecho mucha, mucha plata con ese video. Si hasta mis amigos me decían: ¡avivate, gil... vendé esa película! Preferí ser gil. Habré nacido gil, qué se yo.
–¿Seguís pensando que fue un accidente?
–Yo mantengo mi posición. Para mí fue un accidente. Yo alguna pequeña experiencia de avión tenía porque a los 18 años me vine abajo con un avión cuando estaba haciendo un curso de piloto. Todo el mundo vio cómo venía ese helicóptero y cómo lo piloteaba. No puede ser pilotear de esa manera.
De haber hecho las cosas como corresponde, los dos estarían todavía vivos. Pero el daño estaba hecho. Lo vi a Oltra muerto... lo vi a Carlitos ahogarse en su propia sangre... respirando con gran dificultad, inmóvil, con su cabeza hinchada. Y no paro de insistir con lo mismo: en esos tres primeros minutos de la filmación, esos minutos que ningún canal de televisión mostró –creo que por humanidad–, porque lo que se ve ahí es la lenta muerte de Jr., está la verdad.
–¿Qué dejó en vos el haber registrado un hecho histórico?
–Mirá… yo traté de seguir con mi vida normal, con mi rutina. Pero lo que me quedó adentro es una huella muy grande. Se trató ni más ni menos que de la muerte del hijo del presidente. Un día, un periodista de San Nicolás me dijo que yo todavía no me había dando cuenta de que había entrado en la historia del periodismo argentino. Y, sí, tardé en darme cuenta de eso. Es que yo lo único que hice fue cumplir con mi trabajo. La dimensión de lo que había registrado… no sé, pero creo que la ficha me cayó bastante después. Fijate que pasan los años y me siguen llamando, y me hacen notas, y la gente me pregunta… entonces, ahí sí me doy cuenta de que la historia me recuerda.
Ahora, desde el punto de vista humano te digo que me dio muchísima pena la muerte de estos jóvenes. Esto no tendría que haber ocurrido. Esto no fue el destino, fue un desafío a la muerte. Se desafió a la muerte. Todavía no me lo explico… Pensar que ya transcurrieron doce años, que es mucho tiempo, y todavía tengo esas imágenes en mi cabeza, como si las hubiese filmado ayer. Es increíble. Sí, me marcó muchísimo. Tanto me marcó… y esto no se lo he dicho a nadie… que cada vez que voy con mi auto por esa ruta, de ida y de vuelta, me sale como un tic y giro la cabeza hacia donde fue el accidente, hacia el monolito. Y aunque a veces el monolito está tapado por los camiones, la cabeza igual se me va para ese lado. Es increíble, ¿no? Me gustaría que alguien pudiera explicarme el por qué de ese tic, de esa costumbre. De veras, me gustaría saber porqué hago eso. Por ahí paso cuatro veces en el día, y las cuatro veces la cabeza se me va para ese lado.
–¿Será que es como un saludo, un gesto de respeto?
–Puede ser, no sé… Yo lo único que sé es que no lo puedo evitar.
Los hechos
El aparato se estrelló de trompa en un campo de maíz, a 40 metros de la ruta nacional 9, a la altura del kilómetro 211,5, en Villa Ramallo. Eran las 11.45. Oltra falleció en el acto; Menem, a las 15.10 de ese día, en el Hospital General de Agudos San Felipe, de San Nicolás. A las 13, el vicepresidente, Carlos Ruckauf, se lo informó al ex presidente: “Carlos, tu hijo tuvo un accidente gravísimo”. Menem sólo pronunció dos palabras: “Vamos ya”.
A las 15 de ese miércoles 15 de marzo de 1995 el doctor Nicolás Rovera, médico policial, a instancias del juez en lo criminal y correccional de San Nicolás, Eduardo Alfredo Alomar, examinó a Carlos Menem Jr. En su informe apuntó: “Estado de coma profundo, respiración asistida; traumatismo severo de cráneo, fractura y hundimiento de frontal derecho que demuestra fractura de la base del cráneo”. Jr. murió diez minutos más tarde.
