HIENA BARRIOS Soy la gloria, ¿me entendés?
Es campeón del mundo de boxeo y tiene una personalidad pintoresca. Para comprobarlo, basta con leer esta entrevista, en la que se pinta a sí mismo como alguien que pudo extraer lo mejor y lo peor de las lecciones que suele brindar la calle
-Hay muchos casos de chicos que sueñan con triunfar en la vida, pero se quedan en nada. ¿Por qué vos sí llegaste, Hiena?
-Uno nace con un don. Lo que pasa es que hay dos maneras: el tipo que queda en campeón que va a la televisión sólo cuando pelea, que lo conocen los vecinos del barrio y los periodistas de boxeo, y que cuando tiene que decir una respuesta rimbombante no la dice, siempre está ahí, calladito la boca... Yo tengo personalidad. Si vos no me conocés y te dicen: entre todos éstos está la Hiena, vos te vas a dar cuenta de quién es Rodrigo. Siempre me destaco. Tanto en el boxeo como en la vida. Quiero ser más, quiero ser más. Haber vivido mucho tiempo en la calle me llevó a tener una buena inteligencia. Hoy me da para dar respuestas que sorprenden a la gente. En la vida uno no sólo tiene que usar el cerebro para destapar una cerveza, también el cerebro se usa para tener buenas respuestas.
Jorge Rodrigo Barrios, más conocido como la Hiena. Campeón mundial de boxeo. Peca de soberbio, a veces. Peca de ingenuo, otras. Ex chico de la calle que vivió al máximo todo lo que se vive en el mundo marginal. Las cosas buenas y las cosas malas. Tal vez brillante al asumir su postura arremetedora de querer ser siempre más, deseo de todos logrado por pocos. Quizá minimista al relacionar la inteligencia con un destapador. Pero siempre es él. Cuando pasa de una reflexión que merece atención a otra que casi provoca risa.
-Cuando eras pibe y tenías una infancia más complicada, ¿te imaginabas esto?
-Yo decía que iba a ser campeón del mundo. Vivía en un conventillo, tenía que salir a la vereda a lavarme los dientes y caminar 50 metros para ir al baño. Como yo no quería eso, decía que iba a ser alguien en la vida. Voy a ser alguien, voy a ser alguien, me repetía.
-A veces parece como si tuvieras un papel y lo interpretaras al máximo, como si fingieras el rol de la Hiena...
-Yo soy así. En la vida quiero superarme. Yo tenía un televisor de 21 pulgadas, y quería uno más grande. Fui, peleé por el título y me compré un televisor de treinta y pico de pulgadas.
-¿Qué es lo próximo que te querés comprar?
-Lo próximo que me quiero hacer es mi casa con minicine, sala de juegos, sala de computación para los pibes, gimnasio, quincho, pileta, y que tenga una fuente. Ya tengo el terreno, me faltan un par de peleas y la hago. Yo la voy a terminar rápido. Aparte porque soy muy nervioso, y quiero las cosas para ayer.
-¿Qué tipo de películas mirás?
-Películas de acción. Miro de todo... La última que vi fue El Huracán... Me invitaron a verla en exclusiva antes de que se estrene. Y ya tengo la idea de cómo va a ser el cine de mi casa. Este tenía 24 butacas, el de mi casa va a tener 15.
-¿Qué te pareció la película?
-Bárbara, pero muy triste. Se me llenaron los ojos de lágrimas. No lloré porque estaba el periodista. No me gusta llorar, me da vergüenza... Aplaudí, era para aplaudirla...
-¿Cuándo fue la última vez que lloraste?
-No sé. Yo lloro de emoción, pero no me gusta llorar de tristeza. No lloro más de tristeza. Se me llenan los ojos de lágrimas cuando veo fotos de mis pibes, cuando veo a mi hijo pegarle a la bolsa. Esas cosas me emocionan, pero por tristeza no...
Esto no es una pelea, pero la Hiena parece haber sentido el golpe. No hubo provocación, no hubo violencia física... O sí. La Hiena habla en voz alta, casi a los gritos, como anticipando esa carcajada que le valió el nacimiento de su apodo. Pero en este momento su tono baja muchos decibeles.
-¿Por qué no llorás más de tristeza?
-Porque no. Porque de tristeza llorás cuando sos chico. Estás triste y encima te ponés a llorar, te amargás más. ¡Dejá! No hay que llorar, yo me río todo el día.
-Hay mucha gente que llora de tristeza.
