Llamas en el camino
Desde Purmamarca hasta las Salinas Grandes, en el noroeste del país, para un paseo acompañado por rumiantes andinos que, muy simpáticos, saben igual cómo defenderse
PURMAMARCA.– Suenan los "aro, aro, aro" en la peña de Vilte. Una mujer de montaña desafía a los hombres de pueblo en ese juego dialéctico de ayer pasé por tu casa y me tiraste con algo que siempre rima, más aún a estas horas de la noche. Un habitué zapatea sin soltar un cigarrillo encendido de la comisura de sus labios. Deja caer las cenizas con la contraseña de un siete bravo, una habilidad tan curiosa como poco seductora frente a una turista europea que aceptó bailar con él, pero no volverá a hacerlo. En su suspiro ella decía cuándo llegará a su fin esta zamba.
Las peñas permanecen abiertas mientras quede alguien que las anime. Esta noche hay gente local, viajeros apunados y músicos de una sinfónica tucumana que, ahora sin sus trajes de gala, se suman a los ritmos folklóricos que proponen desde el escenario. Unas horas atrás, ellos tocaron bajo custodia del cerro de los Siete Colores, en la tercera edición del festival La Comarca. En la Quebrada de Humahuaca y sus alrededores, uno levanta una piedra y aparece un músico. Cuando además se organiza un encuentro de música clásica, el lugar se convierte en el paraíso de Orfeo en medio de las colinas.
Purmamarca no ha perdido sus formas. El turismo ha llegado de a miles en los últimos veinte años, pero el pueblo es igualmente reconocible. Su capilla de fines del 1700 –en su precioso dintel figura el año de la iglesia original, 1648– se mantiene frente a la plaza central, dándole la espalda al cementerio que se expande, colorido, por una ladera. La foto típica es una de sus esquinas, donde un local de artesanías parece quedado en el tiempo. Detrás queda el cerro más famoso de la región.
Es imperdible el Paseo de los Colorados, aunque en menos de una hora se completa la vuelta mágica y uno vuelve a la plaza a seguir tomando fotos o leyendo bajo los árboles. No hay mucho más que hacer, sólo disfrutar de la calma. Los puesteros rodean la plaza con su arte de lana, tela, cerámica, palo santo. A eso de las 18, levantan campamento, cuando empiezan a partir las combis con los viajeros que llegaron a pasar el día, desde Jujuy o Salta.
Los lugareños, en su mayoría, viven en la cercana Chalala desde que dejaron sus casas en el pueblo para transformarlas (ellos o los compradores) en locales de suvenires y productos regionales, en hoteles o restaurantes. Cuando cierran los puestos, quedan abiertos unos pocos comercios para quienes llegan tarde de alguna excursión. Más tarde abrirán las peñas. Se recomienda no beber demasiado si uno tiene previsto salir, al día siguiente, al paseo por excelencia en la zona: las Salinas Grandes.
Guiados por expertos
A cada hora baja algún camión desde Paso de Jama cargado de autos y camionetas, que viajan sin escalas de Chile a Paraguay por las rutas del noroeste argentino. Llevan vehículos usados que se compran en Japón, a bajo precio, entran por Iquique al continente y son cruzados a Paraguay. Salvo por esos camiones inmensos, el camino a las Salinas Grandes es fascinante.
Se atraviesa la Cuesta de Lipán, con curvas lo suficientemente abiertas para no pasarlo mal y disfrutar del recorrido. Es parte de la ruta nacional 52, que alcanza su altura máxima en Abra de Potrerillos: 4170 msnm. Las salinas se ven unos kilómetros antes de pisarlas, como un manto blanco coronado por el Nevado de Chañi. La ruta las divide. En la planicie hay un restaurante fuera de servicio, con mesas, sillas, mostradores y paredes de sal. También hay baños químicos, cuyo uso cobran dos pesos. Las artesanías son lindas y baratas. El reflejo de luz obliga a cubrirse los ojos con lentes oscuros, el cuerpo con mangas largas y la cabeza con lo que uno tenga a mano. La visita puede ser de media hora, pero hay una opción muy interesante para recorrerlas con guías de cuatro patas.
Para lograrlo hay un desvío: antes de llegar a las salinas por la RN 52, se puede tomar la ex RN 40 hasta Pozo Colorado. Son once kilómetros de ripio. En esta comunidad de doscientos habitantes, que vive de la extracción de sal y la cría de llamas, uno puede ubicar a los llameros de un emprendimiento turístico comunitario. Hay que llamarlos al menos un día antes, para que tengan listos los animales. "Procuren no tocarles las cabezas, porque no les gusta. Es el lugar donde el puma los ataca", explican en la bienvenida.
El creador de Caravana de Llamas es Santos Manfredi, pionero de la actividad en la zona, con base en Tilcara, que ahora comparte su experiencia con otras comunidades. En Pozo Colorado se encuentra parte de las llamas que ha criado y domesticado, y que integran la propuesta de recorrer lugares en compañía de estos animales de carga, según tradiciones ancestrales.
Desde temprano, los llameros ven cuál animal es el dominante del día, para que encabece el grupo. "Son muy sensibles, muy emocionales. De acuerdo a cómo estés vos de ánimo, van a actuar ellos en la caminata." Los camélidos, uno amarrado a cada visitante, marcan el ritmo de una propuesta familiar que permite conocer los lugares de extracción artesanal de sal y almorzar al resguardo del sol.
El llamero tradicional era un hombre de Puna. "Tratamos de recuperar la memoria del vínculo del camélido sudamericano y el hombre andino en el desarrollo de las poblaciones. Es indiscutible que toda población que desarrolló una estructura importante, lo ha hecho a lomo de una llama", cuenta Juan Pablo Maldonado, uno de los guías en Tilcara, donde el grupo desarrolló un sistema de amanse de estos camélidos por estimulación positiva, para lograr un buen comportamiento con el humano. Así responden bien y establecen una relación con las personas. "Las llamas se pueden poner nerviosas si algún perro les ladra de repente, o si se sienten acorraladas. La forma de defenderse es el escupitajo y las patadas, pero generalmente se atacan entre ellas, por cuestiones territoriales. Ante una situación de estrés, lo primero que intentarán es salir corriendo y que nadie las alcance", aseguran.
Más infowww.caravanadellamas.com.ar;Hotel La Comarca (www.lacomarcahotel.com.ar)