Su muerte agigantó la crisis Menem-Yoma, y abrió uno de los capítulos más turbios en la historia de nuestro país.
- Los restos de Jr. fueron velados en la quinta presidencial de Olivos.
- El 16 de marzo, expertos en siniestros aéreos iniciaron una investigación. El 17 de marzo, Jr. fue sepultado en el Cementerio Islámico de San Justo. Ese día, los expertos informaron que el helicóptero estaba fuera de la ruta aérea 312 Buenos Aires-Rosario, que volaba a unos 10 metros del suelo y llevaba una velocidad excesiva (unos 150 km/h).
- El 23 de marzo el presidente Menem dijo: “El accidente que sufrió Carlitos fue un designio de Dios”. Nueve meses más tarde, Zulema Yoma denunciaba por primera vez ante la justicia que Jr. había sido víctima de un atentado, y el helicóptero había sido baleado.
- El 22 de abril de 1997, el Senado creó una comisión especial para investigar el hecho.
- Trece personas –entre ellas, un testigo clave de la caída, un ex convicto, un perito en aviación, un médico y un comisario– murieron violentamente en un lapso de dos años. Otras, –un empleado de la Secretaría de Seguridad a cargo del brigadier Andrés Antonietti, y un perito en balística – fueron amenazadas y baleadas. Todos tuvieron participación, como testigos o como investigadores, en el episodio.
- La investigación se archivó en 2005, cuando la Corte Suprema de Justicia convalidó la resolución del juez federal Carlos Villafuerte Ruzo de archivar el expediente al concluir que había sido un accidente. El juez se basó en el testimonio de 39 testigos, que observaron cómo Jr. había piloteado los últimos 20 km hasta que se enredó con los cables. Ninguno vio disparar ni escuchó tiros.
- Ana Herren, abogada de Zulema Yoma, informó que se inició un “procedimiento de solución amistosa” con el Estado argentino que podría derivar en la reapertura de la causa.
La causa hoy
Quedó probado que no fue un atentado”, dijo el juez Carlos Villafuerte Ruzo al archivar la causa. Tiempo después, la Cámara de Apelaciones de Rosario convalidó la sentencia; más tarde, Casación desechó un recurso de Zulema Yoma y, finalmente, la Corte Suprema de Justicia ratificó lo actuado por el juez.
Con el expediente archivado, el último recurso que le quedaba a Zulema Yoma era llevar el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), un organismo autónomo de la Organización de Estados Americanos (OEA). Algo así como el tribunal de La Haya de los Derechos Humanos.
El trámite se llevó a cabo en la sede de la CIDH, en Washington, el 19 de octubre de 1999. Junto con Yoma estaba su abogada, Ana Herren; ambas presentaron el caso con el apoyo de la Comisión de Familiares de víctimas Indefensas de la Violencia Social, Policial, Judicial e Institucional (Cofavi), que preside María Teresa Schnack de Schiavini.
“Se trata de una denuncia internacional, que lleva su tiempo, a la que el Estado argentino está obligado a responder”, dice la doctora Herren. “El mecanismo consiste en denunciar el caso, luego la comisión lo estudia, pide datos, puede iniciar investigaciones propias y, por último, se da traslado al Estado argentino. Así se determina un procedimiento informal, el llamado procedimiento de solución amistosa, entre el denunciante y el Estado.”
