
Las máquinas espirituales
A propósito del estreno del último film de Steven Spielberg, A.I., Inteligencia Artificial, se realizó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) undebate con destacados científicos que revisaron la inquietante relación entre los humanos y las máquinas
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CAMBRIDGE (De una enviada especial).- Ambientada en un futuro distante, A.I., Inteligencia Artificial, la última realización de Steven Spielberg, imagina una era de las máquinas inteligentes, donde David, el primer niño robot, programado para amar y coexistir como miembro de una familia, tras inesperadas circunstancias es abandonado a su suerte en un mundo hostil a los de su especie.
¿Será esto realmente posible en un futuro que nos espera no muy lejos? ¿Nos veremos amenazados por nuestras propias creaciones cibernéticas? ¿Seremos nosotros una amenaza para ellas? ¿Cuál será su lugar en la sociedad?
Para contestar estas y otras preguntas se realizó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts un encuentro en el que cuatro especialistas pasaron revista a los últimos conocimientos en el tema. Pero, antes de avanzar, tal vez habría que empezar por el principio: ¿qué es la inteligencia artificial?
Aunque la pregunta parezca obvia, la respuesta no lo es tanto: en primer lugar, los académicos de distintas disciplinas todavía no logran ponerse de acuerdo acerca de cómo definir inteligencia.
"Una máquina tiene inteligencia artificial cuando puede hacer algo que, si lo estuviera haciendo una persona, diríamos que está demostrando inteligencia -explica el doctor Rodney Brooks, director del Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT-. Actualmente, la vida cotidiana está poblada de artefactos que poseen inteligencia artificial: los juegos electrónicos, los lavarropas, el teléfono celular, para no mencionar las computadoras personales. Sin embargo, cuando la gente escucha las palabras inteligencia artificial se imagina un robot capaz de actuar de forma autónoma."
Precisamente hacia ese objetivo están orientadas las investigaciones del doctor Brooks y su equipo, del que forma parte la doctora Cynthia Breazeal, que se especializa en robots social y emocionalmente inteligentes. Para ella, A.I. presenta un tipo de robot, David, muy diferente de los que hasta ahora presentó la ciencia ficción: máquinas eficientes con objetivos determinados. "A David no lo comprás porque querés que te limpie el piso, sino porque es capaz de tener una relación emocional y social con vos -opina-. Y eso es lo que queremos lograr con Kismet, el robot en el que estamos trabajando en la actualidad, que pueda comunicarse y aprender como un humano. Una tarea titánica si se tiene en cuenta que los seres humanos son los más inteligentes socialmente de este planeta. De hecho, nuestro objetivo con Kismet -que fue proyectado sobre la base de la teoría psicológica del desarrollo- es emular a un chico que sea capaz de aprender a través de la experiencia y la interacción con los adultos."
Para Ray Kurzweil, el creador del sistema de reconocimiento de texto (OCR) y de la primera máquina lectora para ciegos, además de autor del best seller La era de las máquinas espirituales y Medalla Nacional de Tecnología de los Estados Unidos, la tarea, si bien es monumental, también será posible: "Amar es lo más complejo que hacen los humanos, y lo más difícil de emular. Y las computadoras aún no tienen siquiera el poder computacional de un cerebro humano promedio -asegura-. Nuestros cerebros tienen cerca de 100 mil millones de neuronas, cada una con un promedio de mil conexiones con sus vecinas, cada una capaz de trabajar en paralelo, lo que constituye una de las claves del poder del pensamiento humano." Con 100 trillones de conexiones realizando 200 cálculos por segundo, hacemos 20 millones de billones de cálculos por segundo. ¿Podrán las computadoras alcanzar esta velocidad de procesamiento? "Sí. Estamos duplicando exponencialmente el progreso tecnológico cada década, así que lo que hace unos años se pensaba que tardaría 100 años en desarrollarse probablemente se logrará en 25 -vaticina-. Ahora, ésa es una condición necesaria, pero no suficiente para alcanzar una inteligencia del nivel humano. En realidad, ésta podrá lograrse de muchas maneras diferentes. Una de ellas es escaneando el cerebro. Diría que para el año 2030 se habrá escaneado todo el cerebro humano, y se usarán las diferentes estructuras de redes de neuronas como modelos de inteligencia artificial. De hecho, ya hemos utilizado modelos neurofisiológicos para desarrollar programas de reconocimiento de voz. Además, gran parte de nuestra vida se desarrollará en ambientes de realidad virtual, porque podremos manipular las señales que decodifica nuestro cerebro. En esta realidad virtual conoceremos tanto gente real como artificial. Y a medida que nos acerquemos a 2040 o 2050 no se podrá notar la diferencia entre unos y otros".
