En Everton –el decano del fútbol amateur platense, más de cien años de historia, como la liga local misma– hay un lema: "El orgullo de pertenecer".
Suena cumbia. El tintineo del teclado se escucha en intermitencias hasta que llega el corte y entran los golpes de percusión, la guitarra y el güiro. "Por primera vez", de Los Palmeras, hace que los pies descalzos golpeen el suelo siguiendo el ritmo. Alguien se anima a tirar palmas. Otro se para y amaga un paso de baile.
–Bueno, muchachos. A ver.
Gustavo Bianco, director técnico de Everton, pega el grito y ya nadie le presta atención a la música que viene del vestuario visitante, del otro lado de la pared.
–Vamos a ver unos videos. Acomódense. Es un resumen del último partido de ellos y del que jugamos allá en Magdalena.
Uno de los ayudantes técnicos pone una laptop sobre una silla en el centro del vestuario. Hay un silencio que parece tapar a Los Palmeras. Algunos jugadores se sientan en el suelo para ver más de cerca. Otros miran a la distancia. Otros siguen en la suya: el pie golpeando el piso, la mirada más allá.
En la pantalla: una jugada de ataque, un efecto de edición casero –la imagen yéndose como pasan las fotos de los cumpleaños de 15– y otra secuencia de partido. Son diez minutos de video. No aparecen gráficos para marcar movimientos tácticos, no hay pausas ni repeticiones. Todo de un tirón. El que no está atento se lo pierde.
Bianco mira desde la puerta. Cuando el video termina, da la orden para que se cambien, así puede dar la charla técnica antes de la entrada en calor.
En los bancos –amurados en tres de las cuatro paredes de este vestuario adornado con mensajes motivacionales por todos lados– cada jugador tiene su camiseta, su pantalón corto y sus medias. Tiene todo listo.
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Barrio Aeropuerto, en las afueras de La Plata. La avenida central tiene aspecto de ruta, los negocios y las casas están a 50 metros unos de otros, en las veredas hay tierra. Detrás de este predio no parece quedar nada. Es un domingo y el campo de deportes de Everton Club La Plata tiene su estacionamiento colmado. En una de las tres canchas de fútbol 7 hay niños con remeras del club que corren detrás de pelotas. Del otro lado del alambrado, padres que gritan órdenes como para que los chicos ganen el Mundial de Rusia.
Hoy, la primera del club juega contra Sport de Magdalena por el Torneo Federal C, la última de las categorías del fútbol profesional argentino: la competición preferida del club. Everton es uno de los equipos de la Liga Amateur Platense en competiciones de AFA; los otros son Nueva Alianza, Crisfa y Estrella de Berisso, también en el Federal C. Una categoría más arriba están ADIP y Criba, en un lugar que Everton supo tener durante cinco temporadas, siendo el equipo amateur de la región que más años se mantuvo allí. Ese hito, la cantidad de títulos de la Liga (trece hasta la fecha), los años de historia, la solidez institucional y la infraestructura –más la ubicación céntrica de su sede social– lo convierten en el club más importante del amateurismo regional. Tan importante que, por momentos, roza lo profesional.
–Siempre fuimos el ejemplo porque excedimos la Liga –dice Gonzalo Uranga, parte de la comisión directiva desde 2000 y presidente en la época dorada del Federal B–. Sentís el orgullo de ser el espejo de otros clubes.
Para Everton, el objetivo siempre es el torneo Federal. Si lo está jugando, apunta a ganarlo –para ascender y consolidarse en el B–. Si se trata de la liga local, compite para revalidar su posición en la competición de la AFA.
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Después de ver los videos, los jugadores salen del vestuario. Pasan al costado de la cancha principal y van hasta la tribuna ubicada detrás de uno de los arcos, una estructura de cemento liso que termina en un palco bautizado con el nombre del padre de Bianco. Ahí adentro: sillones de cuerina, mesas ratonas y una pizarra blanca con forma de cancha de fútbol y veintidós fichas magnéticas.
Después de diez minutos de conceptos que Bianco reparte –habla a la cara a cada receptor, mueve las fichas estratégicamente y pregunta varias veces si se entiende lo que quiere decir–, sale un grito de guerra y los dieciséis jugadores van a la entrada en calor en la cancha que está pegada a la principal. En este predio de cuatro hectáreas y media hay cuatro canchas de 11 –dos habilitadas por la Liga–, tres de 7, una de hockey sobre césped (sintético), un buffet, vestuarios principales para el fútbol, gimnasio, baños públicos, palco de prensa, un shop de venta de ropa oficial, dos módulos de vestuarios para infantiles y un quincho.
Mientras salimos de la charla técnica, Bianco frena al fotógrafo de LA NACION revista para decirle dónde está la placa en homenaje a su padre y pedirle que saque unas fotos.