La CIDH aceptó tratar el caso el 22 de marzo de 2000. Tres años después, el 3 de marzo de 2003, declara su conformidad (lo que se conoce con el nombre de admisibilidad) y se da así el primer paso para la actuación de la justicia internacional que podría exigir la reapertura de la causa archivada. Esto implica una serie de audiencias que deberían desarrollarse en la Secretaría para Derechos Humanos de la Cancillería, a cargo del embajador Horacio Méndez Carrera. “La demanda incluye un pedido de reapertura del expediente, la recalificación de la causa –que fue archivada como accidente – para que se investigue un posible atentado y una reforma del Código Procesal para que no sea atributo de los jueces decidir si hacen o no una autopsia sobre el cadáver, sino que sea una medida obligatoria. La intención de las reuniones será arribar a un acuerdo entre las partes para evitar que el recurso continúe su trámite a través de la vía internacional y termine con una condena al Estado por parte de la CIDH. El Estado argentino es responsable en el caso de Junior porque no se investigó y la Justicia no actuó como correspondía.”
-¿Hubo respuesta del gobierno para iniciar las reuniones?
-Todavía no. Hace más de un año que el gobierno argentino debió responder, y aún no lo hizo. Y no lo hizo porque se trata de un tema que molesta a mucha gente. De hecho, el presidente Kirchner nunca la recibió a Zulema en la Casa de Gobierno. Y lo mismo sucedió con el gobierno de Duhalde. De todos modos, tarde o temprano vamos a lograr que la causa se reabra.
-¿Qué dice Zulema?
-Que la verdad la sabe Carlos Menem, y que algún día tendrá que revelarla.
Flora Lacave
siete años más tarde
Mañana del jueves 16 de septiembre de 1999. En complicidad con algunos integrantes de la policía bonaerense, tres delincuentes intentaron robar la sucursal del Banco Nación, en Villa Ramallo, provincia de Buenos Aires.
Lo que pudo haber sido un hecho delictivo más, terminó en masacre. El gerente, Carlos Antonio Chaves; su esposa, Flora Lacave; el contador, Carlos Alberto Santillán; un jefe de área de la institución, Ricardo Alberto Pasquali; un correo de OCA, Fernando Raúl Vilches, y un empleado del canal de cable 4 local, Diego José Serra, fueron tomados de rehenes. Todo culminó veinte horas después, a las cuatro de la mañana del viernes 17, con Chaves y Santillán muertos, acribillados bajo una lluvia de más de setenta balazos.
Dentro de todo, bastante bien llevo esta historia. La gente me ayudó muchísimo, igual que el padre Mamerto Menapace que siempre estuvo a mi lado, y mis hermanos, mis hijos y las fuerzas que uno mismo pone, ¿no? Además, enseguida empecé a tener nietos… ya tengo nueve nietos, y Carlos sólo conoció a uno, al primero, Matías, que hoy tiene 9 años.
Sobre la mesa vestida, en un rincón del living de su casa de Lincoln, hay un florerito de vidrio con dos jazmines y seis portarretratos. Todos con fotos de Carlos Chaves.
Flora vive sola en la casa que ella y su esposo habían construido antes de que a él lo trasladaran a Ramallo. “En realidad, nunca me gustó mucho esta casa. Acá vivimos ocho años. Tengo todos sus recuerdos y siento que nada es mío. Porque yo no quiero los primeros recuerdos, quiero los últimos recuerdos que me quedan de él, los de nuestra casa en Ramallo, cuando subía las escaleras y me decía, mami, ¿cómo estás? Por eso, yo, en esta casa no encuentro nada, nada. Todo quedó en Ramallo. Volví a Lincoln por necesidad, no me quedaba otra. Mi casa era la de Ramallo. Era nuestro presente y nuestro futuro. Hoy es recuerdo. En Ramallo quedó lo mejor de mi vida, por eso a esta casa no la siento como mía.”
