
McLUHAN, EL PAPA DE LA ALDEA GLOBAL
El pensador norteamericano explicó los cambios sociales como resultado de las transformaciones de los medios
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Un día, ante sus alumnos de literatura inglesa, a Herbert Marshall McLuhan lo asaltó una duda: "¿Qué podrán entender estos muchachos, educados por las tiras cómicas del Pato Donald y las aventuras de Superman, de las sutilezas de la poesía isabelina?" Allí, el escritor canadiense que anunció al mundo que "el medio es el mensaje" entrevió su futuro, el de la sociedad. Se despidió de la literatura -se había diplomado en Cambridge como especialista en literatura inglesa del siglo VXI-, saltó a la sociología y se dispuso a transitar e investigar lo que luego llamaría la aldea global.
"En ese momento me di cuenta de que los niños americanos crecían en un medio donde la cultura cotidiana se entregaba en tiras cómicas y programas de televisión -comentó días después de su deserción-. También comprendí que el mensaje estaba en el medio utilizado; en este caso, el más importante, la televisión."
El profeta norteamericano no procuró sólo elaborar meramente hipótesis sobre el impacto de los medios de comunicación en el hombre contemporáneo, sino aplicar, por extensión, los postulados que manejaba para ese menester a una explicación total de las mutaciones sociales y culturales. A pesar de que otros intelectuales lo acusaron de farsante y charlatán, a partir de esas teorías nació el mcluhanismo -término incorporado al diccionario de la Universidad de Oxford poco antes de su muerte-, pero tampoco faltaron quienes lo compararan con Darwin o con Marx.
Lo que es indudable es que McLuhan irrumpió en el mundo intelectual de los años 60 con una serie de obras y teorías que afectaron intensamente el pensamiento actual acerca de diversos temas sociológicos. McLuhan describió la evolución de la sociedad como el resultado de la transformación de los medios de comunicación: primero, una etapa prealfabética, necesariamente oral y en un contexto donde las palabras se sacralizaban. La primera revolución, según McLuhan, llegó con la invención del alfabeto: el ser humano se vuelve racional y ese cambio de actitud hace surgir el conocimiento científico.
El tercer paso está dado por la creación de la imprenta y las posibilidades de difundir los productos del pensamiento. El libro surge como una forma de actuar sobre públicos muy vastos y distantes.
Y de pronto el hombre dominó la electricidad. Entonces se produjo el salto de la galaxia Gutenberg a la galaxia Faraday: los medios de comunicación electrónicos suplantaron a las antiguas tecnologías. Entonces, el mensaje se volvió táctil y los medios se transformaron en una prolongación de nuestro propio cuerpo: "El circuito electrónico -señalaba el autor de Understanding media- no es en realidad la prolongación de un sentido particular, es más bien la extensión del sistema nervioso central. Todos los medios electrónicos representan una extensión de las funciones o los sentidos de nuestro cuerpo, como lo significaban las antiguas tecnologías mecánicas".
El profeta de la informática también lanzó algunas predicciones: arriesgó la posibilidad de que la escritura -"breve etapa en el desenvolvimiento cultural del hombre"- sea abandonada en beneficio de esos nuevos medios, a la cabeza de los cuales está la televisión. Diarios, libros y revistas siguen en circulación, pero han debido adaptarse a nuevas condiciones de subsistencia.
A juicio de McLuhan, son los medios y sus transformaciones los que producen los verdaderos cambios. Los contenidos de los mensajes intercambiados por los hombres importan menos que los vehículos utilizados para esos intercambios. Los primeros no son otra cosa que los productos de los segundos.
Polémico durante toda su carrera como sociólogo -aunque en realidad no lo era- de la comunidad y sus medios, McLuhan siempre insistió en que los modernos sistemas de comunicación colocan al hombre en un trance en el que sólo es posible la captación social de la información. Por lo tanto, el hombre se volvería -¿lo está haciendo?- cada vez menos individualista y más partícipe del conjunto de sus congéneres, en ese mundo reducido por el avance de los medios: la aldea global.
Herbert Marshall McLuhan nació en Canadá, en 1911, y murió a los 69 años, como consecuencia de un paro cardíaco.
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