La gran aventura de Truman Capote y Nelle Harper Lee
Los escritores compartieron su infancia en Alabama, donde jugaban a ser detectives. “No tenían otros amigos”, detalla Greg Neri, autor de una novela que recrea aquellos días felices. La relación entre ambos, ya en tiempos de fama, mutaría en celos y conflictos
"El vínculo que los unía era más fuerte que la amistad: era una angustia común”, aseguró el biógrafo de Truman Capote, Gerald Clarke, sobre la relación entre el autor de A sangre fría con Nelle Harper Lee. “No tenían otros amigos verdaderos. Nelle era demasiado ruda para la mayoría de las chicas y Truman demasiado suave para la mayoría de los chicos.”
–¿Eres una… niña? Truman estaba desconcertado. Arrugó su rostro; el cabello corto de Nelle y el overol lo habían confundido.
Nelle lo miró más fijo que antes. La voz aguda de Truman, el cabello rubio platinado y el traje de marinero también la desconcertaron a ella.
–¿Tú eres un niño?, preguntó incrédula
Así imagina G. Neri, el autor de Tru & Nelle, el primer encuentro entre los que serían grandes autores del siglo XX. La novela que en la Argentina acaba de editar la flamante #numeral está basada en la amistad que nació en Monroeville, Alabama, en plena infancia, una amistad que supo ser fructífera y que se vio sacudida por los celos y los egos. Una relación repleta de secretos que aún despierta gran curiosidad.
“Muchos autores eligen el formato biográfico de no-ficción para contar la historia de alguien –le cuenta Neri a La Nación revista–. Cuando descubrí que dos de nuestros grandes autores crecieron como vecinos en un pequeño pueblo en el medio de la nada, me sentí intrigado. Cuando descubrí, además, que amaban los misterios y a Sherlock Holmes y que se hicieron pasar por detectives para resolver crímenes en esa pequeña ciudad, supe inmediatamente que había una gran historia que contar.”
Una historia que nació de la vida real y que se nutrió de biografías, relatos, recuerdos excéntricos y exagerados, entrevistas, películas y de las propias obras de Truman y Nelle. “Tomaba pedazos de la verdad –contó alguna vez Mary Ida, la tía de Truman–, les daba un nuevo giro, y los convertía en algo extraordinario.” En aquellos años, el encuentro fue clave para que ambos alimentaran una imaginación dormida, a través de juegos y también de historias que crearon y que más tarde plasmaron turnándose frente a la máquina de escribir regalada por Amasa Coleman Lee, el papá de Nelle y modelo del legendario Atticus Finch, de Matar a un ruiseñor, la novela que le dio un Pulitzer a la autora fallecida este año.
Truman miró a Nelle mientras A.C. quitaba el seguro de la caja. La abrió y apareció algo que parecía un acordeón apoyado. Pero, de hecho, era una vieja máquina de escribir Underwood #5 color negro, relata Greg Neri en la novela. Lamentablemente, aquellos escritos fueron quemados por Lillie Mae, la madre de Truman, en uno de los tantos ataques de furia.
Tiempo después, esos episodios y vivencias de la infancia fueron narrados por Jennings Faulk Carter, conocido por los amigos como grandulón. “Quiero escribir sobre mi propia vida –confesó Capote–, sobre lo que significa ser un niño en el sur… Sobre la vida que todos compartimos juntos en aquella casa enorme. Sobre navegar en esos barcos de vapor inmensos donde trabajaba mi padre. Sobre bailar tap mientras Satchmo y su banda tocaban. Sobre toda esa época.”
La propia Nelle Harper Lee recordó con nostalgia su infancia en una de las pocas entrevistas que concedió. En esa charla que el periodista Roy Newquist publicó en su libro Counterpoint (1964), la autora recordaba: “Así fue mi niñez. Iba al cine una vez por mes y era muy bueno para mí y para todos los niños como yo. No teníamos mucho dinero. Nadie tenía dinero. No teníamos juguetes y nadie hacía nada por nosotros, así que el resultado fue que vivíamos en nuestra imaginación la mayor parte del tiempo. Inventábamos cosas. Éramos lectores y trasladábamos todo lo que leíamos a nuestro jardín. ¿Nunca jugaste de niño a que eras Tarzán? ¿Nunca corriste por la jungla o volviste a pelear la batalla de Gettysburg de alguna u otra manera? Nosotros, sí. ¿Nunca viviste en una casa del árbol y encontraste a todo el mundo contenido en las ramas de un paraíso? Nosotros, sí.”
Amaban tanto leer. Solían hacerlo en voz alta completando ideas, cambiando finales, resolviendo los misterios de Sherlock Holmes, de Sir Arthur Conan Doyle, o sumergiéndose en los universos de la serie Los muchachos de Rover, de Edward Stratemeyer y en los textos de Seckatary Hawkins.
Eran dos outsiders. Se necesitaban. Él era pequeño y débil, ella una marimacho dispuesta a defenderlo. Era su guardaespaldas.