Flora cuenta que en la Navidad pasada se preparó una mesa larga, como siempre le gustó a Carlos. “Estuvieron mis hijos y todos mis nietitos. Lástima que Carlos no lo pudo vivir. Al único que disfrutó, un poco, dos años nada más, fue a Matías. Matías era muy pegote de su abuelo. A Matías le costó entender la ausencia de su abuelo. Hasta que empezó el jardín de infantes, nunca nadie le había contado lo que le pasó al abuelo. Pobrecito, ni sus padres ni yo supimos manejar la situación... se enteró en el jardín… Un día un amiguito le dijo que a su abuelo lo había matado la policía porque habían entrado a robar al banco. Y, claro, él pensó que su abuelo era el ladrón… y ahí se le mezclaron muchas cosas, por eso lo trataron con un psicólogo, para que pudiera entender, a pesar de su corta edad. Hoy, Matías sabe tanto como nosotros. Los otros nietos también me preguntaban. Cada tanto, venía la pregunta de alguno de ellos: “Abue, ¿por qué tenés el dedo doblado?”; o, “abue, ¿por qué tenés la cara triste?”; o, “abue, ¿por qué se murió el abuelo?”. Y yo les iba contando.
–Es como una historia que no termina de cerrarse. Ahora son los nietos los que preguntan.
–Y, sí, es así. Parece que siempre tendré que hablar de aquel día.
–¿Y sus hijos? ¿Cómo están ellos?
–En general, bien… ellos ya tienen sus vidas, sus responsabilidades. Todos son empleados del Banco Nación. La vida sigue. Mis hijas, tal vez, no demuestran tanta bronca, pero a Carlitos le quedó mucha. Tanto es así que cuando Matías, su hijo, ve a un policía en la calle dice malas palabras, pero yo le digo que no piense eso, que no todos son iguales.
–Usted es una mujer de gran entereza. ¿Cómo transcurrieron todos estos años?
–Mirá, pasé por todos los estados que una persona puede pasar en circunstancias como éstas. Algunas cosas las superé, otras no. Psicológicamente, por ejemplo, te puedo decir que, al principio y por mucho tiempo, no podía mirarme al espejo; cuando me duchaba, no quería tocarme; no quería salir a la calle; no soportaba los días de tormenta porque los truenos me parecían balazos; a pesar de que estaba en la iglesia, me ponía incómoda que hubiera gente sentada detrás mío; en invierno, me asustaba la gente que usaba pasamontaña porque tenía la sensación de que me estaban siguiendo; no podía dormir; me olvidaba de todo lo que leía; no podía escuchar música alta; a la hora del mate… la hora cuando Carlos venía a tomar unos mates, me daba la cabeza contra la pared… los sábados y domingos eran de un vacío tremendo, impresionante… Estuve tres años con apoyo psicológico… hasta que un día dije basta, tengo que cortar esto porque sino no me voy a despegar más del psicólogo.
–Martínez, el único asaltante que sobrevivió, dijo que algún día le iba a pedir perdón por lo que pasó. ¿Se disculpó?
–Sí, lo hizo. Pero no me gustó la forma. Era otra persona. Creo que las personas cambian cuando están presas… No sé, es como que no sentía las palabras que me estaba diciendo. Lo noté más bicho, como que eran palabras de circunstancias, mentirosas. Creo que eso lo aprenden en la cárcel; a mentir muy bien. Sí, me pidió disculpas, pero no le creí. Y eso que él no lo mató a mi marido, aunque también fue culpable. ¿Sabés una cosa? Todavía no se sabe quién dio la orden de abrir fuego.
–Usted regresó a Ramallo poco después del asalto, para la mudanza…
–Si, ya caminaba más o menos, subí a la casa y –mirá cómo estaría de loca– que pensé que podía encontrarlo a Carlos ahí, esperándome. Fui al placard, toqué sus trajes, sentí el olor de su perfume, olía los ceniceros (él fumaba mucho), tenía necesidad de oler sus cosas. Lo único que me quedaba era su aroma.
–Eran muy compañeros…
–Y, empezamos a estar de novios a los 16 años. Sí, éramos muy compinches. Cómo decirte… los dos éramos uno solo.
–¿Asumió lo que le sucedió?
–Lo estoy asumiendo. Sé que lo perdí, pero no hay noche que no hable con él. Duermo con su retrato debajo de la almohada. Y cuando tengo necesidad de contarle algo, le hablo. Pero estoy más calmada. El tiempo se está encargando.