Las afirmaciones de Kurzweil podrán parecer descabelladas, pero el doctor Brooks... ¡coincide!: "La gente generalmente se refiere en términos de nosotros y ellos -retoma Brooks-, pero creo que en el futuro estaremos hablando de nosotros como ellos. En el último milenio construimos nuestras máquinas, y en éste nos convertiremos en ellas. Así que no necesitamos temerles, porque nosotros, como toda pieza de tecnología, las absorberemos en nuestros cuerpos -asegura-. Actualmente, ya hay gente con prótesis robóticas y miles de personas con problemas auditivos a los que se les han implantado neurotransmisores electrónicos, por ejemplo. Y a medida que se aumenten las interfaces con el cuerpo humano, la gente comenzará a usar esta tecnología de formas alternativas -agrega-. En Inglaterra ya implantan localizadores a las mascotas y no es demasiado alocado asegurar que dentro de no mucho tendremos conexiones de Internet que se podrán implantar directamente en nuestro cerebro".
Para los científicos, a medida que absorbamos esta tecnología nuestros cuerpos serán un claro ejemplo de las fantasías cibernéticas que pueblan las novelas de ciencia ficción, ya que aseguran que pasarán de ser puramente biológicos a ser una mezcla de elementos biológicos, silicio y acero.
"La biotecnología avanzará muchísimo en los próximos años. ¿Qué pasa con la clonación, por ejemplo? -prosigue Brooks-. Tenés una célula, le ponés ADN y con electricidad... ¡zas!, es casi como una película de Frankenstein, ése es el nivel de sutileza que tiene en la actualidad. Pero refinando este proceso podemos modificar lo que hay en el ADN y, por lo tanto, las propiedades de las células. De modo que en los próximos 20 a 30 años nuestra tecnología de producción pasará de silicio y acero a ser biológica. En resumen: primero habrá una fusión entre el material biológico y el silicio y el acero, pero la siguiente generación será capaz de manipular completamente nuestro material biológico, y la separación entre lo que es un robot y lo que es una persona, de alguna manera, desaparecerá. Llegará la era de la fusión entre el hombre y la máquina", concluye.
-A pesar de que aún no se pudo determinar qué es exactamente la conciencia, ¿creen que se logrará reproducirla en una máquina simplemente mejorando los modelos que ya existen o que aún falta aprender algo fundamental?
Brooks: -Bueno, no sólo necesitamos máquinas más rápidas, sino un par de Einstein. Habrá que tener nuevas ideas que aún no se nos ocurrieron. Esto puede que no pase durante mucho tiempo o puede pasar muy pronto, pero eso es lo imprevisible de la ciencia. O, quizás, hay una pequeña y remota posibilidad, no somos tan inteligentes como pensamos y nunca resolveremos cómo hacerlo.
Kurzweil: -Habría que diferenciar entre lo que es el comportamiento inteligente aparentemente consciente y lo que es ser realmente consciente. Hoy, una máquina puede jugar a ser consciente y no ser muy convincente, pero en 30 o 40 años sí lo será. Sin embargo, ésa no es una prueba filosófica de que posean conciencia. El mismo dilema podría plantearse con respecto a los animales, ¿son realmente conscientes o actúan como máquinas?
Sherry Turkle (psicoanalista que investiga el impacto psicológico de los objetos computacionales en la sociedad, a medida que se convierten cada vez más en artefactos relacionales): -Creo que éste es un tema social y cultural. Ahora pensamos en los humanos como seres conscientes, y tenemos una categoría diferente de conciencia para los animales. Lo mismo ocurrirá con la de los robots: la consideraremos una categoría de conciencia diferente de la humana.
Cinthya Breazel: -Muchas veces nos preguntan ¿por qué crear algo como Kismet, un robot que podría transformarse en algo tan sofisticado como David? Y creo que lo primero que hay que aclarar es que no se trata de un grupo de gente tratando de jugar a ser Dios. La razón por la que lo estamos haciendo es porque somos humanos, y tratar de construir máquinas a nuestra imagen y semejanza es intentar que éstas nos devuelvan nuestra humanidad como la imagen reflejada en el espejo. Además nos darán un conocimiento más profundo de cómo funcionamos. Y los humanos siempre buscamos entendernos más profundamente a nosotros mismos.
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