Hace 30 años, la mejor generación de futbolistas en la historia de Zambia viajaba a Senegal para jugarse la clasificación a su primera copa del mundo, pero el avión nunca llegó...
A la selección de Zambia se la conoce, desde su origen, como “los Chipolopolo”. Significa “las balas de cobre”, el material que más abunda en el país, en lengua bemba. Sin embargo, el equipo de principio de los ‘90 tenía nombre propio: “KK-11″ ó “Los once de Kenneth Kaunda”, en homenaje al expresidente de Zambia, principal promotor del fútbol en el país. Era un equipo sólido, candidato a todo. Periodistas y entrenadores admiraban su destreza atlética, su libertad táctica y su creatividad. “Juegan el fútbol más alegre y vistoso de toda África”, decían. Estaba a un paso de clasificarse al Mundial de Estados Unidos 1994. Todo el país perseguía la misma ilusión: ver a su selección por primera vez en una Copa del Mundo.
El sueño de un país
Las eliminatorias africanas ya habían entrado en fase final. El método de clasificación era bastante complejo. Las 36 selecciones participantes fueron divididas en 9 grupos de 4 equipos cada uno. Los ganadores de cada grupo accederían a la segunda ronda. Allí volverían a dividirse en otros 3 grupos de 3 equipos cada uno, con partidos de “ida y vuelta”. Finalmente, los tres ganadores de estas “mini-ligas” serían los clasificados a Estados Unidos 94.
Zambia ganó su grupo. Así, accedió a la instancia final. Le tocó compartir “mini-liga” con Senegal y Marruecos. Definiría su suerte en cuatro partidos: dos de local y otros dos como visitante. Su primer encuentro sería contra Senegal, en el estadio Leopold Senghor, de la ciudad de Dakar, a finales de abril.
El modelo de clasificación, con un fixture interminable, había arrasado con el presupuesto de la Asociación de Fútbol de Zambia. Ya no quedaba dinero para pagar los pasajes del equipo “KK-11″, orgullo nacional, a Dakar. Comenzaron a evaluar la posibilidad de que el capitán y las principales estrellas, que jugaban en Europa, hicieran una colaboración económica... cuando la Fuerza Aérea de Zambia ofreció llevarlos.
El miércoles 27 de abril de 1994, la Selección Nacional de Zambia partió rumbo a la costa oeste del continente africano, que es donde se encuentra Senegal, en un avión DHC-5D Buffalo. Treinta personas abordaron la nave: 18 jugadores, 2 entrenadores, 1 doctor, 3 oficiales de la Fuerza Aérea, 1 periodista y 5 tripulantes de cabina. Los jugadores Musonda, del Anderlecht (Bélgica); Johnson Bwalya, del Bulle (Suiza), y Kalusha Bwalya, del PSV Eindhoven (Holanda), viajarían por su cuenta, desde Europa.
El “Buffalo” era un avión militar de carga diseñado para vuelos de distancias cortas. Por una cuestión de autonomía, no podía cubrir la distancia total entre Zambia y Senegal. Por eso los pilotos diagramaron el viaje en cuatro tramos. Partirían de Lusaka, la capital zambiana, hacia Brazzaville, en Congo. De allí volverían a despegar y volar hacia Libreville, Gabón. La tercera y última parada sería en Abidjan, Costa de Marfil, para luego realizar el trayecto final hacia Dakar.
Un avión no apto para volar
Ese “Buffalo” no volaba desde el 21 de diciembre de 1992. En esos 4 meses de inactividad, el avión no fue revisado por ningún técnico. Varios de los chequeos rutinarios se acumularon para el último minuto. Fue revisado “a las apuradas” entre el 22 y el 26 de abril. Y los resultados arrojaron datos preocupantes: “Hay ciertos problemas, como partículas de carbono en una turbina y en los filtros de aceite, cables desconectados y rastros de calentamiento”, decía el reporte. Sin dudas, tenía un historial defectuoso. Pero no importó, y despegó de todos modos, con 30 almas adentro.
En el primer tramo no hubo inconvenientes: llegaron a Brazzaville, Congo, sin dificultades. Pero en el segundo trayecto una de las turbinas comenzó a manifestar problemas. Sin embargo, los pilotos decidieron seguir adelante. En el tercer tramo, tras despegar de Libreville, falló la turbina izquierda. La nave volaba sobre el Golfo de Guinea, a pocos metros de la costa de Gabón, cuando empezó a perder altitud. Segundos más tarde, se estrelló en el océano, a a escasos 500 metros de la orilla. Al día siguiente, el 28 de abril, el ministro de Deportes zambiano, Dipak Patel, descartó que hubiera sobrevivientes.
Kalusha Bwalya, capitán de los “KK-11″, que brillaba en el fútbol holandés, había acordado reunirse con su equipo en Dakar. Volaría solo, en vuelo comercial, desde Amsterdam. Años después, recordó cómo se enteró del accidente: “Yo estaba en el PSV Eindhoven cuando recibí la llamada... Siempre que me llamaban desde la Federación, lo hacía la secretaria, pero aquella vez lo hizo el tesorero... Me pidió que retrasara mi vuelo a Senegal y pregunté por qué. Me dijo que había habido un accidente, que no estaban seguros de lo que había sucedido, que me llamaría luego con más detalles. Cuando te dicen que hay un accidente, muchas cosas vienen a tu cabeza. Me dijo que habían perdido a varias personas del equipo. Colgué el teléfono y poco después vi la noticia en televisión: decían que el avión que transportaba al equipo de Zambia había caído y que no había sobrevivientes”.