–Cuando yo empecé acá, alquilábamos la cancha pública del Parque San Martín y nos entrenábamos entre las plantas del Parque Saavedra –cuenta el DT, que empezó jugando en Everton en 1993, después de quedar fuera de la reserva de Gimnasia y Esgrima La Plata–. Hoy, veinte años después, tenés este predio. Pero fue un objetivo del club, que siempre se manejó así.
El campo de deportes es propiedad de Everton desde 2005, cuando la Legislatura provincial cedió las tierras tras la presentación de un proyecto del diputado Alberto Olgado, que fue aprobado por el entonces gobernador Felipe Solá.
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El Club Everton La Plata nació el 9 de abril de 1905 en la zona de Parque Saavedra, un barrio próximo al centro de la ciudad y a metros del Hospital de Niños Sor María Ludovica. Su creación es clásica: un grupo de amigos con ganas de formalizar su pasión por la pelota y decididos a fundar su propio club. Así empezó todo.
Luego llegó la Liga Amateur Platense y Everton fue uno de los pilares del inicio. Era 1913, el año del torneo debut y del primer campeonato obtenido por el equipo de camiseta azul y amarilla a bastones, que se quedó con la competición por cinco años consecutivos. La seguidilla se extendió –con intermitencias, claro– hasta 1947.
Pasaron cuarenta y ocho años para que Everton volviera a quedarse con la LAP. En ese período el club se hundió en su pasado y llegó a estar más de seis años sin participar del torneo. Pero en 1988, con Everton en la segunda categoría de la Liga, un grupo de pibes empezó lo que sería la refundación. Obtuvieron el ascenso tras un par de temporadas, consolidaron al equipo en la A y finalmente ganaron el campeonato en 1995.
Everton empezó a disputar los torneos de la AFA del interior del país. Jugó varias ediciones del por entonces Argentino B –donde llegó a jugar con el Huracán de Tres Arroyos que llegaría a primera de la mando de Rodrigo Palacios–. Pero no fue hasta entrados los 2000, cuando esos pibes se convirtieron en hombres que se hicieron dirigentes –primero como subcomisión de fútbol, después comisión directiva en un mandato que lleva casi dos décadas–, que Everton alcanzó su mayor logro deportivo: ascender al Torneo Federal B tras un agónico empate en Tres Algarrobos y después de haber perdido la final del campeonato anterior con Camioneros.
Después llegaron los cinco años en la competición, hasta que la edición pasada descendió al C. Un hecho que tiene a Everton inmerso en un clima de bronca y tristeza interna que se nota en las palabras de cada miembro del club.
–Instituciones como Everton llegan a sus logros por la visión de los dirigentes –dice Uranga, que además de haber sido jugador y directivo fue preparador físico–. El dirigente pone una meta y arma estrategias para llegar. Nosotros tenemos allanadas cosas que otros no, porque están en una situación social mucho más alarmante y tienen que cubrir necesidades básicas.
Las maniobras dirigenciales que sustentaron la permanencia en el Federal B –como también lo hicieron en la etapa del Torneo Argentino– son, por ejemplo, el auspicio de la municipalidad para el transporte, los contactos en el interior para conseguir hospedaje y que los jugadores no se bajaran del colectivo directo en la cancha. Sin ese tipo de movimientos, un equipo amateur difícilmente pueda sostenerse dentro de una estructura de la AFA: un mundo ideado para instituciones de alto poder adquisitivo.
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Cuando termina la entrada en calor, todos vuelven al vestuario. Entra y sale gente. Pibes que saludan, dirigentes, preparadores físicos y el presidente de la Liga, Marcelo Mazzacane –primer presidente en la renovación de Everton–, que lleva puesta la misma chomba con la que llegó el plantel.
En unas semanas, tres de los preparadores físicos viajarán a Europa para recorrer clubes y ver estrategias de trabajo. Irán a Inglaterra, España y Alemania. Conversarán con gente del Everton inglés, del Hamburgo, del Atlético de Madrid. Una inmersión en el fútbol hiperprofesionalizado.
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El partido no es bueno. La pelota pica mal, aunque el césped se ve verde y liso. Bianco camina al lado de la cancha y grita, da indicaciones.
En la tribuna del palco de prensa, la del costado, unas cincuenta personas miran entre mates y bizcochos, como si hubieran ido al parque a pasar la tarde. Hablan de los jugadores como compañeros. Varios de los que están mirando juegan acá: algunos en la primera, otros en las inferiores.
