Entre escenarios y cacerolas, con el sello de Tognazzi
Fue un comediante de sensibilidad peculiar. También, un cocinero como pocos. En la película La grande abbuffata se dio el gusto de juntar sus talentos. Lo que sigue es la historia de semejante coincidencia
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En términos generales, el cine se hace para ser visto, no para escribir sobre él. Eso no quiere decir que la crítica especializada y la teoría -la cinelogía, podría decir un inventor de palabras- estén de más, pero algo de razón tuvo el gran Federico Fellini el día que desairó con humor a un francés que lo entrevistaba desde la admiración. En aquella ocasión, el periodista no pudo con su genio y, al introducir una de sus preguntas, desarrollo su hipótesis sobre lo que el cineasta habría querido decir en tal y cual escena de Ocho y 1/2 . Fellini, anonadado, le contestó: "Lástima que todo eso que usted dice no se me ocurrió en el momento del guión o de filmar...; la verdad que la película me hubiera salido mejor".
Aceptada la digresión inicial, es hora de entrar en tema. La grande abbuffata, que en español se conoce como La gran comilona, fue realizada por el maestro italiano del humor negro, Marco Ferreri, y se estrenó en 1973. Su elenco parece un cuadro de honor: Ugo Tognazzi, Michel Piccoli, Marcello Mastroianni, Philippe Noiret y Andrea Ferrol.
El argumento de La gran comilona es simple y trágicamente irónico. Sus personajes reflexionan y actúan en torno de uno de los tantos fantasmas innombrables, la frontera a veces invisible entre el placer y la muerte. Cuatro hombres de mediana edad, exitosos pero con cierta dosis de hartazgo existencial, se recluyen en la lujosa casa de campo de uno de ellos para comer hasta morir. Después de la primera noche de glotonería consideran necesaria la presencia de algunas mujeres, y aparecen entonces las prostitutas y la maestra del pueblo.
Cocinero por dos
En esta película, Tognazzi logra concretar lo que quizá sea el sueño de todo comediante, que él y su personaje sean una sola y única persona. Hace de cocinero, ante las cámaras y detrás de las mismas, pues el Ugo de la ficción es un chef de éxito y fortuna, y el Tognazzi de la vida real fue quien tuvo a su cargo el diseño y la producción del menú que los cuatro amigos y las mujeres comen a lo largo de la historia filmada por Ferreri.
El glotón es un libro no muy fácil de encontrar. Es una especie de autobiografía gastronómica del propio Ugo Tognazzi, en la que el actor-autor describe cómo sus gustos culinarios se formaron a partir de emociones, recuerdos e influencias de seres queridos. De ese libro mencionaremos dos recetas, una salada y otra dulce. La primera consiste en:
- un risotto con vegetales varios, para la que Tognazzi taglia o corta y sofríe en aceite de oliva berenjenas, zucchine y peperoni. Cuece el arroz en buen caldo de gallina y con un poco de azafrán. Antes que alcance su punto, el rizzo se mezcla con los vegetales, y se agrega pimienta negra y ralladura de parmigiano reggiano. El postre es muy simple:
- se trata de una copa de fragole o frutillas frescas maceradas en aceto o vinagre balsámico.
Ugo y la Moreau
Tognazzi fue un actor como pocos y actuó en otros films inolvidables. Todo el mundo sabía que era una apasionado por la buena mesa y que en sus ratos de ocio se dedicaba a la cocina, arte que dominaba a la perfección. A principios de 1986, la Cinemateca de Ginebra, Suiza, organizó un ciclo retrospectivo de algunas estrellas del escenario europeo, en el que participaron como invitados especiales la francesa Jeane Moreau y el mismísimo Tognazzi.
Una tarde, la periodista suizo-italiana Luisa Ballín y su colega y marido chileno, Alberto Dufey, le avisaron al autor de esta nota -de paso por Ginebra por motivos profesionales- que todos estábamos invitados a un coloquio entre la Moreau y Tognazzi con un grupo de estudiantes de teatro. El encuentro fue casi íntimo, pues en el bar de la Cinemateca estaban los dos actores, no más de una decena de jóvenes y los periodistas convidados. Después de conversar sobre escenarios y películas, Tognazzi propuso cerrar la reunión en forma distendida y comiendo algo. Entró en la cocina del bar y unos cuantos minutos más tarde regresó al salón con:
- dos bandejas de bruschettas de pan tostado, con aceite de oliva y un salteado tibio de tomates frescos, ajos y anchoas. El vino fue invitación de la casa.
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