–Uno nunca está preparado para semejante cambio de vida...
–No, para nada, en absoluto. Mirá, cuando yo volví al banco, a mi casa, a preparar las cosas para la mudanza, me vino el recuerdo de cuando estuvimos en la sucursal de Campana y conocí a la señora del tesorero; ella estaba contenta porque su marido se jubilaba y podían regresar a su casa, estaba haciendo sus cortinas nuevas… y de repente su marido se enferma y pocos días antes de irse del banco, este hombre muere. Yo tenía una angustia tan grande por esa señora, de verla tan feliz de irse a su casa, a disfrutar de la jubilación, de la casa remodelada, a terminar sus vidas ahí… y de pronto vi que se iba sola. Recuerdo que la abracé y lloramos tanto que… Y pensar que después, con el tiempo, me tocó a mí.
–¿Cómo maneja los recuerdos?
–Y… no es fácil. Cuando estoy cosiendo, por ejemplo, pongo la música fuerte, tanto como para que me aturda y me distraiga. Y si vienen los recuerdos, me esfuerzo para recordar todo lo bueno que viví con Carlos. Me entretengo haciendo manualidades, trabajos de vitro fusión, de cerámica y ahora voy a estudiar italiano. Trato de ocupar las horas.
Flora Lacave y Carlos Chaves estuvieron casados 31 años. Hoy ella sólo sale de su casa para cobrar su pensión, para visitar a sus nietos y a sus hijos, Betina, Cecilia y Daniela –Carlos, el único varón, está radicado en Los Toldos–, y para ir al cementerio, cada diez días, a llevarle jazmines a su esposo.
Los hechos
El día que mataron a su marido, Flora Lacave recibió un impacto de bala en una de sus manos. Uno de los asaltantes, Carlos Sebastián “El Negro” Martínez, fue atrapado; otro, Javier Hernández, que iba en el asiento trasero del VW Polo, el auto en el que querían escapar los delincuentes usando a los rehenes como escudos, murió en el tiroteo, en tanto que Martín Rene “Tito” Saldaña, el líder de la banda, apareció al día siguiente ahorcado en su celda.
Tres grupos de policías de elite intervinieron en el episodio: una sección de los Grupos Especiales de Operaciones Federales (GEOF) de la Policía Federal, la División Especial Operativa Halcón de la policía bonaerense y la División Zárate-Campana del Grupo de Operaciones Especiales (GEO) de la Departamental Paraná.
Más de 150 efectivos fueron investigados, al comienzo, por el juez de instrucción de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo, el mismo que investigó la caída del helicóptero de Carlos Menem Jr. Se abrieron varias causas: entre las más importantes, una sobre la organización de la banda; otra, sobre las responsabilidades policiales en la masacre, y la tercera, sobre la desaparición de pruebas vitales para la investigación, como el handy policial que utilizaban los delincuentes para comunicarse con el exterior y que demostraba la complicidad con algunos miembros de la policía.
Los integrantes de la banda, varios cómplices, policías y altos oficiales fueron procesados.
- Cinco años más tarde, el 7 de diciembre de 2004, el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario condenó al suboficial principal del Comando de Patrullas de San Nicolás, Oscar Parodi, y al sargento Ramón Leiva, del grupo GEO, a 20 años y 18 años de prisión, respectivamente, por el homicidio de Carlos Chaves y Carlos Santillán.
- El cabo del GEO Zárate-Campana, Carlos Aravena, fue condenado a 10 años de prisión por tentativa de homicidio.
- El cabo primero Ramón Sánchez, también del GEO Zárate-Campana, y Sergio Susperregy, del Grupo Halcón, recibieron 6 años de condena.
- El comisario inspector Omar Isaías, segundo de la DDI de San Nicolás, fue condenado a 2 años de prisión por ser responsable del operativo de custodia de pruebas, de las que sólo se recuperó la tercera parte.
