La tragedia del Columbia. El día que los restos de una nave espacial cayeron desde el cielo y, minutos después, aparecieron en E-Bay
Se cumplen 20 años del accidente del transbordador Columbia; el 16 de enero de 2003, el shuttle estadounidense había entrado en órbita; dos semanas después, el 1 de febrero, emprendió el regreso, pero nunca aterrizó; su primer vuelo al espacio había sido en 1981; en total ,viajó 28 veces
El 1 de febrero de 2003, cientos de usuarios de E-Bay pusieron a la venta supuestos restos del fuselaje del transbordador espacial Columbia. El shuttle de la NASA se había desintegrado en el cielo horas antes, en la madrugada, mientras descendía a gran velocidad en su regreso de una misión espacial. Los usuarios del sitio de ventas decían que los escombros del shuttle habían caído en sus jardines.
“Escombros del Columbia”, rezaba una oferta; el precio listado era de U$S10,000. Otra presentaba “Restos del fuselaje”, y el vendedor pedía U$S5,000. Las publicaciones duraron poco en la web. Inmediatamente, E-Bay las interrumpió. “La manipulación de restos del Columbia es potencialmente peligroso y va en contra de la Ley”, notificó el portal web seriamente, en un comunicado.
¿Qué pasó con los residuos del Columbia?
Los residuos del Columbia pertenecían al gobierno de los Estados Unidos, cayeran donde cayeran. Nadie podía llevárselos, estaba prohibido. Por demás, no había manera de comprobar si se trataba de escombros reales o falsos. Entre todas las ofertas -se calcula que fueron más de 10,000, contabilizando todos los sitios de ventas digitales- hubo estafas. Y más de una persona cayó en ellas.
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Más de 80 experimentos en el espacio
El shuttle Columbia de la NASA había completado 28 viajes exitosos al espacio. El primero lo había hecho en abril de 1981. La mañana del 1 de febrero de 2003, después de pasar 16 días en órbita, regresaban a sus casas siete astronautas: los estadounidenses Rick Douglas Husband, William Cameron McCool, Michael P. Anderson, David McDowell Brown, Kalpana Chawla, Laurel Blair Salton Clark y el israelí Ilan Ramon, reconocido militar en su tierra.
Su misión tuvo fines exclusivamente científicos. Llevaron a cabo más de 80 experimentos de micro gravedad, ciencias materiales y física de fluidos. También ensayaron pruebas con gusanos redondos de 1 milímetro de largo, conocidos como Caenorhabditis elegans. Los necesitaban para producir un líquido sintético de nutrientes.
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Una misión que se pospuso 13 veces
El viaje se realizó tarde. Supuestamente, los astronautas deberían haber ido al espacio 2 años antes. Los habían seleccionado en julio de 2000, y se preveía que despegaran en enero de 2001. Pero la misión fue pospuesta 13 veces. La NASA extendió la fecha del despegue en previsión de que toda norma de seguridad estuviese verificada.
Pero los múltiples controles no sirvieron. El día del lanzamiento, una pieza de goma aisladora se desprendió de la estructura de la aeronave en pleno ascenso, 82 segundos después de haber partido. El fragmento se despegó del cohete externo, de color naranja, al que iba añadido el avión shuttle, y salió a gran velocidad. Golpeó fuerte contra el ala izquierda y le abrió un tajo de 12 centímetros de largo y 5 centímetros de profundidad.
En primera instancia, el incidente no produjo ninguna irregularidad. El Columbia y su tripulación llegaron al espacio en tiempo y forma previstos. Durante las dos semanas que duró la misión, la NASA investigó lo que había sucedido. Se recopilaron distintas filmaciones. Fueron revisadas una y otra vez. Efectivamente: el impacto había existido. Pero ninguna de las cintas permitía ver con claridad si el ala había sufrido daño.
