La humanización de los animales y el riesgo de llegar a un extremo
"Martín, ¡portate bien!" Cuando lo escuché, rápidamente pensé en un chico que hizo algo malo recibiendo el reto materno, pero de repente descubrí que Martín era un can con rulos, vestido con pulóver, collar de brillantes, gorrito y botas que impedían sutilmente que caminara con comodidad.
Las razones de la "humanización" de los animales responden a un antropomorfismo (es decir, ubicar condiciones humanas donde no las hay). En algunas personas, esta humanización es llevada al extremo cuando se trata de sus mascotas, y las razones son múltiples: soledad, necesidad de afecto, proyectos comunes en parejas, etcétera.
Siempre los animales nos han acompañado y su valor es indiscutible, venerados, perseguidos, entrenados, modificados genéticamente, han sido fuente de inspiración para expresiones artísticas, etcétera. Estos seres están en nuestras familias como una parte integral, en muchos casos son generadores de conflictos, depositarios indebidos de deseos frustrados o catalizadores de alegrías familiares.
Quizá tiempo atrás no se exploraba suficientemente la vinculación de las personas con las mascotas, si bien existía, tal vez, estaba más solapado. Hoy en día, se pone más de manifiesto; la relación que se establece con la mascota tiene otro estatus social y se puede decir más abiertamente qué lugar ocupa en la vida: "un vínculo afectivo", "compañía", "una etapa mientras llega el momento para la paternidad".
En el caso específico de las parejas, también ayuda a palear problemas, o largos procesos en los que tener un hijo resulta dificultoso y donde el cariño de una mascota ocupa un lugar importante.
El valor terapéutico de las terapias con animales es muy útil en estimulación o trastornos en el desarrollo porque está demostrado que aumentan nuestro caudal de emocionalidad, en el caso de muchas personas, sirve para canalizar una relación afectiva que está replegada y hacerla más patente.
En todas las personas, las mascotas disparan afecto, nos emocionan y ahí nuestras respuestas son diversas, desde el déficit hacia el exceso. Es ahí justamente, en los extremos, donde estaría el problema. El mercado colabora con alimentos especiales, juguetes, ropa y otras opciones que completan la paleta.
En una sociedad acelerada en la que escucharse es cada vez más difícil, en la que los vínculos profundos escasean, ellos parecen brindar todo eso que necesitamos sin saberlo. Pero cuidado: "humanizar" en extremo es someter, es hacer primar nuestro deseo por sobre las posibilidades reales de una mascota -que, por cierto, son muchas-. "Humanizar", en este sentido, también es cosificar por encima de lo que el animal está preparado para recibir.
Agustín P. Orozcol
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