Los futbolistas tienen a las botineras, pero las chicas del tenis suelen ser más elegantes. Un recorrido por los amores y desamores del deporte blanco.
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El tenis siempre fue noble y elegante. Guillermo Vilas, José Luis Clerc; Björn Borg, Jim Connors, John "Mac" McEnroe, Ilie Nastase y Adriano Panatta abrieron las puertas de un nuevo mundo: eran ídolos en pantaloncitos blancos que marcaban modas, señalaban tendencias y, cual rockers, tenían locas costumbres y muchas fans, por no decir groupies. Las siguientes generaciones tomaron la posta de sus maestros y, además de algunos reveses y trucos en la cancha, los jugadores de hoy mantienen la tradición.
Porque no cualquiera puede ser la novia de un tenista. Hay que cumplir algunos requisitos tales como una belleza indiscutible, la elegancia, el perfil bajo, un aire de jet set. Es tradición: las leyendas de las canchas se establecen con mujeres finas y adecuadas para el glamour. Si no, que lo cuenten las que se quedaron afuera, todas esas a las que no les dio el piné para pertenecer.
A las que salen siempre con futbolistas les dicen "botineras". Las "raqueteras" (por ponerles un nombre) podrían ser esas que lo único que quieren es pegarse al galán de turno. Pero las que llegan a sentarse en la platea para verlos jugar desde la primera fila, se casan y tienen hijitos son otra cosa. Esas son finas, etéreas y misteriosas. Las musas del deporte blanco.
Mariana Simionescu y Björn Borg: sólo querían divertirse. Colegas, rubios y hermosos, se conocieron en el torneo de Wimbledon de 1976 y automáticamente se pusieron de novios. Se casaron en 1980 y ella dejó todo para ser "la esposa de". El… también. Con 62 títulos y en la cúspide de su carrera, el hombre de hielo (como le decían por la falta de expresión en su rostro al jugar) perdió su agresividad en la pista y, luego de tres resultados negativos con John McEnroe, dijo "basta" en 1981.
Según el entrenador del sueco, Lennart Bergelin, el verdadero motivo era que Mariana, la bonita rumana, "sólo soñaba con divertirse". Cierto o falso, después de un año de tenis para él y platea preferencial para ella, hubo una crisis. Viajaron a Grecia y el muchacho, de entonces 26 años, empezó a aburrirse de vivir sólo para golpear una bola. "Quiero quedarme en la cama o pasear, ir adonde me plazca sin que los días se parezcan como gotas de agua", explicó y ella lo avaló emocionada con un "al fin podremos vivir y disfrutar de lo que tenemos". Duró poco. Se divorciaron en 1984.

Carolina de Mónaco y Guillermo Vilas: pasión y celos.
La vida de Carolina Grimaldi, actual primera dama del principado de Mónaco y un ícono de elegancia mundial, tuvo sus tintes de escándalo cuando ella era una joven princesita caprichosa que siempre quería un poco más.
Con su look de estrella de Hollywood, heredado de su madre Grace Kelly, a los 17 años era la principal preocupación de su padre, el príncipe Rainiero. Fue en ese entonces que se fue a París para estudiar en La Sorbona. Pasó una temporada intensa y repleta de romances que dejó como saldo un fallido matrimonio con un playboy que la doblaba en edad, Philipe Junot.
Entonces entró en escena lo más excéntrico que había a mano: Guillermo Vilas, un exitoso tenista sudamericano que se pavoneó de su conquista en todas las revistas del corazón. Las fotos de ella en topless en un yate por la Costa Azul al lado de su macho latino, bronceado y de pelo largo recorrieron el mundo.
Era 1982 cuando todo comenzó y dicen que Carolina perdió la cabeza, la dignidad y la vergüenza junto a su amado Willy. Celosa, posesiva, insegura, un día le planteo: "El tenis o yo". El galán argentino no dudó mucho. Apoyó la copa de martini en algún rincón, se calzó su mítica vincha de toalla y se fue tan mágicamente como había llegado.

Tatum O’Neal y John McEnroe: sexo, drogas y rock & roll.
Tatum O’Neal fue la primera en hacer muchas cosas. Algunas exóticas, como ser la novia de Michael Jackson (en 1979). Otras valorables, como ganar un Oscar con sólo 9 años por Luna de Papel (1973). Y en el medio, ni tan raro ni tan venerable, casarse con la estrella del tenis John McEnroe (1986). Después del primer año de matrimonio, en 1987, y siguiendo la línea de las primeras veces, por primera vez en su carrera profesional, McEnroe no logró ningún título. Se terminó tomando siete meses de vacaciones después de que lo multaran por mala conducta y abuso verbal en el US Open. Tuvieron tres hijos, pero en 1992 protagonizaron uno de los divorcios más escandalosos de la década.

Brooke Shields y André Agasi: cartas de amor por fax
Brooke Shields pertenece a una aristocrática familia norteamericana. La señorita, estrella de Hollywood desde la infancia, no iba a aspirar a menos que a alguien a su altura. Se le atribuyeron romances con solteros codiciados como John F. Kennedy Jr. y el príncipe Alberto de Mónaco, pero ella llegó a los 30 solterita y sin apuro, buscando a su caballero ideal. Lo encontró en 1993: André Agassi.
La chica tomó la iniciativa y le mandó una carta de amor, por fax. "Con cada respiración tuya, mi corazón pierde un latido... Perdón, me equivoqué de siglo", escribió. Su primera cita fue dos meses más tarde y terminaron casándose en 1997. En 1999, Agassi le pidió el divorcio para casarse con su colega Steffi Graf.

Luisana Lopilato y Juan Mónaco: dos ángeles.
Se conocieron mientras miraban un partido de tenis, que jugaba otro, y enseguida se dieron cuenta de que se gustaban. Pero los constantes compromisos de ambos dilataron un poco la historia. Juan Mónaco, en pleno ascenso tenístico, y Luisana Lopilato, recién separada del actor Mariano Martínez y demasiado familiera, le dieron largas al inicio del romance.
Finalmente, comenzó y ahora parece que nada puede detenerlo. Aunque él viaja mucho y ella trabaja sin parar, hacen lo imposible para encontrar momentos. Si no hay torneos para él y ella logra salir de la eterna custodia de su hermano Darío, viajan, se escapan a alguna playa. Son de esos novios tiernos que se la pasan agarrados de la mano y dándose besos.
Fotos: archivo diario La Nación (Vilas); Corbis Latinstock (Mcenroe, Borg); AFP (Agasi); Movilpress (Mónaco).
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