
En el 89 llegó a un barrio obrero de Madrid, alcanzó la cima y mira con dolor la invasión argentina actual: “Viven en una burbuja”
Se fue sin papeles y logró conquistar su sueño máximo: ser dueño de su tiempo y viajar; hoy, 33 años después, observa la inmigración y diferencia a las familias de los que llegan solos: “Es una moda”
Allá, en tiempos donde el Austral era la moneda en curso, Carlos González Valdez vivía en zona oeste del Gran Buenos Aires, junto a su mujer y su hijo. Las noches en las calles del barrio transcurrían desoladas, tras días cargados por una atmósfera inquietante, entre la hiperinflación, los robos a los supermercados, la delincuencia creciente y un futuro en el que el horizonte parecía no vislumbrarse.
El rumbo de su historia comenzó a dar un giro a principios de 1989, cuando su madre se casó con un español y decidió irse a vivir a Madrid. Su hermano, por otro lado, le siguió los pasos tras contraer matrimonio con una argentina, hija de españoles. Europa, de pronto, había aparecido en el mapa como nunca antes. Carlos, que siempre había sido el precursor en la idea de irse, no pudo imitarlos ya que carecía de los papeles correspondientes, sin embargo, sí decidió tomar las vacaciones acumuladas y viajar por un período prolongado a España. Visitar y ver la cotidianidad del otro lado del charco.
“Fuimos en agosto del 89 y nos quedamos dos meses; realmente nos impactó España, y era un cuarto de lo que es hoy”, cuenta Carlos. “Al regresar se había puesto de moda decir eso de `el último apague la luz´, vivíamos en el oeste y el choque al volver a `nuestro mundo´ tras ese tiempo en España fue muy duro”.

Dos días en la vida para tomar una decisión: “¿Qué más querés…?”
La carga emocional que trajeron consigo tras los dos meses en España los desbordaba. Si bien habían recorrido lugares emblemáticos, Carlos sentía que su estadía no había sido la de los típicos turistas. En contacto con su familia y sus rutinas, pronto se habían construido una idea aproximada de la realidad madrileña, muy distinta a su vida diaria en su patria.
Apenas aterrizaron en Argentina, irse o quedarse comenzó a ser una duda, pero también una conversación profunda que pretendían tener más adelante. Sin embargo, a los dos días de su llegada un evento inesperado clarificó su decisión.
“Salimos como todos los días a trabajar y me viene a ver un vecino (teníamos una perfumería en Ramos Mejía) y me pregunta: ¿dejaste la puerta abierta de tu casa…?; la respuesta era simple: entraron y nos llevaron todo lo que teníamos y eso fue el detonante. Lo hablamos con mi esposa -es hija única- y ella decidió que sí, que era una señal para marcharnos”.
“Ante la noticia, el entorno, en general, fue muy receptivo. No obstante hay que tener en cuenta que en esa época no había forma de tener conocimiento de lo que pasaba en el extranjero ni de cómo se vivía. Algunos no entendían que, teniendo lo que teníamos (carnet de clase media: casa, coche, negocio y título universitario), nos fuéramos, con la consabida pregunta: ¿qué más querés….?”.

Aun a pesar de la firmeza en su decisión, Carlos consideró con cierta calma los pasos a seguir. El primero fue rendir su última asignatura universitaria pendiente, y el segundo, volar solo a fin de tantear el terreno donde volverían a empezar una nueva vida en familia. En abril del 90 y con su título de abogado bajo el brazo, abordó un avión hacia un futuro incierto. En Buenos Aires dejó a su esposa y a su hijo; a Madrid arribó sin papeles y con dudas.
Amanecer en Madrid: “Si hubiera salido de Palermo o la Recoleta sin duda el impacto hubiera sido menor”
Carlos jamás olvidará la adrenalina de la llegada, atravesada por la ilusión del nuevo comienzo. Tal como le había sucedido el año anterior, una vez más se vio maravillado por la alegría de la gente, la calidad de vida que podía respirarse en los rincones, así como una sensación de crecimiento.
“Realmente me parecía que estaba en Disney, también hay que tener en cuenta que yo venía del `lejano oeste´”, agrega entre risas. “Si hubiera salido de Palermo o la Recoleta sin duda el impacto hubiera sido menor”.

