La lente que retrató a Lou Reed, Iggy Pop y David Bowie
Su apellido fue un presagio. Mick Rock retrató la escena musical más sensual y provocadora de los 70, en Londres y Nueva York. El fotógrafo inglés detalla hoy su relación con el Duque Blanco, a quien le dedica una muestra en La Rural
"La gente muere y yo gano un montón de plata”, dice con sorna Mick Rock. Altísimo, de cabello enrulado y lengua afilada, lo llaman el hombre que fotografió los 70, porque en esa década retrató como pocos la escena musical londinense y neoyorquina. Sus fotos de David Bowie, Iggy Pop, Lou Reed, Sex Pistols y Blondie, entre otros, definieron una era, y fue el autor de algunas de las portadas más famosas de la historia: Queen II, de Queen; Transformer, de Reed, End of the Century, de The Ramones, y Raw power, de Iggy Pop & The Stooges.
Aunque son sus imágenes de entonces las que, con el tiempo, le dieron mayor prestigio, recientemente también ha capturado a celebridades como Lady Gaga, Snoop Dog, The Killers, Daft Punk y Kate Moss. “Me encanta tomar fotos, tanto como lo hacía en el principio. Me hacen entrevistas, se montan exposiciones con mis fotografías, me publican libros. En los 70 no ocurría eso. Mis fotos son mucho más valoradas en la actualidad”, enumera este hombre de 69 años, pinta rockera y gafas oscuras, que, en estos días, agita el Pabellón 8 de La Rural con Bowie by Mick Rock, una muestra que abarca más de cien fotos en tamaño gigante del cantautor británico –que murió de un cáncer al hígado, en 2016, luego de lanzar su último álbum, Blackstar–, e incluye música original y videos inéditos, así como el documental SHOT! The Psycho-Spiritual Mantra of Rock, sobre el peregrinaje entre el glam y el punk que Rock realizó con su cámara, “disparando”, según sus palabras, como un ladrón nocturno sobre unas “víctimas”, que, en realidad, eran sus amigos.
“Mick me ve en la forma que yo me veo a mí mismo”, dijo una vez Bowie sobre su colaborador, cuyo rol incluyó, entre otras cosas, la gestación estética de Ziggy Stardust y la dirección artística de sus primeros videos. Todo se remonta a un año en particular: 1972. “No es que me guste regresar al pasado constantemente, aunque estoy medio acostumbrado, por las entrevistas. Ese año fue potente para el rock and roll, para Londres y para mí... Vi y fotografié el ascenso de Ziggy Stardust y la aparición de Lou Reed –cuando Bowie y Mick Ronson produjeron Transformer, con su corte clave “Walk on the wild side”– y de Raw Power, que salió después, aunque se grabó y fotografió entonces. Fue un año que transformó la vida de todos nosotros”.
A Bowie se aproximó en marzo de 1972, por curiosidad, mientras colaboraba con revistas como Rolling Stone. La portada de Hunky Dory (1971), con el rostro andrógino del cantante en primer plano, le había gustado. Y luego de escuchar el disco, pensó: “Vaya, esto es algo diferente”. Así fue que se encontró camino a Birmingham –donde Bowie tocaba–, con una chica que le presentó al músico que, si bien había tenido cierta repercusión con Space Oddity (1969), aún no era conocido del todo. Ambos bromearon y, al día siguiente, Rock ya estaba haciéndole retratos. Poco después, se convirtió en su fotógrafo oficial.
Rock tomó más de cinco mil fotos de Bowie en su época de Ziggy Stardust. ¿Qué lo hacía tan único? “Los músicos son, ante todo, artistas, y él era un gran artista. Como ‘sujeto fotografiable’ tenía un elemento estiloso, además”, responde. “Hay una foto en blanco y negro que encanta. La tomé durante el último tour de Ziggy Stardust, cuando David daba seis conciertos por noche. Eran las 6 PM; él está con las manos unidas, mientras pareciera filtrarse luz natural por una ventana, lo que en realidad no ocurrió. Pareciera que está rezando, pero estoy seguro de que no (se ríe)... Él era muy juguetón, disfrutaba de ser dirigido y de que lo fotografiaran, y tenía un gran sentido visual. Y era muy mundano.”
El encuentro con Lou Reed fue en The King’s Cross Cinema, una sala londinense donde pasaban películas para adultos de día y había bandas rockeras por las noches. Bowie los presentó, entre bastidores. Aún Reed no tenía éxito comercial y esa era su primera performance fuera de los Estados Unidos. Estaba sentado en un rincón, solo. Él y Rock intercambiaron saludos, luego Reed elogió a Bowie por la ropa que llevaba y se subió al escenario. Según el fotógrafo, “parecía un espectro”, una imagen que le fascinó. Así comenzó una amistad, que duró hasta la muerte del cantante, en 2013. “Fui más cercano a él que a David”, le dice a La Nación revista. Días después de su defunción, en una columna, así recordaba a Lou: “Era como si él pudiera sobrevivir a cualquier cosa, incluso a su trasplante de hígado. Era un verdadero gladiador, y también un hombre sumamente amable y compasivo. Si era tu amigo en el sentido completo de la palabra, lo era para siempre. Su imagen pública era dura, pero con aquellos a quienes acogía era dulce y cariñoso”.
Fue también a través de Bowie que Rock conoció a Iggy Pop, en un restaurante vegetariano de Londres. Después lo vio en el mismo teatro donde había tocado Reed. “Iggy era un personaje mitológico más que un ser humano que, con su torso desnudo y su aire salvaje, causaba admiración en hombres y mujeres”, rememora. Esa noche, Rock lo capturó doblando su cuerpo hacia atrás hasta casi tocar el piso, una foto que para él “es la representación de lo que es el rock and roll” y que junto con otras tomas notables ilustrarían Raw Power (1973).
