Justina Bustos: "Soy de dirigir mi barco"
Decidida y obstinada, apuesta por los grandes desafíos, como interpretar a... Robledo Puch. "Es mi sueño", asegura. Después de Historia de un clan, la cordobesa de 27 años será una de las grandes protagonistas del cine y la tevé de 2017
Quiero hacer de Robledo Puch, confiesa Justina Bustos (27), la blonda que se consagró con Historia de un clan como la novia de Alejandro Puccio, el personaje que interpretaba su buen amigo Chino Darín. Querer ser Robledo Puch no aparece en la cabeza de Justina porque sí. Luis Ortega, el director que sorprendió con el relato de los Puccio, va a llevar al cine la historia de uno de los mayores sociópatas y criminales de la historia de nuestro país y la cordobesa quiere convencerlo de que puede hacerlo. “Estoy loca, pero con Luis todo es posible. Apenas supe que estaba con este proyecto, le pedí a [Rodolfo] Palacios que me mandara el libro [El ángel negro] sobre el que está trabajando Luis. Me lo pasó en PDF y lo devoré. Me fascinó el personaje. Comencé a buscar fotos de Robledo y a imaginar que podía hacerlo. A Luis le pedí que me dejara hacer el casting.”
¿Aún creés que es posible?
No lo sé. Por lo menos lo intenté [ríe], hice de todo. Hasta le mandé una foto lookeada como Robledo. Fue en el verano. Una tarde llamé a Mariana, la maquilladora de Historia de un clan, y le dije: “quiero ser Robledo, voy para tu casa”. Me enruló el cabello, me aumentó la mandíbula, remarcó las ojeras. Saqué la foto y se la mandé a Luis.
¿Qué te respondió?
“Vamos a ver.” Hace poco me lo crucé y me dijo que lo veía muy difícil, sobre todo por el tema de la voz. Creo que pasa más por eso que por el aspecto, porque Robledo era muy sutil, no por nada lo llamaban el ángel negro o el ángel de la muerte, por ese rostro angelical.
¿Te rendiste?
No [vuelve a reír], a la sonidista de Los que aman odian [la película que acaba de rodar dirigida por Alejandro Maci] le conté la historia y me dijo que algo podíamos hacer con la voz. A ella le encantó la idea. Parece que estoy haciendo campaña. Si no llego a estar en el proyecto, igual voy a ir a la filmación, porque ver a Luis en acción es genial.
Tiene el cabello más oscuro y un poco más corto de lo que lo usaba en Historia de un clan. “Es por el personaje de Los que aman odian –aclara–. Durante el rodaje tuve que hacerme todos los días bucles. Mi representante me decía «Justina, cuidate un poco...». Pero no me importó, si me querés con el pelo negro, me lo tiño de negro; lo querés azul, vamos con el azul.”
Quizá sea por el cambio de look y sus lentes oscuros que almorzar y caminar por Palermo con Justina no despierta sospecha alguna de estar al lado de una de las actrices que pisa fuerte. “Todo lo que estoy encarando es un gran desafío –reconoce–, aprovecho el momento, lo que estoy viviendo es fascinante. Para mí, protagonizar junto con Guillermo Francella, Juan Minujin y Luisana Lopilato esta producción de época [se refiere a Los que aman…], basada en el relato de Silvina Ocampo y Bioy Casares, es un sueño hecho realidad. Además, está Marilú Marini, una de las actrices que más admiro.”
Dispuesta a correrse de la imagen de chica sexy, Justina está dispuesta a demostrar que es capaz de encarar los personajes más diversos e intensos, como el que hizo en Migas de pan, la coproducción uruguayo-española por la que estuvo prenominada a los Premios Goya como Mejor actriz revelación. “Leo y releo el e-mail que me mandaron contándome lo que generó la película y no lo puedo creer. El vuelo que está tomando Migas es algo que jamás imaginé.”
La película de Manane Rodríguez, que también buscará quedarse con un lugar en los Oscar en representación de Uruguay, está inspirada en el relato de Liliana Pereira, una ex presa política de la última dictadura de Uruguay (1973-1985). Justina puso el cuerpo a esta mujer que en 1975 fue encarcelada y torturada por sus ideas, y que perdió la custodia de su hijo. “Lo sufrí. Fue un personaje que me exigió mucho física y psíquicamente. Cuando leí el guión, pensé que ciertas escenas las iba a ser una doble, pero no. Ahora estoy convencida de que tenía que ser así.”
A Migas de pan llegó por recomendación de Cecilia Roth, quien le propuso interpretar su mismo personaje, de joven. “Me lo comentó un día en el set de Historia de un clan [Roth dio vida a Epifanía Calvo de Puccio]. Estaba segura de que el papel era para mí. Significó mucho este voto de confianza de una actriz como Cecilia. Un verdadero regalo.”
