
Los neoyorquinos miran a Los Ángeles
Solía ser que el sueño al terminar la universidad aquí era ir a lucharla en Manhattan, al departamento del tamaño de un ropero compartido con cuatro desconocidos, o, en los últimos años, a Brooklyn si querían más espacio o ropa hipster. Nada que los neoyorquinos típicamente despreciaran más que Los Ángeles. John Lennon lo llamó "un estacionamiento gigante". Andy Warhol dijo que allí "todo el mundo es de plástico" (aunque aclaró que él amaba el plástico).
Pero todo lo que esta redactora pareció escuchar este verano fue que allí hay más posibilidades de vivir de manera razonable sin un ingreso monstruoso si uno quiere dedicarse a escribir/actuar/pintar, y que, con todos los ex neoyorquinos que hicieron el traslado, ya hay ciertos barrios que se volvieron "auténticos". Es decir que reproducen la bohemia urbana de la costa este, pero con mejor clima. Incluso los que trabajan en el mundo financiero y sí podrían pagar un departamento en Nueva York se encuentran mirando más hacia el Pacífico, porque las empresas vinculadas a la tecnología se están llevando buena parte de los graduados de las universidades top, y a Wall Street le está costando competir por ellos.
Pero el tema básicamente está en las industrias creativas y esta migración ya se volvió un estereotipo; tanto, que la escritora Ann Friedman publicó en el Long Angeles Times una sátira sobre el cliché de los escritores que dejan Nueva York por Los Ángeles y escriben al respecto. Sólo que un par de años atrás ella misma había escrito exactamente ese tipo de ensayo, pero respecto a su propia mudanza y sin ánimo de ironizar. Es que, como reflejó el diario británico The Guardian, ya es tan difícil encontrar escritores que no hayan publicado su decisión de dejar la Gran Manzana que esto, en sí, se convirtió en un género literario. Goodbye to All That: Writers on Loving and Leaving New York es un libro que recoge los mejores ejemplos. El arco de las narrativas es similar: la historia del escritor joven que deja todo atrás para luchar por el éxito en Nueva York, sólo para retirarse de la ciudad unos años después, transformando esta rendición en un triunfo literario a través de un ensayo de despedida.
Claro que todo se retrotrae a Joan Didion, que hace casi 50 años escribió en su célebre Goodbye to All That sobre la decisión de volver a su California natal precisamente en esos términos. Didion en este momento no es sólo una escritora: es el ícono cultural por excelencia de todo lo cool. Es modelo de Celine; hay un movimiento para que su efigie reemplace a algún prócer en los billetes; su biografía es best seller. Si alguien se consideraba tremendamente original por tener canas mechadas en un pelo oscuro en el Upper East Side, ahora debe lidiar con quienes le preguntan si es una copia del look Didion. En definitiva, Joan is back. No sólo volvió de California, sino que se mudó a dicho barrio cero canchero, y es común verla en el bar griego de la esquina. Si ella marca las tendencias, quizás en breve en vez de familias con hijos que quieren estar cerca de las escuelas tradicionales y personas mayores que quieren estar cerca de los hospitales, el Upper East Side se pueble de la intelligentzia cool de regreso de Los Ángeles. Porque una de las cosas fascinantes de Estados Unidos es cómo todo se reinventa constantemente, y ésta posiblemente no sea la excepción.







