
LOS MIL Y UN INVENTOS DE NINI MARSHALL
Se nos fue redepente y no hay manera de reemplazarla. Por suerte, quedan las películas y el alfabeto según Catita
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Casi 40 películas hizo Niní Marshall en la época de oro del cine argentino, las décadas del 40 y 50. Sensible y original, fue su propia libretista y venció su enorme timidez para encarnar personajes arquetípicos que sacaba del mundo real. Como dice Julio Mafud en el libro de Laura Santos, Alejandro Petrucelli y Diego Russo, Niní Marshall, artesana de la risa (Ediciones Letra Buena, 1993), ella es una socióloga intuitiva.
He aquí una guía de sus personajes, extraída del mismo libro: -Cándida Loureiro Ramallada, una mucama que decía cosas como "rascate en paz" y "yo te digo bestia en el buen sintido de la palabra".
-Catalina Pizzafrola (Catita) fue su gran hit de todos los tiempos, en cine, radio y televisión.
-Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Crostón. Con esta aristocrática señora, Niní inmortalizó latiguillos como "¿me asumís?", "podeme", "depre" y "porsu", contracción de por supuesto.
-Doña Pola, una simpática dama judía, que afirmaba que "el dinero no es todo en la vida, pero tranquiliza los nervios".
-Gladys Minerva Pedantone, la mejor de la clase, feroz chupamedias de la maestra. Recitaba versitos de su autoría, como éste: "Aunque esté feo que yo lo diga/ soy un modelo de perfección./ Para mi madre, gema pulida/ para mi padre, el orgullo soy".
-La Niña Jovita de las Nieves Leiva Peña y Obes, solterona que remataba sus sketches con expresiones de deseos siempre insatisfechos: "¡Ay!, San Papucio de Rodas, cuándo haré el viaje de bodas".
-Doña Caterina Gambastorta de Langanuzzo, una inmigrante italiana de 90 años que vive extrañando su "piccolo paese", donde había de todo al alcance de la mano: "¡Allá la vaca te dan una leche, lo chancho te dan uno chorizo... lo caballo te dan una patada...!" -Mingo, el hermano menor de Catita. Es un reo. Cuando le preguntan por qué no se corta jamás el pelo, contesta: "Porque si me lo corto me viá tener que lavar las oreja..."
-La Bella Loli, una estrella en decadencia, actualmente gorda, afónica y desafinada. Ella sigue insistiendo, y como prueba de su vigencia aporta los poemas que le siguen escribiendo sus admiradores: "Tu cuerpo lleno de rollos/ me persigue hasta dormido,/ y cuando sueño con vacas/ es que en ti, Loli, me inspiro". u
Un concierto memorable
Catita: (Cantando.) -O te lo dito tante volte... que non porta fiori in testa... ¡¡As noches!!
Animador: Catita... ¿Se ha venido filarmónica?
-No. Me vine a pies. ¿Sabe ande asistimo anoche? A un concierto.
-¡Ah! Celebro que se le esté refinando el gusto. ¿Y qué tal estuvo?
-Mire: sacando la música, que es lo que arruina los conciertos, estuvo ragio, porque nunca he visto un concierto con gente mejor vestida. Seré curiosa. ¿Usté ha visto conciertos?
-No. No los he visto. Los he oído, tan sólo.
-¡Oia, qué inorante! Y entonces, ¿en lo qué se entretenía?
-En deleitarme con la música. Como soy un melómano...
-¡Ah!, si es un melón se lo aceto. Nosotros fuimo toda la familia, porque los regalaron un parco.
-¡Quince personas! ¿Y cómo cupieron?
-¿Cómo cabieron?
-(A gritos.) No es cabieron. Es cupieron.
-¡Qué grosero!
-Bueno, ¿cómo se acomodaron en el palco?
-Y, lo má bien: nueve mayores, ensillados.
-Ahá: sentados en sillas.
-Y ocho menores enfardados.
-¿Atados en fardos?
-¡No...! Encima de las fardas.
-¿Y pudieron aprovechar toda la función?
-Cállese, que cuando entramo ya estaban tocando. Entonces le pregunto al acomodador: -¿Hace mucho que empezaron? -Están en la novena sinfonía -me dice-. ¡Desgracia humana! ¡Los perdimos las otras ocho!
-Pero cuénteme, Catita. ¿Estuvo lindo?
-Mire: pa lo que cobraban, los decorados eran una rascada... Un triste telón pelado y un piano. El piano, eso sí, bien coludo, porque no era de estos pianos que les cortan la cola, sino un piano con la cola entera.
-Claro, de concierto. ¿Y los concertistas?
-¡Ah!, con colas, también.
-Irían de frac, naturalmente.
-A lo primero, salieron cuatro. Se llamaban los hermanos Cuarteto de Cuerdas. Cada uno con un violín apropiado pa su edá: violincito, violinón, violinazo y violinote. Y empezaron a tocar con unos espamentos que yo me creí que era el Hino. Le doy un codazo a mi amá y le digo: -Paremolós. Y los paramo toda la familia de pies y el Mingo haciendo la venia.
-¡Catita! ¡Qué papelón!
-Cuando vi que todos los miraban... Pa desimular, me derigí a los artistas y les dije: -As noches, seniores. Mayor gusto en conocerlos. Les viá presentar... Pero qué... No me dejaron seguir, porque empezó el público a chistar.
-Y tuvieron que sentarse...
-Ni má ni medio. Enseguida salió una soplano. No soplaba, pero gritaba con una fuerza que se descogotaba. Todo lo acababa con: "Per me-e-e-e, per me-e-e-e". Propiamente una oveja. Miro en el programa y, en efeto, decía: "Balada".
-¡Con razón!
-Después de la balada, venía un bolero. Entonces le digo a la Yolanda: -¡Ay! Ojalá sea el bolero No me beses, que tiene una letra... Escuche: la laraila, laralaila, la ralaila... Una letra divina...
-Sobre todo muy inspirada.
-¿Vio? Sin embargo se da vuelta el del palco de allado y me dice: "¡Chist! Señorita, estamos en un ato coltural". "Estará usté -le digo-. Yo estoy en un parco barcón."
-¿Y al fin era No me beses el bolero que tocaron?
-¡Qué iba a ser! Salió un melenudo y se puso a aporrear el piano, que yo pensaba: -¡Dale nomás! Cómo se conoce que el piano no es tuyo. Si te agarra Jacobo Fisher... porque el piano tenía el manograma del dueño: Jacobo Fisher.
-La marca del fabricante, Catita: Jacobo Fisher.
-Después tocó una pieza de inglesia.
-Música sacra...
-No, religiosa. ¡Bah!, yo digo que sería religiosa, porque era del padre Guiski.
-¡De Paderewsky!
-Y pa rematarla tocó un escuerzo.
-¡Un scherzo!
-¡Ay, el asco que me dan esos insetos! Enseguida salió un dúo de dos: tenor y tenora.
-¿A interpretar algún trozo de ópera?
-Sa. Pero qué egoísta el tipo... Se agarró la ópera por su cuenta, y no le dejó meter una palabra a la tenora. Gracias que de vez en cuando ella podía zampar un jajajai... por entre los ujeros del canto de él. Pero a la final lo imbromó, porque le cantó enima, que por más que el otro gritó no la pudo tapar... ¡Tomá!