¿Trabajar en España está en tus planes?
Sí, ya tengo representante. Es Paloma Juanes [entre sus artistas se encuentran Javier Cámara y Blanca Suárez]. Vuelvo a viajar para hacer el recorrido de festivales de Migas de pan y participar de algunas reuniones. Estoy muy entusiasmada con lo que vaya a suceder.
Los festivales son una gran vidriera.
Lo sé, además me gustan mucho. Conocés gente de todos lados.
Recientemente participaste del Festival de Cine de Tribeca en Nueva York, con Madly [film compuesto por seis historias de amor; Justina protagonizó la que dirigió Gael García Bernal].
Fue todo un aprendizaje. Me obsesioné con el papel. Cuando hice el casting, realmente quería quedar, me preparé mucho para lograrlo. Gael es una persona muy generosa y muy talentosa, me apoyó mucho.
Que hoy se sucedan proyecto tras proyecto no la tranquiliza, conoce los altibajos de la profesión y por eso no baja los brazos, al contrario. “A comienzos de este año no tenía trabajo –se sincera–. Me animé a decir que no y también a decir que sí. Fue un gran riesgo que asumí. Pero no me detuve. En el medio hice en teatro Los Ortúzar, que armé con mis compañeros de la escuela de Nora Moseinco. Una varieté con distintos números, donde aprovechamos a hacer lo que queríamos. Hablar con acento español, ruso; bailar, cantar. Una locura. Me saqué las ganas de hacer de todo. En febrero vamos a volver. Es que a mí el teatro me alimenta un montón el alma. Después de cada función salgo renovada.”
Será también en febrero cuando Justina comience a grabar las escenas de Cinco estrellas, el nombre tentativo que lleva el nuevo unitario de Pol-Ka. Marcela Kloosterboer, Violeta Urtizberea, Natalie Pérez y Celeste Cid serán de la partida de este ciclo que contará la vida de unas guapas de entre 20 y 30 años. “Es la primera vez que me voy a ir de vacaciones sabiendo que vuelvo y tengo trabajo –asegura–. Voy a poder apoyar mi cabeza en la almohada y descansar porque sé lo que me espera. Voy a tener vacaciones reales.”
Varias son las razones por las que Justina se muestra entusiasmada con el proyecto de Cinco estrellas: trabajar con Adrián Suar y “volver a compartir laburo con Violeta”. A Urtizberea la conoció en el set de Vóley, la comedia de Martín Piroyansky con la que logró llamar la atención y ganar amigos. “Con Chino Darín, Martín, Inés Efron, Violeta y Vera Spinetta tenemos un grupo de WhatsApp. Antes nos veíamos más seguido, pero el contacto lo mantenemos.” Con Violeta volvió a coincidir en un capítulo de la miniserie La última hora y con el Chino en Historia..., donde no sólo reafirmaron su amistad, sino que se convirtió en uno de sus más fieles consejeros. “Soy más de observar que de pedir consejos –asegura–. Al que suelo llamar es al Chino.”
¿Por qué a él?
Me gusta su criterio, sé que me dice las cosas como son, como las ve realmente. Siempre que le pedí ayuda, fue muy directo y muy crítico.
¿Ya está definido el rol que vas a tener en Cinco estrellas?
En una de las reuniones, Suar me preguntó qué era lo que más me gustaba, si el drama o la comedia. Le respondí que las dos cosas. Nora [Moseinco] insiste con que tengo que explotar mi lado cómico. “Basta de andar por ahí dando besos. Hacé comedia”, me recomienda.
¿Se lo deslizaste a Suar?
Le dije que me gustaba. Él recordó haberme visto en Vóley y en Una noche de amor [la comedia dirigida por Hernán Guerschuny], pero en esas dos estoy más pícara que cómica. En realidad, siento que todavía no mostré tanto ese costado, como sí lo podés ver en Los Ortúzar. Igual, creo que está bueno tener cosas que mostrar.
Justina canta, baila. Todo el tiempo está buscando encarar nuevas cosas. “Este año hice tap. Los zapatos me los compré hace cinco años y apenas tuve tiempo libre, me los puse y tomé clases. Me encanta el baile.”
Y cantar. Ya lo demostraste en Violetta [la serie de Disney Channel] y en Una noche de amor, como la vecina de Sebastián Wainrach.
Me gusta, pero no siento que sea mi fuerte. Tengo que volver a estudiar.
Algo ya hiciste. En la NY Film Academy realizaste un curso de comedia musical.
