
Lihué Calel, sierras de la vida
El Parque Nacional Lihué Calel –un oasis en medio del desierto pampeano– se apresta a triplicar su extensión y sus encantos
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"Carne viva" , opinan Juan Manuel de Rosas y Manuel J. Olascoaga. "Cuerpo o bulto reverberante", disiente Alberto Vúletin. "Sierra apropiada para avizorar" o "Atalaya", tercia Enrique Steiben. "Sierra del recto, la tripa gorda o, incluso, el ano", proclama el etnólogo Rodolfo M. Casamiquela, impugnando el exagerado lirismo que ha presidido la interpretación de nuestra geonimia. Pero, más allá de rigores etimológicos, no hay retrato más ajustado del sitio que ese "Sierras de la Vida" con que Estanislao Zeballos tradujera la voz indígena Lihué Calel.
Isla biológica
Las sierras de Lihué Calel brotan de la Huecuvú Mapu, una estepa de inhóspita apariencia al sudoeste de La Pampa. Su máxima altura, el cerro de la Sociedad Científica, roza apenas los 590 metros. Sin embargo, en medio del llano parecen más altas. Las moles lihuelenses propician un microclima más benigno y húmedo que el de las áreas adyacentes. Gracias a eso, reúne más del 40% de las plantas provinciales. No es casual que la diversidad faunística de Lihué Calel corra pareja con la botánica. Hay 136 especies de aves, 28 de mamíferos, 16 de reptiles y 3 de anfibios. La suma incluye bichos amenazados en escala nacional (águila coronada, halcón peregrino y tortuga terrestre patagónica), perseguidos localmente (puma, zorro gris chico, ñandú) e invasores, como el jabalí europeo. No obstante, el monarca del área es el guanaco.
Rojo y negro
Tras sus pasos llegó el hombre. El macizo serrano fue habitado por los tehuelches septentrionales y sus predecesores. Estos cazadores y recolectores medraron sobre buena parte de la llanura pampeana, entre el 4500 a.C. y los tiempos de la Conquista, cuando se fundieron en el crisol araucano. Lihué Calel no sólo fue para ellos un ubérrimo territorio de caza. Lo consideraban un lugar poderoso. Muchas pictografías han desaparecido, víctimas del tiempo y la incuria humana. Pero algunas todavía despliegan sus enigmas. La colección más cautivante flanquea las nacientes del arroyo de las Pinturas. Un sendero interpretativo conduce hacia sus insondables símbolos. Finalizado el proceso de araucanización, Lihué Calel quedó integradado al cacicazgo de Salinas Grandes. Zona de buenos pastos y aguadas permanentes, se convirtió en sitio de reabastecimiento para las indiadas y nudo de las rastrilladas, por donde arreaban el ganado maloneado hacia los pasos cordilleranos. Expulsado de Chilhué, capital del imperio nativo, Namuncurá intentó reorganizarse en el oasis serrano. Pero la División Puan, al mando del general Levalle, no le dio tiempo. Y el hijo del gran Calfucurá debió huir rumbo al río Colorado y el sometimiento final.
Protección por tres
Los latones y remingtons de Levalle abrieron las serranías a la colonización. En las postrimerías del siglo XIX vivía a sus pies un pintoresco puñado de ganaderos, agricultores, buhoneros y boleadores de avestruces. A principios de 1943, Luis Gallardo compró las tierras de Lihué Calel y plantó en medio una casona de gruesos adobones. No pudo disfrutarla demasiado. En 1964, el gobierno de La Pampa expropió la estancia Santa María con miras a su aprovechamiento turístico. Acabó cediéndola, trece años después, a la Administración de Parques Nacionales. Desde entonces, los tesoros serranos están a buen resguardo y abiertos a la curiosidad del viajero. El Congreso se apresta a premiar el esfuerzo aprobando la cesión territorial efectuada años atrás por la provincia de La Pampa para ampliar el Parque Nacional Lihué Calel (sólo falta el visto bueno del Senado). La superficie bajo protección aumentará de 9901 a 32.236 hectáreas, englobando los ambientes salinos aledaños. Entre ellos, el imponente Salitral Levalle. Esto sumará nuevas especies al patrimonio del parque, acrecentará sus encantos escénicos y asegurará la conservación de sus poblaciones silvestres.
La Revista agradece el apoyo de la Administración de Parques Nacionales y la provincia de La Pampa. En especial, a María Cibeira, Roberto Molinari y los guardaparques Miguel Angel Romero y Marcelo Stancanelli.




