La primera comunión de Dante
Que la vida -las emociones, los padeceres y las alegrías- de un artista se reflejen en su música es una de las mejores cosas que pueden pasar. Al hablar de Elevado, su debut solista, el ex Illya Kuryaki desgrana estas y muchas otras explicaciones de cómo llegó a concebir un álbum impecable, oscuro y al mismo tiempo esperanzado
Una tarde de insoportable calor, un bar de Palermo especialmente abierto para la ocasión y Dante esperando en una mesa. Se lo ve más grande aunque, a los 26, ya hace rato que dejó de crecer. Hablamos de estatura, porque en lo musical, con Elevado, el hijo del Flaco está dando un pequeño paso para la música, pero uno realmente grande para sus intenciones.
Después de siete discos con Illya Kuryaki and The Valderramas, el proyecto que compartió durante una década con su amigo Emanuel Horvilleur, a Dante le llegó la hora de optar por quedar en banda. La muerte de su mánager y amigo José Luis Micheli, la separación de los Kuryaki y la ruptura con una chica dejaron algunas heridas que sólo la música y la soledad podían curar. “Tengo mi familia y mis amigos, pero necesitaba otras cosas. Empecé como a estar más al mango, a salir más, a tomar masa, a ponerme de la cabeza. Al mismo tiempo, estar solo hizo que me conectara mucho con la música y empecé a hacer temas más oscuros, como Ultra Mo’fo, Lust, Cash & Tears..., mismo El guatemalo, en la versión inglesa la letra es más oscura, todo siempre tiene igual algún toque que trata de brillar.”
De ese período oscuro, dark para Dante, salió el puñado de canciones de Elevado, aunque esto sea lo último que sugieran sus letras y sus músicas. “Traté de no impregnar el disco de esa energía porque me parece que la música no tiene que perder la posibilidad de hacerte bien. Todas las cosas malas que me pasaron las traté de convertir, de cambiarles la polaridad. Después, la vida me modificó, me comprometí con una mujer (María), tuve un hijo (Brando de Dios, de tres meses) y eso también está en el disco. Al final hay un tema para María que es como un gusto que me doy, un regalo para ella hecho canción.”
Simplemente se metió en el estudio e hizo lo que tenía ganas de hacer. En La Diosa Salvaje, acompañado por papá Luis Alberto, La Vieja Aníbal (el asistente histórico de L. A. Spinetta) y secundado por un equipo de técnicos y músicos liderado por Rafael Arcaute, el ex Kuryaki concibió un disco de música negra. Mucho funk, R & B, soul, hip hop y el abanico de gustos e influencias que contiene a Prince; D’Angelo; Earth, Wind & Fire y Stevie Wonder. “Es mi disco más negro y es lo que más me gusta. Esto se da ahora porque creo que llegué a un momento en el que me animé a cantar de cierta manera y a encarar determinados arreglos que antes no me atrevía a hacerlos. Disfruté al máximo el hecho de sentirme solista y tomar todas las decisiones. Yo llegaba al estudio y me pasaba todo el día ahí. A la noche se iba el técnico y me quedaba solo hasta las 3 de la mañana. Me pude dar el gusto de explorar más y de tocar casi todos los instrumentos, algo que en una banda no podés hacer.
-No hay intencionalidad, pero se perciben las influencias de D’Angelo, de Prince.
-A ellos los escucho siempre, son dos músicos que me encantan y también Wonder, Music Soul Child, cosas clásicas como Santana. En este período estuve escuchando mucha salsa, Oscar De León... en fin, la música que me llega al corazón. Suena trillado lo que digo, pero es verdad. No me importan los estilos, me copo con canciones que son una m... para mucha gente, tengo que admitirlo. Y a la hora de hacer el disco me dejé fluir. No entré con un mapa, entré con temas.
En realidad, el incipiente Dante solista se planteó cambiar de aire (“de territorio”) y comenzó a elaborar un disco íntegramente cantado en inglés. “Tenía muchos problemas en ese momento hasta que, de golpe, me volví a enamorar del español. Hice dos discos, uno en cada idioma, y al final los fundí. Incluso me quedaron afuera dos temas porque no me alcanzó el espacio.” Para el autor, el resultado es un álbum positivo y su finalidad, “que te eleve. Elevarse no es volar, es levantar un poquito los pies. Si alguien pone el disco y en los 67 minutos que dura flashea un poco, ya rinde, vale la pena, porque eso es lo que me causa a mí esuchar música”.
Entre Buenos Aires y el imaginario gangsta rapper, Dante construye un universo letrístico propio (sin fronteras) que abarca tanto a latinos marginales-marginados en tierra yanqui, mujeres tan peligrosas como el filo de sus tacos altos e historias inmensas de desamores. El primer track de Elevado, El guatemalo, es un buen ejemplo. “Es una letra ambigua, porque no se sabe si El guatemalo es una persona, es la cana o un faso tremendo. La fantasía del Bronx no la tengo, yo vivo en Villa Urquiza y tampoco hablo de eso en mis canciones. No digo te voy a meter un tiro porque no es mi realidad. Tengo un hijo, estoy en otra. La estética de las palabras tiene mucho que ver. Te puedo pintar que El guatemalo parece un pandillero, pero ni ahí es eso. Me gusta crear esa confusión porque va con el estilo de música. En definitiva es un disco urbano y tiene mucho de Buenos Aires y de sus calles como de todos los países que recorrí.”