Sí, fue después de protagonizar Dance! [la serie juvenil que filmó en Uruguay]. No sé si me sirvió mucho. Creo que me metieron en el mejor grupo de desarrollo vocal [risas]. Cada vez que escuchaba cantar a mis compañeros, lloraba, era como tener a Whitney Houston al lado. Todos los días era un show diferente. Cada vez que me tocaba mí me temblaba la voz, me decía “qué hago acá”. La verdad es que me frustró un poco. Adopté la disciplina y la constancia que ellos tienen, son sumamente disciplinados. Iba de 8 de la mañana a 6 de la tarde, fue muy intenso. Rescato haber conocido gente de lugares tan distintos y escuchar a profesores con mucha experiencia, la mayoría de ellos estaba haciendo sus shows en Broadway. Vocalmente no me sirvió, me frustró. Cuando volví a la Argentina no canté. Me llevó un tiempo volver hacerlo.
¿Sos muy exigente con vos misma?
Ni te cuento. Puedo decir que soy muy decidida, también obstinada y eso a veces me juega en contra, porque me visualizo haciendo cosas que a veces salen y otras no. Soy de dirigir mi barco, me gusta hacerlo, pero tiene sus consecuencias también. Ahora reconozco estar más tranquila, disfrutando de mi presente. También aprendí que en esta profesión, si no sos paciente, la pasás muy mal. Así que todo el tiempo ejercito la paciencia y la frustración. En el rodaje de Los que aman odian, en una escena con Francella, me trabé, no me salía la letra, creo que por nervios. Tuve dos caminos posibles: enojarme, frustrarme o ver qué era lo que me estaba pasando. Por suerte, había mucha gente dispuesta a que saliera todo bien. Uno está lidiando con esto todo el tiempo.
Hay muchos actores que no soportan verse.
No soy tan mala conmigo misma. Me miro, de hecho cuando terminamos de hacer una escena, me sirve ver cómo quedó, es una manera de corregir lo que no me gusta, mejorar.
¿Hacer terapia te ayuda a encarar este tipo de situaciones?
Me sirve, porque el psicoanálisis te ayuda a conocerte y de alguna manera la actuación también.
* * *
Tenía 17 años cuando se instaló en Buenos Aires. En Córdoba, quedó su familia. “Vine sola –dice y algo del acento de aquella provincia se hace presente–. Cuando miro hacia atrás, me veo muy chica, pero lo bueno de eso es la cuota de inconsciencia que uno maneja. Era el momento para lanzarse. Nunca pensé en volver, por más que hubiese estado triste o las cosas no salieran. Nunca fue una opción volver.”
¿Conocías a alguien?
Tenía muchas amigas que conocía de mis vacaciones en Punta del Este. Mis viejos mantienen contactos con amigos que viven acá, en la ciudad, así que de alguna forma tenía una red. Llegué sin padres, pero siempre estuvieron presentes. Soy muy compañera de ellos, de mis hermanos [es la mayor de tres]. Todos viven en Córdoba. Reconozco ser familiera más allá de la distancia. Ojalá mis viejos, en algún momento, se vengan a vivir acá. Cuando sea más grande y tenga hijos, me gustaría tenerlos cerca. Sé que están a una hora de avión, pero no es lo mismo. Extraño eso del tocarse.
Cuando piensa en su infancia, no duda en decir: “Fui muy mimada. Siempre. Tuve una niñez superlinda. Tengo tantos lindos recuerdos, disfrazada, actuando junto con mis primas o cuando nos mudamos de Córdoba capital a Unquillo, entre las Sierras chicas. Me veo corriendo por el campo, jugando cerca del río, con los caballos. Me vienen imágenes de los asados, de la época en la que hacía roller hockey y me vestía toda de negro, con remeras grandes y bermudas. Era un Hanson más [en referencia al grupo de los hermanos Isaac, Taylor y Zac que fueron un fenómeno en los 90]. Mi mamá siempre me dejó ser.”
También están presentes los otros recuerdos, esos que la tienen a Justina con la cabeza puesta en Buenos Aires, dispuesta a dejar su Córdoba natal para seguir su sueño. Pero antes de abrazar la actuación, hizo dos años de Historia del Arte y cursó algunas materias de Diseño de Indumentaria. “Fue después de ver con una amiga Hair, el musical, en los Estados Unidos. Lo mío era eso. Llegué acá y lo dejé todo. Empecé a estudiar teatro y a hacer castings.”
Al poco tiempo y con el apoyo de sus padres, quienes siempre la dejaron hacer lo que sentía, Justina fue elegida para el elenco de Dance!, la novela juvenil con Juan Gil Navarro, Isabel Macedo y Eva de Dominici que rodaron en Uruguay. “Pensé que no iba a quedar. A ese casting me presenté muy nerviosa, la noche anterior no había dormido nada. Se hicieron varias pruebas. Tenía que cantar, bailar, actuar, enamorarme. Canté el tema de Los miserables –confiesa con cierto pudor–. Fui a todo o nada. Qué locura, hacer la de Los miserables. Por suerte quedé.”
