
¡Manos arriba! Desodorantes
El acto de alzar los brazos tiene sus graves complicaciones sociales. A los argentinos, tan afectos a la cosmética, sólo un arma podría hacer que los levanten cuando han olvidado desodorizarse
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Las mujeres transpiran; los varones sudan. Esto no sólo es un asunto de sensibilidad estética que toma en cuenta lo que conviene decir en el caso de un sexo y en el de otro. Es, además, una cuestión de géneros, porque la transpiración tiene género femenino, y el sudor, masculino.
Por otra parte, ningún varón con un poco de empaque viril dirá estoy transpirado: sonaría demasiado blando. Pero tampoco dirá estoy sudado, porque esta expresión tiene una connotación equina.
Un varón podría llegar a decir, después de una cuadrera y sin perder la línea, mi pingo está tan sudado como yo, con lo cual estaría empleando indirectamente (y ahí está la gracia) una palabra que suena de manera más varonil que transpirado. Hoy no hay, sin embargo, demasiadas ocasiones de aludir a uno mismo montado a caballo.
El empleo de las palabras sudor y transpiración es, por último, una cuestión de tino, de buen gusto, porque un término suena más basto que el otro. Se diría que si hablamos de axilas nos referimos a transpiración, y que si lo hacemos a sobacos, de sudoración.
Pero si el varón es discreto, no dirá nada en definitiva; ni que transpira ni que suda. Y si la mujer no carece de discreción, ella también evitará comentar que acaso esté transpirada. Ambos serán, en este particular, discretos, porque precisamente el tema de la transpiración y de su versión más copiosa, la sudoración, pasa por una cuestión de discreción, cuestión de la que se encargan, principalmente y con más o menos éxito, los desodorantes, antitranspirantes y antisudorales.
Hasta mediados de este siglo eran comunes los antisudora-les, pero al establecerse que la que suda es la masa sudorosa, los antisudorales dieron paso a los antitranspirantes para que se ocuparan, con más elegancia, de mantener secos a los individuos, a la gente personalizada (hay políticas económicas y financieras que se ocupan de lo mismo, que actúan en los bolsillos como los antisudorales y antitranspirantes en las axilas; pero se considera que tales políticas, a diferencia de los cosméticos axilares, no huelen bien). En la época en que se empleaban nada más que antisudorales porque todos sudábamos (vale la pena un poco de historia, si bien no es necesario remontarse a un acontecimiento tan remoto como la maldición que exigió sudor como requisito del pan) existió un preparado farmacéutico que se llamó Sudoren. Estaba formado por 5 partes de ácido salicílico, 5 de acetotartrato de aluminio, 45 de talco y 45 de óxido de zinc. Se empleaba junto con jabón de formalina para combatir el sudor de los pies, sudor éste que está en el otro extremo de la maldición bíblica y que no por ésto es una bendición precisamente.
Sugerencias
- Antitranspirante en barra sin alcohol (Biotherm, $ 17)
- Desodorante atomizador con caléndula y aloe vera (Andre Latour, $ 6,20)
- Antitraspirante de larga duración con extracto de algodón, no mancha la ropa oscura (Rexona, $ 3)
- Rollon perfumado,m desdorante (Hèlena Rubinstein, $ 18)
- Desodorante en crema recomendado para después de la depilación, su fórmula ayuda a retrasar el crecimiento del vello hasta cinco días, sin alchohol (Payot, $ 19)
- Desodorante perfumado en spray (Lancôme, $ 22)
- Crema desodorante sin alcohol, que contiene alantoína que proporciona más cuidado a la piel, y es de efecto prolongado (Nivea, 4,50 pesos)
Las bolillas que faltaban
Desodorantes y antitranspirantes de bolilla son una creación parangonable, por razones obvias, con la de la birome; es decir, a la del bolígrafo para escribir, inventado en la Argentina. ¡Esas casualidades!... el desodorante de bolilla se aplica en un lugar muy pero muy próximo al bolsillito del saco donde se lleva el bolígrafo.