El plantel principal de Everton tiene alrededor de cuarenta jugadores para competir en dos torneos. A eso hay que sumarles los de reserva que pueden subir, más algún juvenil. Hay algo de superpoblación que se repite en todas las categorías. Cuando la competencia es de 11, los planteles rondan los treinta jugadores. En juveniles –cancha de 7–, son unos quince. En esos casos todos compiten solamente en la LAP.
Pertenecer puede, a veces, significar una espera.
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Ahora, el video es así: una pizarra que dice Renacer en la revancha de los sueños, imágenes de la pretemporada, testimonios de jugadores, la hinchada. Es la previa del Federal C contra Fernando Cáceres y los jugadores de Everton se van con la imagen. Cuando todo termina, otra vez, ese grito de guerra.
Everton va a ganar 2 a 0 y conseguirá la vuelta al Federal B. El lugar al que pertenece.
–Se tapó la canaleta.
Detrás del arco, a menos de un metro de la puerta del vestuario local, a centímetros de la línea de cal, un pozo desprende agua negra.
Cuando falta cerca de una hora para que el Círculo Cultural Tolosano se enfrente con Nueva Alianza por la segunda fecha del Apertura 2018 de la Liga Amateur Platense, la cancha se inunda y Paola Aronovsky, la presidenta, sigue cocinando hamburguesas en el buffet. Cuando puede, se escapa para ver si el agua dejó de brotar.
La categoría seniors –mayores de 35 años– juega su partido mientras Fernando Ferrari, el marido de Paola, dirigente del club y representante en las reuniones de la LAP, lucha con una manguera hasta que logra destapar el asunto.
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Cuando juegan los veteranos, el vestuario lo ocupa la primera. Antes estuvo la reserva. El espacio son algo más de cinco metros cuadrados con hileras de bancos sobre las paredes: tablones sostenidos con ladrillos huecos pintados de azul, sin revoque. No entran las tres categorías que hoy juegan, entonces se turnan. Entre unos y otros, los mismos jugadores barren.
En la parte superior, sobre unos estantes amurados, montañas de bolsos parecen a punto de caer. En una pared, dos hojas A4 pegadas indican las marcas en la pelota parada.
Del otro lado de esa pared hay tres canillas altas. Las duchas, por cuestiones de tiempos y uso del espacio, son poco utilizadas. Acá se juega, se devuelven las camisetas –que es muy probable que algún jugador o dirigente o técnico o familiar lave en su casa– y se deja el espacio para el que viene. El vestuario del CCT es un vestuario caliente.
Menos de cinco metros separan el vestuario de la tribuna, donde buena parte del plantel de reserva, algunos de los veteranos y los familiares esperan el partido.
–Messi, ¿qué talle es tu buzo?
–Ele.
–Pasámelo.
Messi es jugador de la primera de Tolosano y está lesionado, por eso hoy alienta. Una de las dirigentes del club le pide el buzo –el del club– porque está por vender uno, pero no hay talles en stock y quiere verificar la medida para asegurar la venta.
–¿Todos tienen buzo? –pregunta Pablo Luli Mónaco, el capitán, goleador e ídolo del club–. Tenemos que llegar a once así salimos todos iguales. ¿No te podés fijar si alguno de los chicos que no juegan lo trajo?
–Ahí voy.
–Vamos a ver si en estos días podemos comprar pecheras, así tenemos todos las mismas para calentar –comenta Luli, mientras reparte las casacas de entrenamiento. A algunos les tocan grises, a otros naranjas. Después, salen del predio y en un pedazo de verde de la vereda empiezan con los ejercicios.
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–La primera, reserva y senior hacen sus propias camisetas –cuenta Paola, la presidenta desde hace dos años–. Las que quedan se las pasan a la cuarta.
El dinero para el resto de las camisetas sale del club, que este año decidió que las tres categorías superiores tengan la misma indumentaria con las mismas publicidades.
–Salvo las alternativas, que siguen siendo diferentes.
Hoy temprano la reserva salió a la cancha vestida de verde, la senior de blanco, en un rato, la primera vestirá una camiseta a bastones.
En Tolosano hay muchas carencias que se reflejan desde las divisiones infantiles, donde los chicos reciben, en medio del entrenamiento, su merienda.
–Acá nos damos cuenta de quién puede pagar y quién no, o qué nene sale descompuesto de jugar porque no desayunó –cuenta Paola, que entró a Tolosano cuando decidió traer a sus hijos a entrenarse–. El club tiene una función social muy grande por la zona donde está. La mayoría de la gente es de bajos recursos.
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Uno de los pibes que jugaron en la reserva entra al buffet y de entre los estantes que mezclan comida con prendas del club saca una caja. Cuando la lleva hasta la tribuna saca un fernet de litro, una botella de plástico cortada a la mitad y un cartón de leche que con un movimiento contra el alambrado convierte en un cubo de hielo.