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Se abrió un debate. Muchos oficiales de la NASA insistieron en ahondar en la investigación, querían tomar nuevas imágenes del ala. Necesitaban asegurarse de que el shuttle no corriese riesgos en su descenso. El Departamento de Defensa contaba con cámaras orbitales espía, de última generación, que servirían para tomar un “vistazo de cerca”. Y las ofreció. Pero según cuentan los periodistas Michael Cabbage y William Hardwood en su libro ‘Comm check’, la NASA declinó la oferta y dio luz verde para el regreso a Tierra. Después se descubriría que el corte en el ala sería lo que provocó el trágico accidente...
Errores en seguridad
A las 8.44 de la mañana del 1 de febrero, el Columbia y sus siete astronautas perfilaron al Columbia para el descenso, fuselaje hacia abajo, e ingresaron en la capa más alta de la atmósfera, planeando a alta velocidad, de oeste a este. Tenían que llegar al Centro Espacial Kennedy, en el Estado de Florida; allí aterrizarían. Pero se accidentaron en el camino.
El desastre ocurrió a la altura de California, cuando los astronautas volaban a una altura de 70 km y a una velocidad de 20,000 kilómetros por hora. El tajo del ala cedió ante los gases atmosféricos. Se fue abriendo ante la presión del aire. Unos segundos después, se rompió el metal de aislación térmica. Fue el comienzo del final. Empezó a ingresar el aire externo. Estaba caliente, a unos 2800 C°. Claro, a esa altura, la nave era un cuerpo extraño para la Tierra. Ingresaba como un asteroide. Por afuera estaba, prácticamente, prendida fuego; por eso existía el metal aislante.
Gran parte de la estructura, que en su mayoría era de aluminio, se derritió. Eso causó una pérdida del control total y el shuttle empezó a romperse en pedazos. En Florida todavía no estaban enterados. Pero no había nada para hacer. El último contacto con ellos había sido normal. “Roger”, había respondido el comandante de la misión. Aunque después pareció empezar una oración, “Uh...”, que nadie pudo escuchar. Fue lo último que registraron las cintas..
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A las 8.58 AM ya llovían restos del Columbia en el este de Texas, en Louisiana y en Arkansas. Los vecinos de esos Estados fueron los primeros en sorprenderse con los fragmentos de metal que caían desde el cielo, anunciados por una extraña estela de humo a lo alto. Se estima que los astronautas del Columbia tardaron 40 segundos en morir.
Los investigadores comprobaron que las medidas de seguridad fueron infructuosas. Los cascos no abrazaban debidamente sus cabezas, estas meneaban dentro, se movían. Los cinturones no sostenían debidamente sus abdómenes, provocando que no estuviesen bien contenidos. Todos sufrieron golpes, fracturas en sus columnas y mutilaciones. En el pueblo de Hemphill, en Texas, un conductor se encontró con lo que parecía ser un pedazo del cuerpo de uno de los astronautas; pero no tenía cómo asegurarse de aquello, los restos estaban irreconocibles.
Todos los canales y radios interrumpieron sus programaciones para dar la terrible noticia: “Explotó el Columbia”, repitieron los titulares. El presidente George W. Bush se pronunció desde la Casa Blanca. “El Columbia está perdido, no hay sobrevivientes”, dijo, contundente. “El mismo creador que nombra las estrellas ahora también sabe el nombre de las siete almas que lloramos hoy”, agregó.
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Para el pueblo estadounidense fue una noticia difícil de procesar: era la segunda tragedia aeroespacial en 17 años. En 1986, el shuttle Challenger había explotado apenas 73 segundos después de despegar desde el suelo. La maestra escolar Christa Mc Auliffe formaba parte de aquella tripulación. Hubiera sido la primera maestra en ir al espacio.
¿Ataque terrorista?
Se sugirió que había ocurrido un ataque de Al Qaeda. Fue una de las primeras conclusiones. Por entonces, Estados Unidos temía al terrorismo más que nunca. Había pasado muy poco tiempo desde el atentado a las torres gemelas. Pero, además, la presencia del israelí Ilan Ramon, que había participado militarmente en Irak, provocó alguna sospecha de que se tratase de un sabotaje anti israelí. La hipótesis fue descartada casi al instante. Las autoridades estadounidenses reunieron evidencia entre los escombros y analizaron distintas imágenes. Concluyeron vehementemente que no se había tratado de un atentado. “Los misiles superficie a aire de Al Qaeda tienen un alcance máximo de 8 kilómetros, no hubieran podido alcanzar al shuttle”, dijeron.