“Nelle era valiente. Ni siquiera sabíamos que era una niña –contó Jennings Carter, primo de Capote, en una nota publicada en L.A. Times–. Cerraba los puños y te golpeaba como un hombre.”
Una relación que se afianzó por las claras necesidades de afecto. Tru y Nelle mantenían un vínculo tenso con sus madres. Él debió hacerles frente a los frecuentes abandonos de su madre y al olvido de su padre. Ella creció ante el cuidado de un abogado muy ocupado y una madre enferma con trastornos mentales y cambios de humor severos. Se cuidaban y juntos se escapaban del mundo real a través de las historias que creaban.
“Al igual que cualquier hermano y hermana, su relación estaba llena de amor y celos, amistad y peleas. Truman siempre fue el líder del grupo, el escritor de verdad, el que tomaba los riesgos –explica Greg Neri– En cambio, Nelle era dura. No tenían otros amigos, entendían su soledad y lo que se siente al no ser aceptado por los demás.”
Jugaban a ser novelistas, soñaban con ser escritores y se prometieron, según explica el profesor Michael Bibler de la Universidad Estatal de Luisiana, incluir en sus primeros libros personajes que estuvieran inspirados en ellos. Nelle se vio reflejada en la melliza Idabel de Otras voces, otros ámbitos, el debut de Truman. Harper Lee hizo lo suyo en Matar a un ruiseñor y transformó a Capote en Dill.
Esta mañana le decía a mi hermana: «Hermana, tengo el presentimiento de que hoy vamos a tener visitas». Le dije: «Así que lavémonos el cabello». Naturalmente, eso no produjo ningún efecto en ella. Nunca lava nada, esa chica. ¿Idabel? Oh, está en el arroyo; fue a buscar la sandía que tenemos enfriándose allí; la primera del verano. […] Pero, como dice mamá, es mejor dejar que Idabel corretee por ahí vestida con cualquier cosa, porque no puede mantener decentemente limpio un trapo decente. Eso escribió Truman en la novela que publicó cuando tenía 23 años y lo reveló como una joven promesa.
Me llamo Charles Baker Harris. Sé leer […] Soy pequeño, pero soy mayor, así presentaba Harper Lee a Dill, uno de los tres personajes infantiles de la inolvidable Matar a un ruiseñor.
Días después de que Nelle entregara el manuscrito de su primera novela, Truman le propuso, en 1959, que lo acompañara a Holcomb, Kansas, donde una familia había sido brutalmente asesinada. Iba a preparar una gran crónica para The New Yorker. Pronto descubriría que tenía entre sus manos todos los elementos para componer una de las novelas fundamentales de la literatura: A sangre fría. “El crimen lo intrigaba, y a mí me encantaban los crímenes y, vaya que yo quería ir. Fue una tentación irresistible”, recordó en una oportunidad Harper Lee.
Hay quienes aseguran que sin la ayuda de Nelle, A sangre fría no existiría. Fue gracias a ella que Tru consiguió acceder a las fuentes decisivas para su relato. “Truman no encajaba y nadie hablaba con él”, confesó Harold Nye, uno de los detectives del caso. Era demasiado raro para Holcomb. “Nelle fue la que estableció la relación con la gente –escribió Charles Shields biógrafo de Harper Lee–. Se esforzó y logró los contactos con los locales y puedo introducir a Truman en la comunidad.”
La obra que retrata las injusticias raciales en un pequeño pueblo de Alabama, Matar a un ruiseñor, vio la luz en 1960 y se convirtió en un suceso editorial. Un año más tarde, fue merecedora del Premio Pulitzer y en 1962 se transformó en una exquisita adaptación cinematográfica protagonizada por Gregory Peck, quien consiguió un Oscar por su actuación.
Caminos diferentes
“El éxito tiene muy mal efecto en mí”, aseguró Harper Lee a Associated Press.
Existen múltiples teorías acerca de por qué se separaron. La mayoría especula que el quiebre se dio en el momento en que los dos conocieron la fama.
Según Marja Mills, la autora de Mockingbird Next Door, el libro de memorias que publicó supuestamente con la bendición de Harper Lee en 2014, las diferencias fueron in crescendo en el tiempo. “La fama causó una gran brecha, casi irreparable. La envidia de Truman por el Pullitzer que Nelle consiguió, premio que él nunca lograría alimentó un resentimiento venenoso. Ella decidió huir de la fama; él, en cambio, la buscó constantemente.”
Los celos lo enceguecieron. “Toda mi vida ha estado dominada por los celos –confesó Tru–. Es lo único que no soy capaz de controlar. Es la clave de mi carácter. Siento celos de todo.” Quizá los mismos celos y envidia lo llevaron a no aclarar los rumores que decían que él había escrito la novela de Lee.
“Alguien raro ha escrito esta excelente primera novela: una escritora con el más alegre sentido de la vida y el más caluroso y más auténtico sentido del humor.” El comentario de Capote despertó especulaciones varias. Hay quienes creyeron que el propio Truman sugería que él había escrito la novela, sospecha que se mantuvo hasta 2006, cuando se conoció una carta en la que el autor mencionaba que Lee estaba escribiendo una novela.