-Y bueno, que llore de tristeza. Cada uno hace lo que se le canta. Yo me río. Y ahora me estoy riendo más, porque esto lo aprendí ahora, esto de darme cuenta de que si llorás de tristeza te encerrás. ¡Si no hay nada triste en la vida! Mientras tengas tus pibes sanos, y uno esté bien y le pueda dar morfi a los hijos, ¿qué tristeza puede haber? Si se te muere alguien querido, lo sentís en el alma. Pero el tipo allá arriba por ahí está mejor, y si se va por algo es. No lo vas a cambiar llorando.
-¿Pero no hay nada que te dé tristeza?
-Hay cosas que te conmueven, pero la gente tiene que ver el lado positivo de las cosas. A mí me ponen mal los pibitos pidiendo en la calle, cuando llevan a un chico preso, la gente que no tiene trabajo, o que violen a alguien. Pero yo no voy a arreglarle la vida a nadie. Trato de ser bueno con todos. Yo tengo buen corazón, pero no le puedo arreglar la vida a nadie.
-¿Sos buen consejero?
-Aconsejar no, yo escucho. ¿A quién le puedo dar consejos yo? Ni al perro le puedo dar consejos. ¡Ja, ja, ja! Yo el único consejo que doy siempre es el que yo digo por mi experiencia. Cuando no tenía trabajo vendí pan casero, cuando veía que no me alcanzaba la plata me fui a vender pizza, hice cualquier cosa, y no me dio vergüenza nada. Y decía: ¿Cuándo seré campeón del mundo para no trabajar más? Dejé de trabajar en abril de 1997. No trabajé nunca más, me dediqué al boxeo. Lo que les digo a los pibes es que si no van al gimnasio no van a llegar a ningún lado. Y la escuela... Ayer le dije a un pibe que tiene 18 años y no terminó séptimo grado: "Si no terminás la escuela no vas a servir ni para cartonero". Hoy para ser cartonero tenés que tener hasta tercer año.
Ahora parece pegar él. Se soltó, lanza frases y palabras a modo de ganchos al hígado. No tienen un destinatario. La Hiena pega en el aire. Recuerda episodios. Habla de una pelea para la que la noche anterior tuvo que bajar cuatro kilos. "Subí al ring deshidratado. Las piernas no me respondían. Pero entre round y round empecé a tomar agua, y gané. Si no perdí aquella vez... A mí no me matan ni muerto." Habla del deporte, pero la Hiena deja un costado libre.
-¿Y en la vida? ¿Alguna vez sentiste que no te habían matado ni muerto?
-En la vida me han pegado cada paliza... Perdí más peleas de las que gané. Me han pegado con cintos, me han pegado la cabeza contra los adoquines, me he despertado arriba de un colectivo todo sangrado. Ojo, cuando me venían de a uno iban cayendo. Pero si se me amontonaban, perdía.
-¿Por qué tantas peleas?
-Y, bueno, porque yo era pibe y siempre fui matón. Una vez en la primaria me peleé con cinco juntos. Al más grandote le di primero. Después él me agarró y me hizo pac en la boca. Pegué la cabeza contra la pared y volví. Ahí se terminó la pelea, porque si me seguía pegando me iba a romper el cerebro. Después otro que le decían Monzón. Y le dije: "Eh, vos no sos Monzón, te voy a matar". Y me ganó, pero cuando se descuidó le agarré el dedo y se lo doblé hasta acá arriba. Se lo quebré...
-¿Alguna vez dijiste: basta de peleas?
-No, soy así. Yo tengo un amigo del barrio, Mariano. Ese chabón me tenía de hijo. Pero yo lo iba a buscar para que me pegara, porque yo un día le iba a ganar.
-¿Le llegaste a ganar?
-A la paleta, una vez...
-Con las manos nunca...
-No, con las manos no. Pero le pegué un paletazo. Ja, ja, ja.
-Cuando vos pegabas en peleas callejeras, ¿alguna vez no tuviste miedo de haber matado a alguien?
-Cuando vos peleás no tenés miedo de matar. ¿Qué decís?
-Bueno, pero podés pensar que se te fue la mano...
-Me he asustado, sí, sí (se excita). Sí, tenés razón, me asusté. Hace muchos años... Me peleé con una persona, y creí que lo había matado. Quedó en el hospital...
-¿Fuiste a verlo?
-¿Estás loco vos?
-¿Y cómo te enteraste de que seguía vivo?
-La verdad, no me acuerdo cómo me enteré, pero me enteré. Estuvo en el hospital un día. Perdió parte de la audición y de la vista del sector izquierdo...