Sus metas en España eran hallar la calidad de vida perdida y desplegar sus alas. Para ir hacia adelante, en apariencia, Carlos caminó hacia atrás: durante los primeros meses en Madrid, como en otros tiempos, vivió en la casa de su madre, hasta que halló un empleo que le permitió regresar en junio a Buenos Aires a buscar a su mujer y su hijo. Sin papeles, volaron a Madrid en familia, se instalaron en un barrio obrero, colmados de desafíos duros, pero llenos de ilusiones.
“Sabíamos que si no nos adaptábamos en dos años regresaríamos. La realidad fue que nos adaptamos muy bien, me sorprendía la historia que había en cada esquina, los hermosos lugares que había a media hora de Madrid, pueblos pintorescos con decenas de siglos de historia, lo barato que era todo en relación con el ingreso, es decir, el poder adquisitivo; lo negativo era echar en falta nuestros afectos que teníamos lejos, pero tenía a mi familia aquí y la gente es muy parecida a la de Argentina, la diferencia es que vas a un bar o a un restaurante, menos gente te invita a su casa”, describe Carlos.
“También nos sorprendió que los coches estaban estacionados en la calle; en Ramos, cuando se hacía de noche, era prácticamente imposible ver uno en la calle”, continúa. “Me impactó que muchos edificios no tenían ascensor, que no había gas sino bombonas (garrafas) o que cada vecino, de forma rotativa, se encargaba de barrer la escalera y el portal, cosas que nos parecían extrañas, así como que muchas casas no tenían calefacción, la cantidad de bares que había, ¡decenas y decenas!, llegué a contar más de quince en una manzana. Por otro lado, fue maravilloso comprobar que teníamos una estación de esquí a 45 minutos de mi casa, ¡con costes populares!”

Trabajar, esforzarse y ascender a la máxima aspiración: “Ser dueño de tu tiempo, hoy me dedico a mi principal afición que es viajar”
Al poco tiempo de desembarcar en Madrid, Carlos consiguió trabajo en un despacho de abogados en una de las mejores zonas de la ciudad. Durante los siguientes diez años, allí creció como persona, puso sus papeles en orden y aprendió en profundidad su profesión hasta que, cierto día, se lanzó a crear su propio despacho de abogados, junto a un socio.
Para su fortuna, el negocio independiente prosperó a fuerza de trabajo incansable, lo que los llevó a destacarse y crear una boutique legal que llegó a estar entre las diez más importantes del país.
“El éxito conseguido sin lugar a dudas se lo debo en parte a mi esposa y a mi hijo, que son el motor de mi vida”, afirma. “España es un país de oportunidades, lo que hay que tener es ganas, voluntad y actitud. Es un país latino en el cual sin mucho esfuerzo se vive muy bien, por lo tanto, si tienes suerte, eres trabajador y emprendedor, tienes muchas posibilidades de progresar”, opina Carlos, quien antes de la pandemia recibió una oferta de compra por parte de un buró internacional, que decidieron aceptar.
“Conseguí una de las cosas más importantes de la vida: ser dueño de tu tiempo, hoy me dedico a mi principal afición que es viajar”, agrega. “Dicen que cada uno cuenta de la feria según como le vaya, por lo tanto, no puedo ser muy objetivo, la verdad es que nos costó muy poco integrarnos a la sociedad, nos hicimos de amigos rápidamente, mis compañeros de trabajo eran muy abiertos. No había posibilidad de relacionarte mucho con argentinos ya que la inmigración en general, y la argentina en particular, era muy reducida. Los pocos que había de los años 70 y 80, muchos regresaron a la vuelta a la democracia y otros se volvieron a mediados de los 90 aprovechando `la estabilidad´ del país”.