“Perdí a mi equipo, a mis hermanos, a mis entrenadores. A gente que adoraba. Al día siguiente fue al club y allí había periódicos. Me dijeron que no los leyera, que había imágenes del accidente. Me dieron permiso para ir al funeral en Zambia. Cuando llegué allí y me vieron, todos empezaron a llorar. Fue en ese momento en que me golpeó más fuerte la tragedia. Para las personas, yo era como un fantasma. Nuestro sueño también se había estrellado. Sentí que no quería jugar al fútbol nunca más”.
“Para las personas, yo era como un fantasma”
La Marina gabonesa, a cargo de la jurisdicción donde impactó la aeronave, pudo recuperar 24 de los 30 cuerpos. Todos fueron enterrados a metros del “Estadio de la Independencia”, en Lusaka, Zambia.
Durante una década, las familias de los futbolistas no supieron por qué había caído el avión. En el noveno aniversario del accidente, aún sin respuestas, se unieron para realizar un reclamo conjunto en el sitio del memorial. Tuvieron cobertura de los medios de comunicación, pero las autoridades continuaron mostrándoles la espalda. Por alguna extraña razón, nadie demostraba interés en revelar por qué había caído el DHC-5D Buffalo.
Recién en noviembre de 2003, el Ministerio de Defensa de Zambia publicó una investigación preliminar sobre la posible causa del incidente. El reporte sugería que, al notar el problema en el motor izquierdo, el piloto se equivocó y apagó el motor derecho, dejando la aeronave sin propulsión y forzando la inevitable caída. El texto menciona que el piloto llevaba varias horas de vuelo acumuladas, que estaba cansado.
Esta explicación de “error humano combinado con fallas técnicas” fue una verdad a medias. Pues, si los chequeos previos indicaron que había partículas de carbono en algunas partes del Buffalo, ¿por qué fue aprobado el vuelo en primera instancia? ¿Quién es el responsable? Al día de hoy, estas preguntas no tienen respuestas.
Años más tarde, el gobierno zambiano dio por cerrada la investigación y concluyó en que las causas definitivas del accidente son las mencionadas en la investigación preliminar.
“Construir un equipo que fuera una réplica de aquel de 1993″
La selección de Zambia volvió a competir 6 semanas después del accidente. Debía completar los partidos pendientes de las eliminatorias para la Copa del Mundo. En el fútbol, como en el mundo del espectáculo, “el show debe seguir”. El capitán, Kalusha Bwalya, lideró aquel nuevo equipo.
“Fue muy difícil para mí, pero creo para los jugadores nuevos fue todavía más complicado. Los aficionados nos miraban en silencio, estaban en duelo y se preguntaban si el equipo sería tan bueno como el anterior... Cuando salíamos a la cancha y miraba a mis compañeros, todas eran caras nuevas... No fue fácil el aspecto psicológico. Enseguida me propuse construir un equipo que fuera una réplica de aquel de 1993. Que el portero jugara como Efford Chabala, que el lateral derecho fuera tan bueno como John Soko, que el izquierdo tuviese la velocidad de Changwe... Esos nombres significaban mucho para nosotros, para toda Zambia”, recordó.
Pese a todo, en medio del dolor, con un equipo “de emergencia”, Zambia estuvo cerca de clasificar al mundial. En julio de 1993 derrotó de local a Marruecos por 2 a 1, con un gol de su capitán. En agosto empató de visitante y sin goles con Senegal. En septiembre, otra vez como local, aplastó a los senegaleses: 4 a 0. Pero la combinación de resultados hizo que “los chipolopolo″ tuvieran que esperar hasta la última fecha para definir su suerte. Una victoria o un empate, les alcanzaban para clasificar a la Copa del Mundo. Pero no pudieron con Marruecos: perdieron por un gol de diferencia y se quedaron afuera de Estados Unidos 94.
Después del retiro, Kalusha Bwalya siguió ligado al fútbol zambiano. Entre 2003 y 2006 fue entrenador de la selección nacional. Después se convirtió en dirigente: fue vicepresidente de la Asociación de Fútbol de Zambia y, en 2008, fue elegido como presidente.
“Teníamos que ganar por ellos”
Unos años más tarde, llevó a su querida selección, “los chipolopolo″, a la gloria. Como presidente de la asociación, en 2011 contrató un entrenador que hoy es conocido en la Argentina: Hervé Renard, el enérgico coach francés que estuvo al mando de Arabia Saudita en el debut mundialista de la Argentina en Qatar 2022.
La selección de Zambia, bajo la dirección técnica de Hervé Renard, ganó por primera vez la Copa de África en 2012. En la final histórica, que se disputó en Gabón, cerca de donde se estrelló el avión en 1993, derrotó a la poderosa Costa de Marfil, llena de figuras como Drogba, Gervinho y los hermanos Yayá, Kolo e Ibrahim Touré.
El partido final se definió en la tanda de penales. Se patearon 18, casualmente, 18 años después del accidente en el que fallecieron 18 jugadores.
Después de la consagración, el entrenador Renard se refirió al histórico “KK-11″: “Teníamos que ganar por ellos. Esa fue la premisa de nuestro equipo”, declaró.
El presidente Kalusha Bwalya no tiene dudas: “Tiene que haber algo mágico en todo esto. Nadie creía en Zambia y le ganamos a todos jugando un gran fútbol. En mi vida imaginé que levantaría la Copa de África. Miraba el trofeo y me preguntaba ¿cómo sucedió esto?, ¿es real?”, dijo.
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