Si algo quedó claro en los últimos años es que las influencers cambiaron las reglas en la industria de la moda. Miradas con desdén en un principio, cuando aún eran llamadas "bloggeras" y su poder no había sido descubierto, se hizo evidente que estas mujeres, que han hecho de lookearse (y mostrarnos sus atuendos) verdaderos imperios, "mueven" las agujas. En otras palabras: su influencia genera ventas comprobadas para las marcas que las contratan.
En la semana de la moda de París, como en ya otros tantos eventos fashion, el poderío de las it girls se hizo patente. De un tiempo a esta parte, las grandes casas empezaron a mimarlas con ropa y accesorios (de la colección que va a presentarse) que les mandan directamente al hotel para que ellas luzcan en la primera fila de sus desfiles. Y así las marcas se aseguran una triple exposición de sus flamantes colecciones: en la calle, en la pasarela, en la primera fila... Y ellas, además de tener el privilegio de llevar lo último, generan más (y más) viralización.