“El nada tuvo que ver con Matar a un ruiseñor –le aseguró Alice, la hermana mayor de Lee, a la autora Marja Mills–. Jamás se ha dicho una mentira tan grande.”
En la biografía no autorizada de Nelle, Mockingbird: A Portrait of Harper Lee Paperback, su autor Charles J. Shields explica que esta separación fue decisiva cuando en enero de 1966 Harper abrió un ejemplar de la recién publicada A sangre fría. El único reconocimiento que aparecía de todo su trabajo y ayuda brindada a Truman figuraba en la dedicatoria y era compartida: “Para Jack Dunphy [socio de Capote] y Harper Lee, con mi amor y gratitud.”
“Que Truman no la hubiese apreciado era más que un despiste o un abandono. Era una traición”, señaló Shields. Teniendo en cuenta que cada noche, durante la intensa investigación que ambos realizaron en Kansas, ella escribía sus impresiones y se las entregaba a Tru. Es sabido también que antes de que el manuscrito de A sangre fría fuera entregado, Nelle añadió comentarios y lo releyó cuidadosamente. Fue también ella quien anticipó en una entrevista: “Lo siguiente que publicará lo va a impulsar como novelista. Obtendrá una dimensión mucho más profunda de su trabajo. Capote, creo, es el mayor artesano que tenemos en este momento.”
Fueron cinco años de investigación y trabajo para que la novela de no-ficción fuera publicada. El resultado fue la consagración definitiva de Truman Capote. “Nadie sabrá nunca lo que se llevó de mí A sangre fría. Me chupó hasta la médula de los huesos”.
A pesar de la falta de reconocimiento de Tru para con Nelle, dos años más tarde de la publicación realizaron juntos un viaje nostálgico a través de Alabama del sur.
La fama se hizo eco en la vida de ambos. Los medios y el público los adoraban. La reacción fue diferente. Nelle decidió refugiarse en su amada Alabama y ocultarse. Su defensa férrea de su privacidad fue comparada con la que tomó J.D. Salinger y Thomas Pynchon. “Esperaba poco y obtuve muchísimo. Fue como ser golpeada en la cabeza y perder el conocimiento.”
¿Eternamente amigos?
Tras la buena repercusión de Tru & Nelle, G. Neri anticipa que ya está trabajando en un segundo libro que seguirá explorando la amistad de Capote y Harper Lee. “Estará enfocado en la adolescencia de ambos, los años en los que comienzan a develar su futuro como adultos.”
Entre los agradecimientos que el autor realiza en su novela aparece una mención atípica al actor Philip Seymour Hoffman. “Al igual que muchos fanáticos, volví a ver sus películas luego de su muerte [2014], comenzando por su interpretación en Capote –señala Neri–. Esa película me recordó que Truman y Harper Lee habían crecido juntos. Lo que me llevó a investigar e imaginar esta historia.”
Como dato curioso, con sólo un año de diferencia se estrenaron dos películas que narraba la misma historia, la del célebre escritor enfrentando los dilemas morales que le trajo la escritura de A sangre fría. En los films –Capote (2005), con Hoffman e Infame (2006), protagonizada Toby Jones– el espectador es testigo de la amistad que unió a Tru y Nelle. La interpretación de Nelle quedó en manos de Catherine Keener y Sandra Bullock, respectivamente. La autora vio las dos películas y celebró tanto a Hoffman como a Jones. A la hora de identificarse en la pantalla, optó por Bullock. “Han creado a una criatura de tal dulzura y luz que perdono los calcetines blancos de su Harper Lee”, le escribió al director Douglas McGrath.
Desilusionado con su vida y su carrera, Capote murió en Los Angeles el 25 de agosto de 1984. Tenía 59 años. Complicado por sus años de excesos no logró superar el cáncer de hígado. “Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”, escribió en su libro Música para camaleones (1980).
El 19 de febrero de este año, Harper Lee falleció a los 89 años en la residencia para mayores The Meadows, en su localidad natal de Monroeville, Alabama. Murió mientras dormía. No estaba casada ni tenía hijos. Era la autora de una única obra hasta que en 2015 publicó Ve y pon un centinela, escrita antes de Matar a un ruiseñor. La aparición de la obra que la abogada de Lee dice haber encontrado por casualidad despertó sospechas sobre una posible manipulación a la escritora, lo que llevó al Estado de Alabama a realizar una investigación sobre el abuso de tercera edad. Para algunos se trata de un borrador de su primera novela, según sus editores, en realidad retrata escenas de la niñez de Scout, uno de los personajes de Matar…El misterio que rodea a la autora se incrementó con la noticia de un policial inédito titulado The Reverend. Ahora, sólo resta esperar.
Cuando Truman vio por primera vez a Nelle, pensó que era un niño. Descalza, vestida con un overol y con un corte de cabello varonil, Nelle parecía tener su misma edad, pero a Truman le resultaba difícil saber si estaba en lo cierto; intentaba evitar su mirada, fingiendo que estaba leyendo un libro.
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