
Iván de Pineda: "De chico empecé a viajar leyendo"
Modelo, actor y conductor, de novio hace 15 años con Luz Barrantes, a los 36 se ve más del lado de la televisión que de las pasarelas
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Veinte días en Buenos Aires, veinte afuera. Así es su vida desde hace seis años, cuando comenzó con el programa que a todos les gustaría conducir: Resto del mundo . Aunque Iván de Pineda convive con los viajes desde hace casi dos décadas. Cuando aún usaba uniforme de colegio, la marca Versace decidió llevárselo a Milán para su primer desfile y, así, comenzó una carrera que nunca había planeado. Además de tele, ahora incursionó en radio con Chill Out , en The Radio City. Lector compulsivo, sociable, inquieto, curioso, verborrágico y siempre diplomático. Tanto que cada vez que le preguntan por su top cinco de ciudades, responde que le sería imposible elegir unas y dejar otras afuera.
-Fuiste presentador de las conferencias TED. Si te ofrecen dar una charla a vos, ¿de qué hablarías?
-Me lo pregunto desde que empezó a existir la posibilidad de pasarme del otro lado. Es algo a lo que le di muchísimas vueltas. Dada mi verborragia natural y constante, 18 minutos a muchos les parece una vida y yo me quedo corto [risas]. Tengo tantas cosas de las que me gustaría hablar?
-Si tuvieras que elegir una?
-Sabés que a veces elegir me cuesta mucho. La gente me pregunta "decime tu top cinco de países" y siento que si elijo uno me sentiría culpable. Es que me involucro tanto... no sé si sentimentalmente, pero me pongo la camiseta de lo que vivo.
-Pero ahí sí tendrías que elegir.
-No sé... Algo que tuviese que ver con mis experiencias de estos últimos casi 20 años. La carrera que me tocó, tanto en el mundo de la moda como en la televisión, o ahora la radio, pero sobre todo que arranqué muy chico. Porque, si bien tuve la suerte de que profesionalmente me fue muy bien, también considero que a nivel personal me ha dado algo gigantesco, de crecimiento personal, mental, de apertura.
-¿Tomaste algún conductor como modelo?
-No. Trato de ser bastante sincero a lo que soy yo, con mis virtudes y defectos. Si hay algo que me gusta es que puedo decir que siempre soy la misma persona.
-¿Qué te ayudó a darte cuenta de quién eras vos?
-Sobre todo cuando arrancás un laburo de muy chico, cuando los estímulos son muchos y muy fuertes, y donde todo es un mundo nuevo que a veces se separa de la realidad normal y corriente de la gente, hay que ser responsable, profesional. Cuenta mucho la educación que uno tenga, las convicciones y las ganas de hacer las cosas bien.
-¿Te has analizado?
-No, por ahora. No va conmigo.
-¿Y con qué hacés catarsis?
-Soy muy voluntarioso. Trato de arrancar el día con una sonrisa inmensa. Soy una persona de buen humor constante. Y después amo profundamente la lectura, eso me ayuda mucho para después de un día largo, cuando tenés muchas cosas en la cabeza. Llego a mi casa y antes de meterme en la cama viene una ducha. Sí o sí. Donde sea. Hasta para meterme en una bolsa de dormir. No me gusta llegar de trabajar y meterme directo porque siento que no me desconecté. Y antes de dormirme, leer.
-¿Y qué libros te han marcado?
-La lectura me ha dado todo. De chico empecé a viajar leyendo. Cinco semanas en globo , 20, 000 leguas de viaje submarino , El conde de Montecristo, Scaramouche ... y mirá cómo se desarrolló mi vida ahora.
-Con días tan largos, ¿te cambiás más de una vez?
-¡No! Siempre estoy vestido de manera que sepa que voy a estar bien en cualquier tipo de situación.
-¿Estás viviendo con tu madre todavía?
-No, ya me fui hace? ¡uy, ya cuatro años casi! Ésa es una cosa que me parece divina porque mucha gente se sorprende y me pregunta cómo puede ser. Y es increíble porque yo empecé a trabajar de muy chico y me tocó independizarme de muy chico. Rompí ciertas etapas, y de un día para el otro me fui afuera. Cuando volví, me di cuenta de que me había perdido una etapa muy importante y muy formativa de mi vida. Charlas, momentos, discusiones. El tiempo físico se va y no se recupera. Me pareció muy interesante poder volver a la casa de mi madre y pasar por lo menos un tiempo de esos que te van a quedar siempre.
-¿Qué son vacaciones para vos?
-Hace un montón de años que no me voy de vacaciones. Hay fines de semana increíbles desde lo climático y yo prefiero quedarme en casa o caminar por Buenos Aires.
-¿Cuándo fue la última vez que te quedaste en tu departamento y no hiciste nada?
-El domingo pasado. Fue uno de los pocos domingos que tuve para mí. Me clavé una temporada de una serie, Downton Abbey , y me leí todo. Estuvo buenísimo porque son muy pocas las oportunidades que tengo de hacer eso.
-¿Y cuando viajás?
Olvidate, no existe el día libre.
-¿Y dónde se te piantó un lagrimón cuando llegaste?
-A mí me emocionan todos porque establezco vínculos muy personales y puntuales con cada una de las ciudades. Leés a Sándor Márai y te parás en Budapest frente a su estatua y la verdad que me encanta estar ahí. O pienso en los Inválidos en París y Napoleón, y flasheo. Y de repente me tocó ver el amanecer en el monte Everest y tenés todos los sentidos a flor de piel. Después te vas a Barrow, en Alaska, o a Kodiak Island y estás en el Mar de Bering, allá arriba, y realmente es muy fuerte. O te vas a Ushuaia y los ves en el mapa y es increíble.
-Leí que conociendo al Papa cumpliste un sueño...
-Me pareció interesante poder ser testigo de semejante cosa. Digo cosa porque es difícil ponerles un nombre a ciertas sensaciones. Fue impresionante. Ya había estado en el Vaticano, pero no de esta manera: poder salir de la nave principal hacia la plaza donde nos tocaba estar sentados y ver a 80.000 personas un miércoles a las diez de la mañana. Y después ves todas las muestras de devoción y todo lo que se genera, con todo este movimiento que es muy valioso.
-¿Qué hay de cierto en que te llamaron de Pro para hacer política?
-No, no. Fue gracioso porque me mandaron amigos unos mensajes, y digo ¡¿queeé?! Me parece que la política tiene que ser un servicio para la gente, y uno cuando se mete en la política tiene la responsabilidad de estar bien plantado, y de brindar el ejemplo. Estamos necesitados de buenos ejemplos. Y todos tenemos que ser buenos ejemplos.
El té de la charla de sobremesa
Si tiene que elegir una bebida o una infusión, Iván de Pineda elige el té. Y, entre tantas opciones a su alcance, su predilecto es el de manzanilla. ¿Por qué? "Es un té que se brinda para quedarse un largo rato y discurrir. Ideal para la charla después de comer. Ese momento en que termina una y arranca otra muy distinta", dice. Como esas largas charlas que suele tener con sus amigos.
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