–Trajo el iceberg del Titanic –grita alguien.
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–Mirá, me prestó unas medias con tremendo agujero –se escucha en el vestuario.
Uno de los jugadores del senior entra y pregunta si alguien tiene cinta o hilo. Luli saca de su bolso un rollo de cinta de papel que va emparchar el botín del veterano, que se abrió como un sándwich húmedo.
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Pablo Mónaco, Luli, juega en el CCT desde los 5 años. Hoy tiene 30. Luli, además de ser el capitán de la primera –en la que debutó en 2009–, es un emblema del club. Un pedazo de historia caminando que multiplica sus funciones fuera de la cancha: se encarga de mandar a confeccionar la ropa de la primera, de las redes sociales y la web –las mandó a hacer él–, se carga la organización de los eventos para recaudar dinero para el fútbol y tareas de mantenimiento como cortar el pasto y pintar.
El día del partido Luli va y viene por el club, atento a todo. A qué falta.
Luli siempre estuvo acá salvo un breve paso por las inferiores de Estudiantes de La Plata y unos meses de 2014, cuando jugó el Federal para Nueva Alianza. Ese mismo año, en su regreso, salió campeón de la Liga con Tolosano, en el único torneo obtenido por el club.
–En el CCT crecer cuesta mucho más –dice Luli, que compara con su experiencia fuera del club.
La experiencia del Federal C a Tolosano le duró cinco partidos. La estructura del club no aguantó los cimientos de una competición que suele tener fecha de vencimiento incluso para los más poderosos, aquellos que parecen ser parte de esa elite.
–Al club no le da para jugar ese torneo, ni antes ni ahora –dice Paola–. Es mucha plata, no tenemos la capacidad como club para bancarlo.
Fundado en 1921 como Club Tolosano, el CCT nació solo con fútbol, y con el paso de los años fue incorporando otras actividades, entre las que sobresalen el básquet y el patín. En 1936, cuando cambió su nombre, Tolosano dejó de competir en fútbol por problemas económicos. Para esta institución, el fútbol siempre fue una actividad costosa: hoy la participación en la Liga se lleva arriba de cien mil pesos anuales solo en gastos administrativos. El precio por competir, el valor del amateurismo.
Tras la vuelta a la actividad, a mediados de los años 90, y la participación en torneos regionales menores, en 2007 se suma a la segunda categoría de la Liga Amateur Platense, donde estuvo dos años hasta obtener el ascenso.
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De un lado hay una cancha de 7; en el medio, tierra –que hoy es barro–, una tribuna de madera con una docena de escalones, y del otro lado, la cancha de 11; ahí se entrenan y juegan diez categorías del club. Anoche llovió y al pasto no se ve.
Entre ambas canchas, además, está el buffet. Una especie de puesto de plaza que divide el sector local del visitante.
El terreno donde Tolosano tiene su cancha de un lado da directo a la calle y del otro linda con tres casas vecinas. En una de esas viviendas hay más de 5 pelotas que cayeron y nadie devolvió. En otra, se quejan por los días que hay actividad.
Tolosano se creó acá, pero cuando entró a la Liga estuvo cuatro años alquilando canchas. Las medidas del campo no cumplían el mínimo reglamentario y las estructuras edilicias no eran aprobadas por el comité de seguridad.
–En 2011 nos pusimos con las obras –cuenta Luli–. Ahí todos, jugadores, dirigentes, familiares, fuimos albañiles, pintores.
En 2011, también, alguien corrió unos metros los alambrados para que dieran las medidas.
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Maximiliano Lansalot tiene aspecto parsimonioso: una postura blanda, la mirada directa y el tono de voz medio. No parece director técnico, pero cuando entra al vestuario pizarra en mano alguien baja la cumbia que sale desde un celular y todos se callan para la charla técnica.
Desde la tribuna se escuchan los gritos de aliento que vienen del vestuario. En la puerta, los jugadores del senior esperan para poder entrar a buscar sus cosas.
Cuando la primera de Tolosano sale a la cancha, los once tienen puesto el buzo del club. A algunos les queda grande. Después de la foto, los revolean a la tribuna. No es una ofrenda, es una devolución.
Paola, Fernando y otros dirigentes entran a la cancha con un cartel plastificado enorme. La tribuna hace silencio y se escucha que se le entrega a Luli Mónaco una gigantografía por sus cien goles en el club.
Estalla el cantito que dice que Luli es de Tolosano.
Detrás del otro arco, donde la tribuna es la vereda, también se canta y se despliega una bandera –que, dicen, es la más grande de la Liga– con un mensaje: "Más que un club de barrio, un estilo de vida".
Tolosano va a ganar 4 a 1, Luli hará tres goles y la gente cantará que es del CCT.
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