Guía de vinos: el encanto de los pequeños productores
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Existe un eterno movimiento pendular entre los amantes del vino: se arranca por las marcas conocidas, las que siempre están a mano y lucen en las publicidades, y en el camino hacia el sabor la brújula vira de a poco hacia los pequeños productores, cuyo encanto radica muchas veces en el mismo acto de tener que buscarlos y descubrirlos.
Si Argentina es un país prolífico a la hora de los vinos, también lo son los pequeños productores quienes cada década se reinventan conceptualmente.
- Allá por el 2000 se daba el fenómeno de las bodegas boutique.
- Por el 2010 el despegue de los enólogos solitarios como Alejandro Vigil o Matías Michelini, enarbolando la bandera de la libertad creativa.
- Ahora un disperso pero atractivo mundo de micro emprendedores pueblan ese universo. Es en ellos donde hoy zumba el runrún de los hallazgos y el boca en boca del probaste tal o cual.
A la caza de los pequeños Justamente hoy (y ayer) tiene lugar en Mendoza una feria de vinos que rinde homenaje a este universo liliputiense. Se llama Chachingo Wine Fair y, como su nombre lo indica, queda en la loma del Chachingo, Maipú. Para quienes no hayan nacido en Mendoza, esa loma podría ser cualquier cosa, pero para un mendocinoparlate –que entiende qué es pandito y cómo las calles topan– la loma del Chachingo es algo así como el fin del mundo. En ese margen es, precisamente, donde se reúnen los pequeños productores.
En Chachingo, el enólogo Alejandro Vigil montó Casa El Enemigo. La suya es la biografía del éxito, una suerte de héroe para los pequeños hacedores de vino. Sin otro pedigrí que su talento y la ambición, en pocos años Vigil pasó de ser un estudioso de suelos en el INTA a enólogo jefe de Bodega Cantena. En el mismo tiempo, desarrolló cantidad de etiquetas que salieron al mercado en formato de ediciones sueltas, limitadas o lo que fuera, que le granjearon –junto con su estilo desenfadado– una notable visibilidad, que los 100 puntos Parker para su Gran Enemigo Cabernet Franc 2013 rubricaron en el hall of fame el año pasado.

Por eso, cuando Vigil invita a los pequeños productores a la loma del Chachingo y abre su bodega para un feria de otras bodegas, no falta (casi) ninguno. Así, la feria que termina hoy es, de hecho, el epicentro de la movida en Mendoza. Para un bebedor en busca de vinos poco conocidos, es como cazar en el zoológico. Encima con poca competencia: son sólo 500 entradas por día para degustar vinos de 63 bodegas y bodeguitas. Sin embargo, no todo vino ni todo productor es bueno por producir pocas botellas o ser pequeño. Y de probar muchos vinos que hoy están disponibles en la feria –y en los canales alternativos de circulación, como el mano en mano y las vinotecas de culto– algunos valen más la pena que otros.
Productores diferentes para seguirle los pasos
Livverá, del enólogo Germán Masera es un proyecto sólido y creativo. Bonarda y Cabernet Sauvignon son dos tintos ligeros y ricos. Losanse, cuya cara visible es María Losanse; son cuatro hermanos especializados en burbujas. Ahora lanzan un Chenin que enamora.
Lupa. Con uvas de Paraje Altamira, Juan Pablo Lupiáñez propone sus nuevos Calle Contastini –no confundir con Constantini, que no es el nombre de la calle–, cuyo Malbec es moderno y refrescante.
Maal Wines, que con uvas de Vista Flores elabora Biutiful, un Malbec fuera de serie y precio lógico.
Matías Riccitelli, cuya escala ya lo deja casi fuera de los pequeños productores; destaca su nuevo Matías Riccitelli 2017, selección de suelos calcáreos de Uco.
Pulso, vinos con "alta chupabilidad" como se autodescriben, un proyecto de ocho amigos con rico Malbec y vistosas etiquetas con un corazón en el centro. Ver Sacrum, con foco en variedades como Garnacha y Monastrell, proponen estilos poco frecuentes en la góndola local.
De Ángeles, clásicos Malbec de Vistalba, Luján de Cuyo, bien ejecutados y hechos con cariño.
Paso a Paso, dos amigos, el enólogo Sebastián Bisole y el agrónomo Norberto Páez, con foco en Bonarda y algunos viñedos viejos.
Alma Gemela, proyecto de la sommelier Mariana Onofre y su pareja, con foco en blancos.
Desquiciado, de los enólogos Gonzalo Tamagini y Martín Sesto, quienes elaboran tintos frescos y jugosos. Lindo ejemplo es el Cabernet Franc.

Familia Niven, con enología de Lucas Niven, que explora variedades, estilos y regiones. Pala Corazón es la marca emblema.
Michelini-Mufatto, de Gerardo Michelini y Gabriela Mufatto, con vinos de riesgo estilístico, con picos estelares como La Cautiva Malbec o Certezas Semillón.
Lui, del enólogo Mauricio Vegetti, con tintos clásicos y bien logrados, burbujas deliciosas, en particular por el método tradicional.
Relator, sociedad del relator de carreras hípicas Fernando Gabrielli y el enólogo José "Pepe" Reginato, enfocados en hacer espumosos con un amplio abanico de estilos y un rosé chispeante.
Garavaglia Wines, quienes realizan una defensa de los vinos de El Este, cuyo Astor’s Malbec tiene una muy buena relación calidad precio.
Somos Berracos, sociedad de dos parejas de agrónomos y enólogos, con vinos de estilo clásico, destaca Berracos Red Blend.
Bocanada Wines, del hacedor de vinos Leandro Boullaude, ofrece tintos modernos, con un Cabernet Franc sabroso.
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