En varias oportunidades dijiste que sos una chica salida de los casting.
Es que es así. Me encantan los casting, me gusta sentir esos nervios, prepararme para el personaje. Lo tomo como un buen desafío, un ejercicio.
Otra prueba que encaraste fue la participar como candidata a notera de CQC.
No lo voy a negar. Fue parte de mi inconsciencia. Llegué lejos porque les divertía tener a este enano rubio. Una locura. No fue por casting, sino por recomendación de mi representante de aquel momento. Yo les decía a los chicos que no quería ser notera, que lo estaba haciendo sólo para darme a conocer. Gracias a esto, surgió la posibilidad de hacer campaña para 47 Street.
De perfil bajo, muy bajo, Justina pensó una y otra vez cómo hacer frente a la popularidad y a la exposición que apareció con Historia de un clan. Todos querían tener a la blonda en las tapas de sus revistas y conocer su vida, sus amores, su historia. “Claramente depende de uno, de las búsquedas de cada uno. Si no querés que la gente hable de vos, no vas a hacer cosas para que sí lo hagan.”
Su nombre comenzó a aparecer en los medios como la chica que despertó los celos de la China Suárez por las escenas que compartía con Benjamín Vicuña en el rodaje Los padecientes, la película basada en la novela homónima de Gabriel Rolón. “Olvidate. No quiero saber de dónde salió eso, qué fue eso y qué pasó. No me interesa. Sí te puedo decir que mi personaje aparece poco en la película y que fue una experiencia interesante. Por suerte, estoy a full con el cine. Junto al teatro es lo que más me gusta.”
Desde hace dos años convive con Mariano Bustillo [bisnieto del arquitecto Alejandro Bustillo, creador del hotel Llao Llao]. “Me da mucha seguridad la convivencia –asegura–. Viví mucho tiempo sola y otro con una amiga con quien la pasé bomba. Alquilaba, se vencía el contrato y cada dos años me mudaba. Ahora me gusta llegar a casa y encontrar con quién compartir. Mariano tiene mucha afinidad por el arte. Disfrutamos mucho juntos, vamos al cine, al teatro, viajamos. Es un muy buen compañero.”
Justina no descarta un futuro en el que se anime a la dirección. “Tengo ganas de hacer un corto. Le pregunté a Juan [Minujin] cómo logró hacer Vaquero, que metodología usó.”
¿Sobre una historia propia?
Puede ser. Soy de escribir, pero también puedo trabajar sobre otras historias. Me gusta la dirección, en Los Ortúzar nos autodirigimos. Ya tengo algo en la cabeza, no te lo voy a decir para no quemarlo, también tengo dando vueltas una obra de teatro que voy a armar con un amigo. Espero tener tiempo, no quiero dejar de estar en las tablas. Me gusta estar creando.
¿Extrañas el fútbol?
[Risas] Un montón.
Ella era La Mona en el equipo Pasión de sábado que integraba con un grupo de amigas cordobesas y porteñas. Cada una llevaba un apodo relacionado con la cumbia o el cuarteto.
¿Eras buena como delantera?
Hacía buenos pases, la verdad es que éramos muy buenas, y que pasábamos sábados increíbles. Se extraña.
La imagen de Justina corriendo en cortos al grito de La Mona se apodera del momento y las risas se hacen eco por las calles de Palermo.
1989
Nace en Córdoba capital. Es la mayor de tres hermanos. A los 10 años se muda a Unquillo
2006
Se instala en Buenos Aires. Estudia Historia del Arte y Diseño de Indumentaria
2009
Con 20 años, se va a vivir por dos meses a Nueva York. Después de ver el musical Hair decide comenzar a estudiar actuación
2011
Protagoniza Dance! en Uruguay y cursa en la New York Film Academy
2015
Estrena la comedia Vóley y su nombre comienza a estar en boca de todos por su actuación en Historia de un clan
El futuro
En febrero comenzará a grabar el unitario para Pol-ka Cinco estrellas y volverá al teatro con Los Ortúzar. También en 2017 estrenará el film Los que aman odian
Foto de tapa: vestido (Graciela Naum). Asistentes de producción: Camila Pepa, Nicole Aravsky y Lucía Calatroni. Asistente de fotografía: Lucas Pérez Alonso. make up: Natalí Rensin (Estudio Novillo com productos YSL) @natalirensin. pelo: yamo zarleng, shoot management @yamozarlenga. Agradecimientos: Graciela Naum, Ricky Sarkany, tramando + Dubie , más negro, juan Hernández Daels, mineral, Jazmin Chebar, bomparola, Roma Renom. agradecimiento especial a manifesto, www.manifesto.com.ar, Humboldt 2160; 4773-1500.