Si con Kuryaki llegó al punto de crear una nación, Kuryakistán, con Elevado sigue la idea intensa de desbaratar fronteras y, en principio, dirigirse a América latina. “Para mí la música va más allá de las banderas, pasa por arriba de todas esas m... Eso divide y la música une. Y en mi caso, la realidad de otros lugares, a la que muchos pibes sólo tienen acceso por MTV, yo la vivo, porque estuve y estoy ahí.”
La anécdota dice que Dante firmó contrato con Universal México, que ser un artista azteca tiene sus beneficios y que la gira norteamericana que comenzará en enero no hubiera sido posible de firmar con la filial local. “En realidad, fue la única compañía que me llamó al estudio para saber qué estaba haciendo. Con Universal Argentina estaba enojado. Habíamos hecho el segundo disco de Geo Ramma (la banda de su hermano Valentino), quedó buenísimo, pero lo cajonearon. Por otro lado, firmé con México porque privilegié el interés. Soy bastante hincha con una compañía. Lo primero que dejo en claro es que no quiero que me jodan con lo que hago. Yo me encargo de todo: elijo a quién quiero para el video, para el arte del disco... Además, hay una realidad, acá las discográficas no están bancando a los artistas. Me crié en la Argentina, saqué siete discos acá y hoy no se puede. Obviamente, yo quiero seguir mostrando mi música.”
-Redondeaste un álbum sin desbordes, sin excesos. Después de tu versión de Postcrucifixión en Obras se hubiera esperado un Dante más guitarrista.
-Qué bueno que estuvo eso. Lo convencí yo porque él no quería. Mi papá me dijo: Dante vení a tocar y no lo dudé, pensé enseguida en Postcrucifixión. Además, hacía un año que no subía a un escenario y me agarró una adrenalina, los cables en el piso, todo eso me emocionó.
-Insisto en el disco. Suena a consciente, a ajustado de comienzo a fin.
-Las canciones las puedo seguir tocando por más de diez minutos, pero me gusta que te dejen un poco con las ganas. Fui bastante meticuloso y trabajé con un muy buen equipo de técnicos, Guido Nisenson, Mariano López y Rafa Arcaute. Y tardé bastante en grabar el disco porque lo hice por pedazos, al principio lo banqué yo y en todo momento me adapté a los tiempos de los demás. En la mezcla tuve confrontaciones bastante duras con el técnico. Me puse en guerrero; que todo quedara como yo quería.
-Lo que heredaste de los Kuryaki es cierta religiosidad.
-Después de lo de José, para mí cambió todo respecto de la religión. No creo en el sistema que el hombre armó alrededor, pero creo en los símbolos verdaderos. En mi casa me copé tratando de entender algunas cosas que, en realidad, no tienen respuesta. Soy bastante cabulero y durante toda la grabación tuve puesta una gorra con la imagen de la Virgen de Guadalupe, para protegerme de las malas energías y de la envidia.
“Para mí, el inglés es el idioma de Prince, no el de Bush”
- Positivo, negro, solista. Las lecturas que admite Elevado, el primer álbum en solitario de Dante Spinetta, son múltiples, pero inequívocas. En el cierre de Illya Kuryaki and The Valderramas, mientras presentaba con Emanuel Horvilleur Kuryakistán, Dante ya preparaba en la intimidad el gran golpe: 17 canciones cantadas en castellano e inglés (más la segunda versión del primer track, El guatemalo) que comulgan con el funk, el hip hop y el R & B.
Porque, más allá de sus letras, las canciones hablan por sí solas, se confiesan admiradoras de Prince (incluso hay un trabajo vocal que lo acerca al genio de Minneapolis en varios tramos de Elevado), de D’Angelo, pero también del funky de toda su vida: Parliament, Earth, Wind &Fire.
Allá viene El guatemalo, bien malo/ el que manda en este barrio, el barrio/ tenle miedo al guatemalo.../ cuando lo veas pasar/ listo para liquidar. Cerca de un barrio de latinos marginales de Nueva York o Los Angeles, Dante, en realidad, lleva su concepción de la música negra al lugar que habitualmente ocupa. La interpreta y le imprime su sello, pero no esquiva hablar de disputas callejeras, mujeres, lujuria, todo inscripto en un ámbito ficcional, sin intenciones de transcribir realidad alguna. Su realidad, en todo caso, es el resultado del CD: sonido poderoso, intros atrapantes que invitan a escuchar cada una de las canciones, rapeos precisos, bronces de luxe y programaciones que promueven una atmósfera agridulce, que muta entre lo festivo y lo sombrío.
Esa muchacha es una perra/ se nota en sus ojos, es una cualquiera/ no le pidas que te quiera/ su único amor es por la billetera, canta Dante en Dime cómo; y se explaya en Humo digital: Nena alguna vez fuiste mía/ fuiste la nenita que por mí se desvestía. Los amores, los desamores y cierto machismo (para qué negarlo, está en nuestra sangre) acompañan a la perfección las sugerencias musicales, así como los temas cantados en inglés y, sobre todo, en spanglish (Mami, U Got Me loco..., de Mamita Beautiful). Como el tiempo estaba de su lado, Dante se dio el gusto de trabajar con todos, con un equipo técnico de lujo y una larga lista de músicos que encabezan Arcaute, su hermano Valentino, Sergio Verdinelli, Claudio Cardone, Francisco Fattoruso, Ana Alvarez de Toledo. Invitado de primera: Luis Salinas y su guitarra, en Retrato de un día en nuestras vidas.
Ahora es el turno de salir a pelar y antes de arrancar la gira en México, en enero, presentará en Buenos Aires su álbum, a mediados de diciembre.
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