
Las preguntas que los periodistas no hacen
La escritora sudafricana, Premio Nobel de Literatura en 1991, ejerce de periodista consigo misma y practica, con humor y profundidad, el peculiar género del autorreportaje
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Cualquiera que se haya convertido en una persona pública -estrella pop, héroe deportivo, político, artista, escritor- sabe cuáles son las preguntas que previsiblemente le formulará un periodista decidido a entrevistarlo, siempre según el área de actuación profesional del entrevistado en cuestión (todos podríamos contestarlas, incluso dormidos).
Así es la fama o la notoriedad: estrellas pop y políticos suelen dar oportunidad al mejor reportaje, o al más codiciado. Los escritores -cuyos logros no suelen ser famosos en una escala comparable, salvo tal vez Romeo y Julieta, Lo que el viento se llevó o Harry Potter- suelen ser forzados por sus editores a acceder a las entrevistas. Yo me cuento entre los integrantes de ese grupo.
A lo largo de los años, y con muchas cavilaciones, he reunido una breve lista de las preguntas que los periodistas no hacen. Y esas preguntas me parecen mucho más interesantes (¿un mejor reportaje?) que las que sí suelen formular. De modo que he decidido entrevistarme a mí misma y ver qué puedo sonsacarme. ¿Eso significa que debo responderme a mí misma por más reticencia que la pregunta me cause? Sí. No seré juez, no seré el jurado, sino que seré periodista y también seré la víctima.
-¿Cuál es la carencia más importante de su vida?
-He vivido esa vida en Africa sin aprender una lengua africana. Aun en el caso de mis amistades más estrechas, en mis actividades políticas y literarias compartidas con compatriotas sudafricanos negros, ellos sólo hablan en inglés conmigo. Si conversan entre sí en otra lengua (y todos ellos hablan al menos tres o cuatro lenguas), yo sólo entiendo unas pocas palabras: las que han pasado a ser de uso común en el uso sudafricano que se hace del inglés. De modo que soy sorda a una parte esencial de la cultura sudafricana a la que pertenezco y con la que estoy absolutamente comprometida.
-¿Cuál es la mentira más flagrante que dijo alguna vez?
-La verdad, no podría distinguirla. El hecho de vivir durante el apartheid, bajo vigilancia constante de la policía secreta, nos convirtió, me refiero a todos aquellos que nos oponíamos activamente al régimen, en mentirosos consumados. Uno mentía diciendo que desconocía el paradero de alguien que la policía buscaba para arrestarlo, mentía acerca de los propios movimientos y de las personas con quienes se encontraba. Había que hacerlo si se deseaba proteger a otros y a una misma.
-Usted ha logrado algo como escritora. Pero, además, tiene una hija y un hijo. ¿Cómo se evalúa como madre?
-Tendría que preguntárselo a ellos, a menos que quiera más mentiras autodefensivas.
-¿Cuál es el cumplido más halagador que le hayan hecho?
-Hace muchos años, en un campamento que hicimos en una granja, sufrí mordeduras de garrapatas. Cuando me quejé, el viejo granjero, que no era nada atractivo, me dijo: Si yo fuera garrapata, también me gustaría morderte.
-¿Qué es lo más degradante que se dijo sobre usted como escritora?
-Algo que dijo mi hijo a los 8 años. Cuando un amigo de la escuela le preguntó de qué trabajaba su madre, contestó: Es mecanógrafa. Es cierto que yo en ese momento estaba en mi estudio mecanografiando alguna novela; ellos estaban en el jardín y por la ventana escuché su veredicto.
-¿Cómo reacciona ante una crítica desfavorable de sus libros?
-La ignoro, si es obra de algún escritorzuelo, categoría que se reconoce fácilmente por su evidente falta de la más básica comprensión de lo que el libro pretendía ser. Finjo (ante mí misma) ignorarla cuando el autor es alguien cuyo juicio respeto; más tarde, tomo en cuenta ese juicio para evaluar por mí misma lo que logré hacer o no.
-¿En qué medida se siente gratificada por los elogios a sus obras?
-Debo responder exactamente lo mismo que en el caso de la pregunta anterior: en absoluto, cuando no respeto el juicio del autor de los elogios, y me gratifica cuando creo que la obra en cuestión justifica el reconocimiento de alguien cuya honestidad, capacidad intelectual y nivel de discernimiento literario yo respeto.
-Cuando escribe, ¿ingiere drogas, fuma marihuana o bebe alcohol para estimular su imaginación?
-Sólo bebo un scotch doble, horas después de haber puesto fin a mi día de trabajo (¡ufff!, esa sí que sería una pregunta dura para muchos colegas escritores, empezando por Thomas de Quincey).
-¿Cree que un escritor también debe saber cocinar?
-Sí. En la torre de marfil no hay cocinera. El trabajo que allí se hace necesita bajar a la tierra y es bueno ocuparse de las tareas comunes, entregarse a las distracciones de la vida cotidiana de todo el mundo, aunque los escritores nos quejemos terriblemente de eso.
-Como mujer liberada, ¿hubiera preferido ser un hombre?
- No. Pero cuanto más amplia sea la experiencia de vida de un escritor tanto mayor será su habilidad de identificarse con otras vidas diferentes de la propia, y de crear variedad de personajes. A veces pienso, por ejemplo, que me he perdido la posibilidad de ampliar mi experiencia emocional por no haber sentido nunca atracción sexual hacia otra mujer. De todas maneras, un escritor es una clase especial de criatura andrógina, de todos los sexos y de todas las edades; es todas las personas a las que ha conocido y observado, en el momento de crear personajes de ficción. Así que, aunque soy una mujer, cuando escribo soy una suerte de inteligencia compuesta.
-Usted tiene 79 años... ¿Cuándo va a escribir su autobiografía?
-¿Mi autobiografía? Nunca. Soy demasiado celosa de mi intimidad. Finalmente, es todo lo que tenemos. Por eso, cualquier biógrafo tiene que arreglarse con lo que consiga, por medios santos o no.
-¿Cree que la gente seguirá leyendo libros -impresos en papel y encuadernados- en el futuro?
-No. Creo que de aquí a unos cien años la imagen de las palabras proyectadas en pantallas ilimitadas, y que fluyan directamente como sonidos hasta nuestros oídos habrá convertido al libro en una especie de tableta de piedra de las que desentierran los arqueólogos en sus excavaciones. Me estremezco de alivio por saber que no estaré allí para sufrir semejante privación.
Epílogo
Bien, ahora puedo extraer mis propias conclusiones acerca del carácter de la persona que acabo de entrevistar. Sería interesante enterarse, por testimonio de otras víctimas entrevistadas, de cuáles son las preguntas que nunca -¿por suerte?- les formulan los periodistas.
Copyright 2003, Nadine Gordimer
(Traducción: Mirta Rosenberg)
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