
FRANCIA RIE FUERTE DESDE HACE SIGLOS
Desde antes de la Revolución, es la meca del humor gráfico del mundo
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El humor gráfico francés está enraizado con el de los grandes autores clásicos, como François Rabelais (1483-1553), estudiante errático, monje franciscano y benedictino, después médico y creador de Gargantúa y Pantagruel. Por supuesto, tiene otro gran padre literario: Moliere, el autor de clásicos del teatro como El avaro, El enfermo imaginario y Tartufo.
En el campo del arte visual, ellos fueron acompañados por pintores y grabadores como Honore Daumier (1808-1879) o Grandville (1803-1843), en los que lo humorístico tuvo un espacio privilegiado.
Por su enorme producción y su originalidad, el humor francés es inevitable en cualquier reseña. Puede ir desde lo amargo y lo violento -como en las imaginerías populares y las feroces sátiras de las caricaturas en tiempo de la Revolución Francesa- hasta el refinamiento de los contemporáneos, como el alsaciano T. Ungerer, Roland Topor, Sine o Claude Serre, llegando a la sutileza de un André François o a la ternura de un Sempé.
Los grabados de la imaginería popular empezaron a circular a mediados del siglo XV por medio de los comerciantes viajeros. Tenía una gran difusión, igual que la venta de almanaques y canards , rudimentarios ancentros de las revistas de hoy, destinados a informar con ácida gracia los sucesos políticos del momento.
En esos canards comenzaron a publicarse las primeras imágenes satíricas (anónimas, la mayoría de las veces) del Mundo al Revés. De ellas a la caricatura revolucionaria (y contrarrevolucionaria) había un corto paso. En el curso de sólo tres años (1789-1792) se puede contar aún con más de 600 estos grabados. Había que reír, reír de los monjes, de los aristócratas, del rey derrocado transformado en cerdo...
Todas estas caricaturas, hechas con un estilo alegórico y grotesco, ofrecían un comentario inmediato, caliente y definitivamente revolucionario. Había que reír, reírse mucho de los enemigos y un poco también de uno mismo.
"Yo creo en la alegría que, lejos de molestar las operaciones que deben asegurar nuestra libertad, servirá, por el contrario, para mantener cada uno sus deberes, servirá, por el contrario, para mantener cada uno sus deberes, servirá para desatar intrigas, para prevenir las pretensiones de orgullosos y, sobre todo, para castigar a los malos ciudadanos, mostrando de una manera irónica su torpedad y su bajeza", decía un panfleto ilustrado de enero de 1790.
Este humor francés hecho de observación y fantasía va a encontrar en el excelente Grandville (Jean-Ignace Isidore Gerard) a un exponente superlativo. Nacido el 15 de septiembre de 1803, Grandville publicó Cuatro estaciones de la vida humana , seguidas por Viaje a la eternidad y La metamorfosis del día , grandes clásicos del humor que tuvieron un éxito enorme y que siempre incluían, entre líneas, castigos morales para los para los capitostes de la época.
En esos grabados, cada personaje tenía la cabeza o la vestimenta del animal que llevaba dentro. En 1830, Grandville fundó, junto con Pilliphon, la revista satírica Chiavari, y colaboró en otras de las muchas de su tiempo: La Silhouette, La Caricature, L´Album Cosmopolite, La Illustration y el Paris Comique.
En 1848 apareció la Revue Comique, fundada por Felix Tournachon, más conocido por su seudónimo: Nadar. Gran caricaturista, escritor, pionero de la aeronáutica. Sin duda es en la historia de la fotografía donde ha quedado su nombre de forma más particular. Nadar publicó una obra maestra del humor gráfico: La vida pública y privada de Mossieu Reac .
Poco después, Cristophe (Georges Colomb, 1856-1915) publica La familia Fenouillar, una de las primeras historietas cómicas del mundo, al mismo tiempo que un compatriota suyo, Lumiere, presentaba el cinematógrafo. Enseguida, otro hito: el extraordinario dibujante J.P.Pinchon daba vida a un simpático personaje de la Bretaña folklórica, que todavía goza de buena salud: Becassine.
En 1903 comienza a salir el Canard Sauvage, de Edmond Chatenay, que marcará el paso de los caricaturistas de la belle époque. En sus páginas estarán artistas de la talla de Steilen, Kupka, Valloton, Caran D´Ache, Pisarro, y se podrá disfrutar de las crónicas de Alfred Jarry ( Ubú Rey ), Tistan Bernard, Octave Miraveau y Charles-Louis Phillipe.
Más adelante, en L´Epatant debutaron los mitológicos Pieds Nikeles, mezcla de Raymond Queneau y Louis Ferdinand Celine, dieron paso a cada vez más renombrados humoristas, como Marcel Aimé, René Clair y Jacques Tati. En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, revistas serias -como Paris-Match o Le Nouvel Observateur- comenzaron a dar espacio a los más notables humoristas gráficos de la época: Chaval y Jean Maurice Bose. Curiosamente, estos dos magos de la sonrisa se suicidaron, respectivamente en 1968 y 1965, como para demostrar que no hay vacunas contra la tristeza.
En tanto, Le Canard Enchainé, el único diario de humor del mundo, sigue castigando al político o la política de turno. Mientras, aparece Hara Kiri, que luchando conla Justicia, los juicios y las agresiones va animando con sus páginas el célebre Mayo del 68.
Por allí pasaron Wolinski, Copi, Topor y, sobre todo, el genial Reiser. Después vinieron más publicaciones: Charlie Hebdo, L´echo des Savanes -con Claire Bretecher, madre de las mujeres dedicadas al género en el mundo-, J.J.Loup y Gotlib, con su personaje Super Dupont.
A fines de los años 70 salen a la calle las revistas Bizarre y Sine Masacre. Aparecen Les Humoristes Asociées, con los sutiles dibujos de Paul Avoine, Michel Bridenne, Blachon y Sabatier.
El mercado del humor francés no da señales de retroceso. Editoriales como Glenat y Hachette y diarios como Liberation, Le Monde -con Plantú- y Le Figaro -con Jacques Faizant- siguen dando el espacio para la opinión del humor a través de un trazo, un color, una sonrisa y un guiño de ojo cómplice. En Francia, l´humor ça va tres bien.
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