-¿Qué sentiste?
-Al principio miedo, pero miedo de ir preso. Pero por la persona no. ¿Qué voy a sentir miedo por la persona? Si vos te estás peleando, es porque le tenés bronca. Una vez que estaba lavando el auto pasó uno y le tocó la cola a mi mujer. Le metí una patada en la cabeza que casi lo mato... Porque en la calle no se pelea sólo con las manos. Tenés que usar todo: rodillazos, cadenazos, palazos, tiros... Estuve preso algunas veces. Pero lo bueno es que ahora soy campeón del mundo...
-De la droga...
-No, no, no, de la droga no...
-¿Puedo preguntarte en qué momento decidiste dejar?
-Mirá, no me acuerdo si me drogué alguna vez en mi vida. Ya no me acuerdo de eso. Me acuerdo que soy campeón y que soy el mejor boxeador argentino.
-¿No te acordás o no querés hablar de la droga?
-No, no me acuerdo. Ni sé qué es eso. Me suena, pero lo tendría que buscar en el diccionario.
-¿Estás en tu momento de gloria?
-Estuve siempre en mi momento de gloria. Toda mi vida. Sigo estando en mi momento de gloria. Yo soy la gloria porque yo me las rebusco y nunca le pedí nada a nadie. Ahora el deporte me da filo. Nada más. Porque campeón se nace. Uno nace con una estrella. Y también hay que pensar en Dios...
-¿De qué manera?
-Pidiéndole y agradeciéndole. No hay sólo que pedirle: "Eh, Dios, quiero tomar una gaseosa". Y cuando te da la gaseosa no te acordás de decírselo. Hay que decirle: "Eh, gracias, máquina por la gaseosa". Ya me di cuenta de una cosa: que Dios no te castiga con lo que te da, sino que te da una enseñanza, para que vos sepas sufrir, que en la vida cuesta conseguir las cosas.
-¿Cuál sería la última pregunta que te harías en un reportaje?
-Me diría: ¿Qué sueño te queda por cumplir? Y diría: sueño que mi hijo termine la Facultad , que tenga cada uno su rancho, que sepan defenderse en la vida y que armen una buena familia. Y sean felices.
-¿Y para vos?
-Que todas las oportunidades que me dé Dios las pueda aprovechar. Ahora no quiero más nada. Tengo 23 años, gané el título a los 22, anduve en limousine, soy famoso, tomo champagne, voy a comer a restaurantes caros, tengo auto, una tele grande así, ¿me entendiste?
Este es un latiguillo que usa la Hiena al final de cada frase. No fue puesto para que no resultara reiterativo, pero debería agregarse en cada respuesta. "¿Me entendiste?", pregunta. Como si su mundo de golpes fuera una continua búsqueda. Una búsqueda para sentirse comprendido.
Su campaña sobre el ring
El 10 de julio de 1999, en la ciudad italiana de Calatafini, Jorge Rodrigo Barrios se coronó campeón mundial de los livianos juniors de la Unión Mundial de Boxeo (UMB), al vencer por nocaut en el octavo round al local Silvano Usini. Ese día y como pupilo de Amílcar Brusa, el argentino registró en la balanza 58,700 kilogramos. La única defensa de su cinturón la hizo el 17 de octubre, en Concordia, venciendo por puntos al argelino Affit Djelti. Por su facilidad para amoldarse a distintos pesos, Barrios tiene como objetivo ser campeón en distintas categorías. A lo largo de su carrera, la Hiena disputó 29 combates como profesional, ganando 28 (23 de ellos por nocaut) y registrando una sola derrota.
Guapo y verborrágico
Rodrigo Hiena Barrios es el boxeador más popular del país, afirmado en dos condiciones: su guapeza y su verborragia; y cuando aparece un boxeador con estas características, hay asociaciones inevitables con otros peleadores que arrancaron de ese modo -como José María Gatica, sin entrar en otra comparación- y después escribieron su propia historia.
Claro que los grandes campeones sumaron otras cualidades: una preparación física adecuada, horas de aprendizaje en el gimnasio y seriedad cada vez que se sube a un ring. Por ahora, a la Hiena, un pegador innato pero sin sustento técnico, le alcanza con lo que es en un medio limitado de figuras; lo otro, su proyección mundial, por ahora es una quimera; pero tiene una ventaja: su futuro dependerá sólo de él.
Carlos Losauro, jefe de La Nacion Deportiva