Una invasión en España: “La ola de argentinos actual es una triste realidad”
Los meses se transformaron en años, Europa cambió su juego, España se transformó al ritmo de la nueva partida. Madrid, de a poco pero con firmeza, se convirtió en hogar y ciudad neurálgica para Carlos, amante de las travesías.
A su vez, con el paso del tiempo, Carlos pudo observar con asombro los movimientos migratorios argentinos hacia España. Las oleadas suaves y las fuertes; los boletos de ida sin regreso y aquellos que, tarde o temprano, imprimieron una vuelta.
“La ola de argentinos actual es una triste realidad, igualmente creo que es una situación temporal, una moda que no durará mucho (me refiero a la invasión, no a la inmigración) Hay que tener en cuenta que, con carácter general, la gente de las clases más bajas de Argentina no se va, por lo tanto, hay muchos jóvenes que están viviendo esta experiencia pero creo que será algo pasajero, son jóvenes que `siguen viviendo en Argentina pero con domicilio en España´, es decir no están integrados porque hoy no tienes necesidad de darse con locales, por la cantidad de argentinos, las redes, etc”.
“Hace poco estuve en una reunión de 20 personas de 20 a 30 años, todos ellos argentinos de clase media y viven en una burbuja, no saben casi ni el nombre del presidente, y muchas más cosas del día a día, etc.”, continúa. “Estos jóvenes tienen un buen pasar en Argentina y aquí no es lo mismo. Espero poder ser gráfico con la explicación, si tu vives en Argentina y tienes el 75% de la población por debajo (en calidad de vida local), si vienes a España -y aunque estés bien- los comienzos son duros y tienes el 75% por encima tuyo… es una situación compleja desde la autoestima, y si todavía tienes la posibilidad de llamar por teléfono y que tus padres te paguen el billete, vuelves a Argentina con trabajo, casa y coche….”

“Los que sí han venido para quedarse son los que vienen con familia, esos dudo que regresen. No obstante, sigue siendo un país de oportunidades y con una excelente acogida por parte de los españoles, los argentinos somos los inmigrantes mejor valorados y más queridos”.
Aprendizajes en el camino: “Ojalá no hubiera tenido que irme nunca de Argentina, pero yo soy yo y mis circunstancias”
Más de tres décadas pasaron desde que Carlos dejó el “lejano oeste” bonaerense para comenzar una nueva vida en Madrid. Lleva más años en España de los que vivió en su tierra de origen, aun así, regresa cada vez que puede y lo hace con gusto.
Cuando el sonido de los motores anuncia el inminente despegue, las emociones emergen potentes de tan solo imaginar lo que se avecina: amigos, compartir, disfrutar con los que se quedaron.
Él alguna vez se fue, empujado por una coyuntura social y particular crítica; comprende a los que hoy están en el lugar que él alguna vez estuvo y, aún así, un sentimiento de dolor profundo lo invade.
“Me duele mucho escuchar tanta gente que se quiere marchar, que tenga que dedicarme a asesorar a hijos de amigos que se quieren venir”, asegura. “Me da mucha pena el deterioro del país y de la sociedad, he ido todos los años, y muchos años en más de una ocasión, y nunca he visto el país mejor que el año anterior. He aprovechado para conocer porque voy como turista, a investigar y conocer cosas hermosas que tiene nuestro país y que la gente lo desconoce. Argentina no es mejor ni peor que España, es distinta… pero es muy difícil emigrar y nunca pensé en regresar, pero, si por algo tuviera que irme de España no tengo dudas que regresaría a Argentina, dudo que a Buenos Aires”.

“España me dio mucho. Con mi experiencia aprendí a disfrutar de la vida ya que el sistema te permite que no tengas la incertidumbre de Argentina, aprendí a disfrutar más que a juntar para mañana, pero es lógico, la realidad de aquí es distinta”, reflexiona. “Aquí es muy difícil que un año te vaya peor que el otro. No hay tanta diferencia de clases, un mal sueldo son 18 mil euros al año, si ganas 30 mil está muy bien y si ganas 60 mil ya vives muy pero muy bien. La educación pública es excelente, por ejemplo, una persona que va a limpiar por horas manda a sus hijos a un colegio público bilingüe, el mismo al que va la hija del presidente, vamos al mismo médico (de la seguridad social), usamos el mismo transporte público, y su hijo irá a la misma universidad que mi hijo, y con dos horas de trabajo le alcanza para ir a comer al mismo restaurante que van muchos argentinos que viven por la zona (por ejemplo jugadores del Atlético de Madrid) eso lamentablemente en Argentina es impensable”.
“Pero, en definitiva, sigo aprendiendo que cada uno tiene que hacer con su vida lo que le haga feliz, en Madrid, Buenos Aires, Formosa o Bariloche, que nada es blanco y negro, que hay muchos grises y que no es tan fácil irse y dejar atrás tus raíces; ojalá no hubiera tenido que irme nunca de Argentina, pero yo soy yo y mis circunstancias. Aprendí que la felicidad no está en el dinero, y que la seguridad, la tranquilidad y la alegría es lo mejor que te puede pasar en la vida. Yo le doy las gracias a este hermoso país que es España, donde soy muy feliz”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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