- Martín San Miguel, sargento ayudante del Grupo Halcón, fue sobreseído por falta de pruebas en su contra.
- El mismo tribunal condenó a 24 años de prisión a Carlos Sebastián “El Negro” Martínez, el único sobreviviente de los tres asaltantes, por el delito de homicidio en ocasión de robo, tenencia de armas de guerra y privación ilegítima de la libertad.
- Aldo Cabral, el cabo que facilitó a los asaltantes un plano del banco, fue condenado a 17 años de prisión. Jorge Andrés Aguilar, quien preparó el explosivo que llevaba colgado del cuello el gerente del banco, fue sentenciado a 15 años de prisión; Mónica Saldaña, hermana de uno de los delincuentes muertos y pareja del otro, recibió 14 años de prisión, y Norberto Céspedes, Silvia Vega y Raúl Mendoza, 13. Todos ellos fueron sentenciados como partícipes primarios en la planificación del robo. Los restantes acusados, Angélica Vilches y Alberto Aguirre, fueron absueltos por el beneficio de la duda.
- Si bien la masacre provocó la renuncia de quien hasta ese momento era ministro de Seguridad y Justicia bonaerense, Osvaldo Lorenzo, y la disolución del grupo GEO, que había sido creado por el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, no hubo condena para ninguno de los responsables políticos del operativo.
La causa hoy
El abogado Eduardo Ricardo Maffía asiste a Flora Lacave desde el 1° de octubre de 1999, fecha en que prestó declaración testimonial mientras estaba internada en la Clínica Oeste, de la ciudad de Lincoln.
Maffía dice que el asalto fue preparado para limpiar la imagen de la policía bonaerense y para beneficiar la candidatura de Eduardo Duhalde. Asegura, también, que el conocimiento para el robo del banco era bastante pobre habida cuenta de que los delincuentes desconocían que además de las llaves de la caja fuerte era necesario la apertura del tesoro por medio de reloj.
“Hernández y Saldaña eran los cabecillas de la banda. Saldaña, que fue ahorcado en su celda según quedó demostrado por las pericias realizadas, habría sido la conexión con la policía. No debemos olvidar que el policía Aldo Cabral cumple condena en la cárcel de Campana. También resulta llamativo que en aquel día, en Ramallo, estaba presente la mayoría de los comisarios del conurbano bonaerense.”
–¿Cuántas causas se abrieron y en qué estado se encuentran hoy? PARRAFO>
-Existieron varias causas. Pero hay tres que siguen abiertas y que son las más importantes. Una, por robo calificado, privación ilegítima de la libertad agravada, asociación ilícita, tenencia de armas de guerra y explosivos, triple homicidio y lesiones graves. Esta causa fue en apelación a Casación, y en febrero de 2004 se ratificó el fallo del Tribunal de Rosario. Algunos condenados, como Carlos Martínez, recurrieron ante la Corte Suprema de Justicia, que aún no resolvió la cuestión. Otra causa abierta es por homicidio e incumplimiento de los deberes de funcionario público, que está en Casación y aún no tiene resolución. La tercera es un sumario de investigación de delitos de acción pública, que está en trámite en el juzgado del doctor Villafuerte Ruzo.
–De todos los condenados, ¿quién está hoy en libertad?
–A excepción de los que recibieron y cumplieron condenas menores, el único que está en libertad es Norberto Fabricio Céspedes, que fue quien proveyó de celulares a la banda. Había sido condenado a trece años de prisión y salió en libertad en 2005 por el beneficio del dos por uno mientras estuvo preso sin condena y de esa forma llegó a los dos tercios de la pena.
–¿Qué responsabilidad le cabe al entonces ministro de Seguridad bonaerense, Osvaldo Lorenzo?
–Bueno, en los debates de los juicios que le mencioné anteriormente no se trató la responsabilidad de Lorenzo.
Fotos: Graciela Calabrese y Martín Lucesole
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