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La tragedia del Columbia pausó todas las operaciones de los otros Shuttle por 3 años. Había tres: el Atlantis, el Discovery y el Endeavour. El accidente derivó en un rediseño de los cohetes, pero también en un gran llamado de atención a la NASA, que había escondido información clave sobre los constantes problemas que habían tenido, durante años, con el diseño de los transbordadores espaciales.
También fueron afectadas las tareas en la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés). De todos los programas de investigación espacial agendados, solo un mínimo se mantuvo activo. Mientras tanto, en pos de no frenar toda actividad, parejas de dos astronautas viajaban a la Estación en cohetes rusos. En ese momento había tres astronautas en la Estación: los estadounidenses Ken Bowersox y Don Pettit y el ruso Nikolai Budarin. Bowersox y Pettit tenían agendado volver a sus casas en marzo de 2003, en el shuttle Atlantis, cuyo lanzamiento estaba pautado para el 1 de marzo.
Pero el accidente del Columbia pausó todas las operaciones de los shuttle por dos años. Entonces los astronautas estadounidenses tuvieron que reprogramar su vuelta. Volvieron a la Tierra el 4 de mayo de 2003, en el transbordador ruso Soyuz. Aterrizaron en Kazajistán. Los shuttle volvieron a la actividad en julio de 2005, luego de que se hicieran los estudios necesarios. Ese día, Estados Unidos lanzó el transbordador Discovery.
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3 hipotéticos rescates
Muchos investigadores comentaron luego que hubiera sido posible rescatar a los tripulantes del Columbia. O, al menos, intentarlo. Se comentó que los astronautas podrían haber salido a inspeccionar el área dañada para retocarla con elementos del interior de la cabina que no fueran cruciales para la supervivencia. También se habló de la posibilidad de que los tripulantes esperasen a que los rescatase otro Shuttle. Por último, Leroy Cain, el director de vuelos de la NASA que estaba de guardia cuando se perdió el Columbia, fue consultado sobre si el Shuttle, de haber volado más suavemente, torcido hacia un costado, hubiese podido proteger su ala de la fricción del aire caliente. “Teóricamente es posible”, pensó.
Lo cierto es que, para avanzar con cualquiera de esas opciones, los astronautas primero hubiesen necesitado la orden de hacerlo. Nunca recibieron esa directiva.
Todos los cadáveres de los astronautas fueron encontrados. Pero no fue una tarea fácil. Además de la dificultad que suponía el gran tamaño del área de búsqueda, que era enteramente rural, la zona era muy concurrida por cazadores. “Entonces el equipo de búsqueda encontró huesos por aquí y por allá, pero, luego de verificar si eran huesos humanos o de otros animales, confirmábamos que eran de otros animales”, explicó la agente del FBI Amy Ford, quien lideró uno de los equipos de búsqueda.
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Las autoridades recuperaron un 38% de la estructura del Columbia. Según la NASA se recogieron más de 84,000 fragmentos del transbordador. “Encontramos pedazos de centímetros de largo y otros del tamaño de un Volkswagen Beetle”, dijo Michael Hillman, agente del FBI de la oficina de Dallas, Texas.
Del operativo de búsqueda participaron 500 agentes del FBI y más de 25 mil personas de 270 organizaciones. Todos juntos inspeccionaron un área de 930776 hectáreas y trabajaron turnos de 12 horas durante varias semanas. Al día de hoy, el FBI todavía recibe llamadas de vecinos que dicen haber encontrado restos del transbordador.
Entre fines de enero y principios de febrero de cada año, la NASA fija un “Día de la Memoria” para recordar a los muertos en tripulaciones que no hayan vuelto del espacio como los tres accidentes de fechas tan cercanas: el Apollo 1, el Challenger y el Columbia.
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