
Los códigos de playa cambian en consonancia con el #MeToo
1 minuto de lectura'


PUNTA DEL ESTE.– La conversación se instala en algún momento del día en cada grupo de argentinos que todavía no se pueden desconectar de las noticias que llegan desde Buenos Aires. Los nombres en danza detrás de esa noticia son siempre los mismos: Juan Darthés, Thelma Fardin, Calu Rivero. Y ante la llegada de esta última a Punta del Este, es ella la gran protagonista de las charlas de género que no cesan ni en la playa ni en las mesas familiares. El llamado #MeToo argentino, ese movimiento que empezó el día en que la joven actriz Thelma Fardin denunció pública y judicialmente a Darthés por haber abusado sexualmente de ella cuando tenía 16 años, puso literalmente sobre la mesa la urgencia de hablar de las distintas formas de acoso y abuso sexual de las que son víctimas las mujeres, y de empezar a cambiar ciertos paradigmas que las impulsan. Los ecos de esa lucha ya se hacen visibles en las playas, en gestos sencillos pero elocuentes.
Un padre juega con cinco niños. La madre no está, se fue a hacer running por la playa. Los niños gritan, el padre se ocupa de entretenerlos. Luego la más chiquita pide comida. El padre abre la heladerita y le da un sándwich. Dice que lo preparó él, que se ocupa de cocinar, lavar y cambiar a los chicos. Que su mujer es la que arregla la mampara del baño cuando se rompe.
Aunque la conversación acerca de la disolución de algunos estereotipos se instaló ahora, muchas parejas aseguran que ya venían cambiando de roles desde el comienzo de su relación. "Está cambiando hace tiempo. En casa todos nos ocupamos de todo", dice Malena Frutos, de 34. Es de Rosario y veranea en Punta del Este de toda la vida. Junto a Willy Blanco, son padres de Inés, Francisco y Agustín. A los tres los criaron entre juegos sin distinciones de género. "Francisco se puso el otro día mis tacos para jugar. Ahora también vienen cocinitas y carritos de supermercado unisex. Tratamos de no enseñarles que algunas cosas son de niños y otras de niñas como hacían con nosotros. Obviamente es nuevo, a mí mis padres me criaron de otra manera, pero ya cambió. Las niñas hoy juegan al fútbol y ya hay chicas grandes que lo practican como deporte y muy bien", explica Malena.
La moda y el deporte pusieron en la vidriera los cambios más evidentes este verano. Si de voltear estereotipos se trata, los hombres ya se animan a usar pareo. Aunque no se lo ponen en la cintura, lo usan para cubrirse del frío, se envuelven en las tardes frescas de La Brava de José Ignacio, y se abrigan el cuello si hace falta. Lejos de todo prejuicio, los eligen de colores estridentes, con flecos y cuanto más grandes y llamativos, mejor. Las chicas, en tanto, se animaron a dejar el maxibolso en casa y traer las prácticas y cancheras mochilas que usan en la ciudad. Las obligaciones de moda por sobre la comodidad en las mujeres se caen a pedazos. Tampoco se ven tacos altos en las fiestas.
Caminar por la playa de José Ignacio este verano involucra también encontrarse con chicas tirando paredes, haciendo jueguitos y gambeteando. Con mujeres, con hombres, con niños y niñas. Delfina Tarlowski, de 18, mostró su talento jugando al fútbol en la playa junto al faro de José Ignacio, con su sobrinita de 6, Carmine. Con la pelota de Boca bajo el brazo, aunque es de San Lorenzo, contó que todavía no es fácil que sus amigos varones entiendan que pueden jugar con ella de igual a igual: "No quieren dejarte entrar a sus equipos y cuando lo hacen, te juegan fácil, hasta que se dan cuenta que jugás bien". Delfina juega en un equipo en Pilar y se ríe de los prejuicios: "Ellos se sorprenden al ver que podemos ser iguales". El cambio no es solo argentino, y en un verano en que las costas uruguayas atrajeron más que nunca a extranjeros, el fútbol femenino saca brillo con la presencia de dos futbolistas casi profesionales, las hermanas Maddie y Sam San Martín, de 25 y 31 respectivamente. Hijas de un argentino, nacieron en los Estados Unidos y allí se entrenan desde que son chiquitas. En su país no tienen que enfrentarse a los prejuicios porque las mujeres son justamente las que juegan mejor al "soccer", dado que los hombres se concentran en el fútbol americano o en el béisbol (¿Otros estereotipos que derribar?).
"Queremos ver a más argentinas jugando al fútbol en la playa. Que se animen", arengan las hermanas. Muy cerca de allí, Marcela Oronos tira paredes con un chico. "Siempre jugué con hombres. No me siento menos capaz. Eso es una idea de ellos. A veces les molesta, pero hay que seguir", dice.
En el deporte es donde más se exhiben algunos cambios. Alan Brown es uno de los creadores de Rockcycle, un gimnasio que propone un entrenamiento total similar al spinning y con música de rock. Según explica, tanto hombres como mujeres se sumaron en busca de la libertad de expresión a la hora de practicar ejercicio. "Luego del #MeToo notamos que las mujeres están atentas y conscientes. En las clases vemos que se sueltan más libres de prejuicios. Respecto a los hombres, Rock siempre fue un lugar donde la igualdad se propuso desde la concepción del proyecto. Mi socia es mujer, y el management de la empresa está integrado en su mayoría por mujeres. Al tener una cultura de igualdad bien definida los hombres en Rockcycle nunca estuvieron bajo la lupa de los prejuicios independientemente de cómo son en su vida privada", asegura.
Veraneante de Punta del Este desde hace años, reconoce que la conversación sobre cómo impactó el #MeToo argentino en todos los vínculos está a la orden del día en su círculo. "El umbral de tolerancia cambió, tanto para hombres como para mujeres. A mis amigos solteros los siento un poco más perdidos que antes. La línea entre la conquista y el acoso se corrió y se desdibujó. Ahora la sensibilidad con el tema es alta, y mis amigos encaran con muchísimo más cuidado que antes, quizá exagerando el cuidado porque sienten que caer en una situación confusa con la sensibilidad mediática que tiene el tema puede tener consecuencias gravísimas. Sin embargo todos estamos de acuerdo que el overshooting de este tema y la altísima atención pública ayuda a meterlo en la agenda de las familias para cuidarlas a ellas y concientizarlos a ellos. Salvo excepciones, no se produjeron movimientos exitosos sin la radicalización de sus interlocutores, por eso me parece necesario que esto se dimensione para que todos tomemos conciencia".