Rock dice que, aparte de compartir momentos de drogas y rock en los 70, estos músicos le enseñaron unas cuantas cosas. “Aprendí, sobre todo de David y Lou, a crecer –si se puede usar esa palabra–, en sensibilidad; por la forma en que ellos veían el rock and roll; me enseñaron sobre la cultura sexual, la cultura de la moda, la cultura filosófica. Eran atrevidos y resultaban amenazadores entonces, en 1972, cuando no eran tan conocidos”. El desparpajo se observa en una foto que él tomó en el hotel Dorchester de Londres, en que Iggy aparece sosteniendo un paquete de cigarrillos con la boca, entre Bowie y Reed.
Tanto los retratos de Bowie como de Lou Reed e Iggy Pop, “el triángulo sagrado”, como él los bautizó, se volverían icónicos. ¿Cómo fue trabajar con cada uno? “Qué personajes, los tres. Con Iggy, que es indestructible y es el único que está vivo, he trabajado recientemente. Con Lou trabajé durante un período largo en los 70. Con David fue la época de Ziggy Stardust y, en el último tiempo, le hice sesiones de estudio. Lo fotografié con un saxo, en su casa, durmiendo, cenando, bebiendo, fumando, tras bambalinas. Él era un individuo muy particular que, desde el principio, transmitió una imagen de estrella. Era pícaro, fascinante, alentador; sus videos eran muy vistosos”.
Parte de la exposición sobre Bowie –que puede verse hasta el 28 de este mes y cuenta con la curaduría del argentino Sebastián Alderete, representante de Rock– se exhibió en 2003, en Tokio, y se incluyó en el libro The rise of David Bowie, que publicó Taschen, en 2015. A poco más de un año de la muerte del Duque Blanco, Rock extraña, sobre todo, “su gran sentido del humor. Él era muy divertido y muy inteligente y, a pesar de que no había tenido una educación formal, era muy curioso. Como sabía que yo había estudiado en Cambridge, me mandaba e-mails para preguntarme, por ejemplo, sobre filósofos como Heidegger o Schopenhauer –cuenta–. Y a la hora de ser fotografiado era extremadamente natural”, agrega.
A fines de los 60, Mick Rock era un estudiante británico de literatura de la Universidad de Cambridge, que iba a ser escritor o académico, pero el LSD lo llevó por otro camino o, como él ha dicho: “Me abrió el tercer ojo”. La primera vez que tomó una cámara estaba en un viaje lisérgico. “La máquina no tenía rollo, pero fue increíble experimentar el ‘click’, que luego me llevó a tomar fotos”, ha repetido, quien después fue adicto a la cocaína y debió someterse a un bypass cuádruple, a fines de los 90, y que ahora es aficionado al yoga.
Su apellido real –Rock– determinó su vida (su mujer es Pati Rock y su hija, Nathalie Rock). Mick tenía 21 años y le había hecho fotos a una banda local, cuando Syd Barrett, el fundador de Pink Floyd, le pidió que lo retratara para The Madcap Laughs (1970), su primer disco solista. De esa sesión quedaron imágenes memorables como la del cantante sobre un Pontiac Parisienne. “Barrett era especial, poseía mucho carisma y tenía un aura de poeta maldito. Para mí, los rockeros eran el equivalente contemporáneo de los poetas que tanto amaba", indica Rock, que entonces leía a Baudelaire y a Verlaine, y quería ser poeta, porque “ellos siempre estaban colocados y conseguían a las chicas".
La última vez que el fotógrafo vio a Barrett, éste se había recluido en la casa de su madre. Rock le hizo esa nota de la Rolling Stone –cobraba más si se encargaba de las entrevistas y las fotos–, en que Syd dijo que tenía “una cabeza muy oscilante” y que estaba “lleno de polvo y de guitarras”. “Él era un pintor y su música era tan única, porque pensaba como un pintor. Y continuó pintando hasta el fin de sus días... La gente cree que estaba loco, pero yo nunca lo creí. Él era un tipo muy dulce y era mi amigo”, dijo, a propósito. También ha dicho que nunca se sintió como un voyeur o como un outsider entre los músicos, porque, interiormente, es como ellos: “un poeta”.
En su portafolio postBarrett brillan tanto como él Freddie Mercury y Debbie Harry. Para el álbum Queen II, inspirado en una foto de Marlene Dietrich del film Shangai Express (1931), Rock retrató al primero cruzado de brazos, como un vampiro. “A Freddie le fascinaba estar frente a un fotógrafo. Entonces, él era joven y no se declaraba abiertamente homosexual. Era realmente encantador”, señala. A la ex vocalista de Blondie, en tanto, la describe como “una mujer muy directa, que siempre transmitió una onda muy sexual. Aunque he fotografiado a otras (Lady Gaga, Alicia Keys, Joss Stone), ella ha sido y sigue siendo distinta, como David, nunca nadie ha podido darle con nada”, subraya, mientras trabaja en varios proyectos –como el relanzamiento de un libro sobre Lou Reed— y sueña con publicar The Rock and Roll cats book, con fotos de los gatos que han pasado por su vida.
Es inevitable preguntarle si es muy diferente hacer fotos en estos tiempos en comparación con sus inicios. “Totalmente –concluye–. La cultura ha cambiado mucho. Nosotros estábamos adelantados a nuestro tiempo. Hablábamos de revolución, de romper con la comodidad de la gente. Se trataba de ser alborotadores e irreverentes. No sé cómo se logra eso hoy… Ahora todo pasa por internet; se ha perdido el misterio”.
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